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Cuentas Nacionales: hacia números creíbles

Héctor Rubini 14 noviembre de 2016

por Héctor Rubini (*)

La revisión de las estadísticas públicas sigue su curso con el objetivo de devolver, tanto al Indec como al Sistema Estadístico Nacional, la credibilidad perdida (por completo) entre 2007 y 2015. Sus resultados y difusión siguen un calendario preestablecido que ha dejado atrás el breve apagón informativo de los primeros meses de este año. A esto se ha agregado la reciente convocatoria del Indec a profesionales externos para la discusión abierta de las reformas instrumentadas.

Los debates

Con relación a la metodología de estimación de cuentas nacionales e indicadores de pobreza, al menos, se está en presencia de una política de diálogo abierto y recepción de sugerencias de todo tipo y origen. Algo inexistente e impensable en el Gobierno anterior.

Con respecto a los indicadores de actividad, la nueva administración publicó en septiembre la reestimación del año base 2004, conforme a recomendaciones del Sistema de Cuentas Nacionales 2008, realizado bajo el auspicio de las Naciones Unidas, el FMI, el Banco Mundial, la OCDE y la Comisión Europea. Básicamente, se trata de una actualización revisada del sistema con año base 2004, para estimar la cuenta de producción, las cuentas de bienes y servicios, y la de generación del ingreso.

Grandes brechas

Las diferencias con la serie a precios de 2004 de la gestión anterior son por demás apreciables. Si se toma por caso, el período que va entre el primer trimestre de 2004 y el cuarto de 2012, dado que la serie anterior termina antes de fin de 2013, se observa que el PIB argentino había crecido, punta a punta, 90,4%. Con la estimación revisada, y a precios de 2004, dicho crecimiento fue de 50,4%.

El cambio de año base explica en gran medida dicha diferencia, pero es de una magnitud tal que no puede atribuirse sólo a esa modificación. El diálogo con los técnicos del instituto permitió dilucidar el origen de diversas ?y groseras? distorsiones en las cifras publicadas por la gestión anterior.

Doble contabilización de contribuciones patronales y de la construcción por cuenta propia en el valor agregado bruto de la construcción.

Ajuste excesivo de economía no observada en cuatro ramas de actividad: a) industria manufacturera, b) servicios inmobiliarios empresariales y de alquiler, c), servicios comunitarios, sociales y personales, y d) servicio de hotelería y restaurantes. En este último detectaron además la indebida suma del IVA para restaurantes, bares y cantinas.

En enseñanza, se detectó la suma de subsidios para cubrir el costo salarial, como si fuera producción del sector.

En transporte, la indebida suma de subsidios a la actividad como si fuera producción.

En servicios de alquiler, valorización de casas tipo B (no tiene provisión de agua por cañería dentro de la vivienda o no dispone de retrete con descarga de agua o tiene piso de tierra u otro material precario), como si fueran tipo A (que no tienen estas carencias), sumado a la sobrevaloración de ranchos y casillas.

Ciertamente, algunos resultados podrán ser objeto de observaciones críticas, que es de esperar sean evaluadas para aplicar eventuales ajustes. Esto, a su vez, requerirá tamizar de manera periódica las citadas revisiones, y relativizar algunas llamativas críticas recientes. Por caso, las de quienes increíblemente comparan magnitudes a precios corrientes con otras a precios constantes, confunden variaciones del deflactor implícito del PIB con las de algún índice de precios al consumidor, o atribuyen a la nueva estimación de las cuentas nacionales la caída de la tasa de inversión, como si las anteriores estimaciones de la inversión bruta fija hubieran sido realmente creíbles y confiables.

Cambio fundamental

El sinceramiento de las estadísticas de PIB, como las de índices de precios y de indicadores de pobreza e indigencia marca un cambio fundamental para buena parte de la profesión. El retorno a un sistema estadístico único y creíble conduce inexorablemente a la pérdida de utilidad práctica de índices alternativos de fuentes privadas. Máxime cuando estas últimas no publican su metodología de cálculo, ni los criterios ni procedimientos de procesamiento, ni de contralor de los mismos.

Tampoco se entiende en algunos casos puntuales la razonabilidad de las críticas sobre cierta “velocidad” en la publicación de la nueva metodología de estimación del PIB. Llamativamente provienen de quienes a principios del año criticaban la suspensión de la emisión de índices de precios revisados, y rezongaban por la “demora” del Indec en publicar nuevas cifras. ¿Desde cuándo un organismo del Estado debe acomodar la frecuencia de sus publicaciones a la supuesta “urgencia” o “falta de urgencia” de tal o cual profesional o consultora, y no de otros? Ninguna agencia oficial de estadísticas mínimamente seria y creíble “ajusta” el calendario de sus actividades y publicaciones como si fuera un “menú a la carta” de tal o cual usuario de ocasión.

En definitiva, más allá de críticas entendibles o quizás no, lo relevante es que como lo reconoció el FMI el jueves pasado, se está reconstruyendo un sistema estadístico creíble. Lo deseable es que el Indec maximice el rigor metodológico de sus indicadores y que se fortalezca la autonomía institucional del Indec. “Acomodar” cifras según tal o cual presión externa (del Estado o del sector privado) no sería más que continuar, con otra apariencia, con los vicios del pasado que se deben desterrar y de manera definitiva.

(*) Instituto de Investigaciones en Ciencias Económicas de la USAL.

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