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¿Hasta qué punto seguirá prevaleciendo la hegemonía occidental en la práctica política?

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25 abril de 2021

Por Salem AlSuwaidi Estudiante universitario, Fotógrafo y Escritor

Emiratos Arabes Unidos.- En el centro de la veneración de la hegemonía occidental está la celebración de su aplicación del capitalismo y la democracia. Esta romanización del supuesto excepcionalismo debe ser desmantelada.

Un argumento que explora esta celebración del institucionalismo es el de Daron Acemoglu y James Robinson en su libro “Why Nations Fail”. Ellos identifican dos tipos principales de instituciones de acuerdo a quién las controla. Las instituciones extractivas, cuando la distribución del poder es estrecha y sin restricciones, son ??absolutistas. Alternativamente, las instituciones inclusivas, que en contraste distribuyen el poder ampliamente en la sociedad y lo sujetan a restricciones, son pluralistas, el poder descansa en una amplia coalición. Acemoglu y Robinson sugieren que solo las instituciones económicas inclusivas allanan el camino para dos motores de prosperidad: la tecnología y la educación. Luego, insisten en que el crecimiento económico siempre va acompañado de más productividad. Los autores sugieren una estrecha conexión entre las instituciones inclusivas y el pluralismo debido a la descentralización del Estado y la libertad del individuo para determinar su entorno económico y político. Mientras que, en contraste, las instituciones políticas extractivas concentran el poder en manos de una élite estrecha que extrae recursos del resto de la sociedad.

En su libro, una principal representación del éxito de las instituciones inclusivas sobre las extractivas es el libre mercado moderno y democrático, como el de Estados Unidos. Por otro lado, las sociedades construidas sobre historias tribales extractivas que actualmente funcionan con sistemas políticos autoritarios, como muchos Estados del oriente, serían consideradas extractivas y, eventualmente, autodestructivas. Sin embargo, esta sinergia entre las instituciones económicas y políticas, e inherentemente si son inclusivas o extractivas, es simplemente una forma de endulzar la inestabilidad presente dentro de las democracias neoliberales occidentales al implicar una ganancia de excepcionalidad fructífera.

Esta crítica de Acemoglu y Robinson puede explorarse a través de un “estudio de caso” de cómo los Emiratos Árabes Unidos (EAU), una institución ciertamente extractiva en su opinión, abordaron la pandemia COVID-19, en comparación con los Estados Unidos y el Reino Unido, ambas instituciones exclusivamente inclusivas. Es fundamental reconocer que todos los Estados siguieron las precauciones estándar de cerrar instituciones públicas y fronteras para viajes internacionales, establecer clínicas emergentes y centros de pruebas, además de hacer la transición del trabajo y la educación al mundo digital.

Sin embargo, lo que diferencia a los EAU de los EE.UU. y el Reino Unido es su drástica implementación de políticas. Esto incluyó un toque de queda nocturno durante unos meses, acompañado de un programa nacional de esterilización de instalaciones públicas, aplicación legal del uso de barbijos y multas asociadas con: propagación del virus, información falsa y no seguir las pautas de precaución contra el virus (como barbijos, distanciamiento, visitar hogares y tener varias personas en una mesa). Los EAU también ampliaron los servicios de renovación de visas y proporcionaron paquetes de estímulo y ayuda esencial por un tiempo particular al comienzo de la pandemia (aunque esto no fue permanente y provocó un desempleo masivo). Además de todo esto, los EAU han proporcionado innumerables ayudas al extranjero y fueron uno de los primeros en comenzar a probar vacunas y distribuirlas para uso de emergencia a nivel nacional.

Por otro lado, los dos Estados occidentales se encontraron con protestas de libertad y derechos cuando se introdujeron los barbijos. En muchas áreas, los barbijos no son obligatorios ni existen multas para contrarrestar la propagación del virus. El Reino Unido ha fallado en apoyar a su población para que siguiera las pautas, ya que establece consistentemente políticas complicadas como la identificación de “burbujas” de personas entre las que un individuo puede alternar, innumerables regulaciones con lagunas (que algunos ministros no pudieron entender, mucho menos el público) y un sistema de niveles que continuamente mueve ciudades hacia arriba y hacia abajo en el procedimiento para aplicar alguna forma de bloqueo limitado. Estados Unidos, por otro lado, ha proporcionado un único cheque de estímulo de U$S 1.200 durante nueve meses. Tampoco han logrado proporcionar un sistema de atención médica a la Nación durante este tiempo y, actualmente, son el país con mayor número de casos activos y muertes. Los políticos de ambos países han revelado su descuido en torno a la salud y seguridad de la población, incluso a través de su retórica. Por ejemplo, Donald Trump sugirió en una ocasión que la única razón por la que los casos aumentaban tenía que ver con que estaban haciendo demasiadas pruebas e, incluso, más tarde aludió a que quienes tuvieran el virus consumieran lavandina (cloro) para combatirlo.

La diferencia discordante entre las dos Naciones es la respuesta de la población a la autoridad y la acción colectiva y el rol de dicha autoridad. Hay una clara estructura de poder en los EAU que asegura que la población actúe de acuerdo a las políticas puestas en práctica. En los Estados inclusivos, hay una naturaleza de libertad que permite a las personas actuar como apetezcan. Con ese grado de libertad viene la peligrosa realidad del individualismo que instila una naturaleza de egoísmo y derechos auto adjudicados en los ciudadanos de estos Estados. A pesar de que la libertad y la democracia son indudablemente cruciales para los derechos de la población, el problema con esto es que una sociedad no educada y demandante, puede no necesariamente elegir a los mejores políticos o ellos mismos actuar con empatía al enfocarse en problemas sociales y nacionales. Evidentemente, con un Estado más autoritario, como los EAU, la solución de problemas es significativamente más eficiente cuando se trata de una crisis, más protección nacional y seguridad están aseguradas.

Por lo tanto, este caso de estudio presenta la necesidad de reconsiderar las definiciones de Estado ideal. ¿Cómo podemos redibujar los sistemas institucionales para ofrecer un balance entre la libertad individual y la seguridad, junto con la protección y la práctica de políticas efectivas? ¿Hasta qué punto podemos continuar idealizando y romantizando la naturaleza individualista de las políticas en EE. UU y Gran Bretaña? ¿Qué tanto permitiremos que la hegemonía occidental determine el camino del progreso y desarrollo modernos?

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