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A los inversores ya no les importa quién gane la elección

Con un Gobierno que quema las naves para dar vuelta el resultado de las primarias, los bonos se cayeron, el riesgo país saltó y la Bolsa de Buenos Aires volvió a ser la peor de todas

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Luis Varela 27 septiembre de 2021

Por Luis Varela

A ciegas, sin que nadie pueda ni siquiera imaginar qué va a pasar en los próximos diez minutos, el Gobierno pone toda la carne en el asador con un solo objetivo: dar vuelta dentro de siete semanas el resultado de las PASO, que significó la mayor derrota de toda la historia del peronismo.

Para ver si puede lograr que el 33% de la población que no votó en las primarias se acerque a las urnas el 14 de noviembre y acorte la distancia que Juntos le sacó al Frente de Todos, la acorralada Cristina Kirchner recurrió a una maniobra impensada: puso a cargo del Gobierno a la derecha peronista y le plantó a Axel Kicillof intendentes del conurbano en la provincia de Buenos Aires.

De alguna manera, esta estrategia desesperada, que se parece bastante al momento en el que la propia Cristina eligió para cabeza de fórmula a un Alberto Fernández, coloca al país en un territorio desconocido, con un resultado electoral de la legislativa que nadie puede calcular.

La primera sorpresa con que se encontró la vicepresidenta fue la inesperada renuncia de la secretaria de Políticas de Igualdad y Diversidad, Cecilia Merchán, que hace dos años denunció penalmente a Juan Manzur por obstaculizar una interrupción de embarazo a una nena de 11 años que había sido violada por la pareja de su abuela (terminó con una cesárea a los siete meses y con su bebé muerta).

Merchán, además, con su gesto y su portazo de salida abre una gran incógnita: ¿votará la izquierda K peronista en noviembre al Gobierno de derecha que acaba de desembarcar? ¿Podrá ser que la movida hace ganar algunos votos de los ausentes pero ahuyenta a otros votos de los que sí estuvieron presentes en las PASO?

Más gasto para las elecciones

Pero además, en la jugada en la que tuvo que caer Cristina hay otros dos riesgos de una magnitud que nadie puede prever. Para no perder su colmena, su reino en el Senado, la vice obligó a Martín Guzmán a lanzar al mercado unos $160.000 millones desde ahora hasta las elecciones, además de usar dinero público para regalar heladeras, bicicletas y zapatillas con dinero de los contribuyentes, compitiendo de manera desigual con los partidos opositores que no cuentan con esas cajas.

Ese gigantesco reparto de dinero y de cosas ya tuvo en apenas una semana un efecto secundario que se va a profundizar. En cuestión de horas, muchos de los productos regalados se pusieron en venta en Mercado Libre y, según cálculos de economistas privados, del 100% de lo recaudado, el 40% se gasta en el supermercado para gastos inmediatos, pero el 60% se va directamente a comprar dólares, como refugio, huyendo del peso.

Así, por este intento por mantener el poder, los dólares libres pegaron un salto de tres pesos (el MEP alcanzó un récord) y los dólares libres alternativos, usados por las empresas y los inversores sofisticados (a través de compra-venta de ADR, criptomonedas o Cedears) alcanzó los $195, el valor de overshooting que había tocado durante tres horas el 23 de octubre del año pasado.

Pero donde quizás más riesgo corre la defensa de última instancia de CFK es, otra vez, con el tema sanitario.

Y ahora, la jugada sanitaria es ciertamente audaz. Hace un año y medio el Presidente decía "prefiero la vida y no la economía". Ahora, con Manzur en el Gobierno, decidió de manera unilateral (a contramano de lo que sugieren los especialistas virólogos) abrir todo, incluso las fronteras. El nuevo ministro está alentado porque la cantidad de contagios y muertes declaradas bajó considerablemente (en septiembre hay un promedio de 118 fallecidos por día, contra 210 de agosto).

Pero Manzur no ve, o no quiere ver, que países con vacunaciones más altas que Argentina como Corea del Sur acaba de tener el mayor número de contagios diarios de toda la pandemia, en EE.UU. la cantidad de muertes creció en la última semana 2,1% (por encima del 1,3% de incremento promedio de muertes mundiales) y Rusia informó ayer que tiene en este momento 800 muertos por día.

O sea, mientras el Gobierno se corre hacia la derecha para ver si convence a los pibes y las pibas que bailan rap que se fueron con Javier Milei, el mundo entero está dando muestras de que la pandemia sigue complicando la vuelta a la normalidad. Por eso, EE.UU. acaba de tener, otra vez, curva hacia arriba en los pedidos de seguro por desempleo. Europa y China están regando de euros y yuanes para ver si reactivan. Y los inversores globales vuelven a correrse hacia el dólar para buscar refugio.

La semana pasada, el dólar no subió únicamente en la Argentina, lo hizo contra casi todas las monedas: estuvo en alza contra el euro, la libra, el yen, el real y el peso chileno (no cambió contra el yuan y cedió contra el franco suizo). Y los commodities tuvieron una reacción mixta, con subas para el aluminio, el petróleo y los granos en Rosario, pero hubo bajas para los granos en Chicago, con descenso para el cobre, el níquel, con una fuerte baja para los metales preciosos (por temor al tapering de la Fed) y una dura estocada para las criptomonedas (porque China, otra vez, prohibió las operaciones con ese tipo de valores).

¿Cómo reaccionaron los activos de riesgo, las Bolsas mundiales, con todas estas alternativas? La semana pasada la Bolsa de San Pablo recuperó 1,7%, mientras que Frankfurt y Wall Street mejoraron 0,3%. Pero a nivel local, así como nos fue mal, al límite con el dólar, los títulos argentinos directamente se hundieron. Los bonos cayeron en la semana casi 3%, con el riesgo país colocado otra vez arriba de 1.600 puntos. Y la Bolsa de Buenos Aires se desplomó casi 6% en dólares, con el menor volumen diario operado en los últimos dos meses.

O sea, nadie puede saber cuál será el resultado del 14 de noviembre. Quizás Cristina pierda el quórum en el Senado. Quizás la Presidencia de Diputados recaiga en un representante de la oposición. O todo lo contrario. Pero queda bien a la vista que a los inversores el resultado de la legislativa ya no los convoca. Y quizás tampoco los seduzca un posterior posible acuerdo con el FMI, en febrero (ahora con una inquietante movida mundial para sacar a Kristalina Georgieva del FMI).

La única verdad leída por los que tienen la posibilidad de invertir y crear empleo en la Argentina es que no ven, ni en el oficialismo, ni en la oposición, ninguna declaración jurada que asegure que van a bajar el gasto público, que van a achicar los impuestos, que van a realizar una reforma laboral.

Así como van las cosas, cada vez más gente se queda fuera del sistema y los que tuvieron la suerte de tener más capacitación se van, a pesar de la promesa de última hora, a semanas de las urnas, de quitarles retenciones a economía del conocimiento, para que los unicornios no se fuguen.

Esta baja temporal a jóvenes tecnológicamente talentosos se hace para que no se vayan del país. Los quieren convencer de quedarse con un año con bajos impuestos. Pensaban que a las fábricas y a los campos se les podía cobrar todos los impuestos que se quisiera: las hectáreas no pueden irse y las fábricas no tienen rueditas. Pero centenares de empresas se fueron.

Y con las retenciones, en los últimos 10 años la cosecha de granos argentinos se estancó, mientras que en Uruguay, Paraguay o Brasil casi se duplicó. Los cornudos ponen impuestos, los unicornios vuelan. Argentina, un país. En su inmortal narración "La noche boca arriba", el ineludible Julio Cortázar sentencia: nadie puede fugarse de su propio destino.

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