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Elecciones y pandemia ponen en jaque la meta fiscal de Guzmán para 2021

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Alejandro Radonjic 25 enero de 2021

Por Alejandro Radonjic

El 2020 fue un año atípico, obviamente. La pandemia trastocó todo y la economía sintió el impacto en todo el planeta. El “sudden stop” generó recesiones profundas y la típica respuesta keynesiana: fuertes expansiones fiscales en todo el mundo. Todos los gobiernos se pusieron a gastar como si no hubiera mañana. Eso moderó la caída de los ciclos económicos, pero dejó desafíos para el día después. Ahora, los gobiernos deberán enderezar sus cuentas públicas y sus ratios de deuda, aun cuando la pospandemia siga sin llegar y la necesidad de un gasto más alto del normal siga estando.

En Argentina, el problema ya se había empezado a manifestar en 2020, con una brecha cambiaria en ascenso (el “blue” llegó a merodear los $200), que logró ser contenida con regulaciones varias. El susto para el Gobierno fue grande: la brecha aceleró la caída de las reservas (en un contexto de superávit comercial elevado) y casi se lleva puesto al BCRA. Torniquetes varios contuvieron la hemorragia y evitaron un salto en el dólar oficial, que alimente aún más la inflación y agrave la recesión, como ocurrió en 2018 y 2019.

Con un Tesoro sin financiamiento genuino, Martín Guzmán acudió a Miguel Angel Pesce para financiar el agujero fiscal. “La emisión para financiar al Tesoro llegó a los 8 puntos del PIB, es decir, aproximadamente el 90% del dinero que le faltó al Tesoro durante 2020 fue girado desde el BCRA”, señaló Invecq Consulting.

La semana pasada, el Gobierno informó cómo cerraron las cuentas públicas en 2020: el déficit primario fue de 6,5% del PIB y el total, incluyendo intereses de la deuda pública, 8,5% del PIB. “Analizando la historia de los últimos 60 años, solo en dos oportunidades se habían registrado números superiores: en los períodos 1975-1976 y 1981-1983, ambos de fuertes crisis macroeconómicas. Acortando el horizonte temporal, el déficit de 8,5% del PIB representa un desequilibrio mayor al ya récord de 2015 y echa por tierra el ordenamiento que se había llevado a cabo durante 2016-2019 sobre las finanzas públicas nacionales”, contextualizaron.

Mientras que otros países del mundo pueden acudir a la emisión monetaria sin riesgos inflacionarios o pedir en los mercados a tasas muy bajas, “Argentina no cumple ninguno de los dos requisitos”, dice Invecq. “No tiene financiamiento abundante y a tasas pagables (riesgo país en 1.400 puntos básicos) y al emitir corre riesgos inflacionarios como pocos países del mundo, debido a que desde hace décadas no tiene una moneda que sea considerada como reserva de valor por los agentes privados”, señalan.

Desde fines del año pasado, el Gobierno (sobre todo Guzmán) empezó a dar señales de moderación fiscal y monetaria para anclar las expectativas. Estuvo lejos de ser un ajuste, pero permitió descomprimir algo la situación y ganar tiempo.

Ese ajuste, aunque moderado, fue perdiendo fuerza y no queda claro cuál será la tónica fiscal de 2021. La cercanía de las elecciones es un freno para los planes de Guzmán de poner a la caja en una trayectoria convergente.

En 2020, el gasto primario se acercó a $7 billones. Comparado con 2019, Invecq muestra lo obvio: el rubro que más creció fue el “gasto Covid”, con el IFE y el ATP a la cabeza. Con la pandemia lejos de estar controlada y la posibilidad de nuevas restricciones a la movilidad en algún momento, no queda claro cuánto se reducirá ese rubro, que en 2020 representó casi $720.000 millones. Otro rubro para seguir de cerca es el de subsidios económicos, contracara de la regulación de tarifas. Según Invecq, fueron $216.266 millones en 2020. “Es decir que gran parte del incremento del déficit y de la emisión es la consecuencia inmediata de intentar contener el proceso inflacionario a base de controles de precios y distorsiones”, dice el reporte.

Otros $105.400 millones son el crecimiento agrupado de distintas partidas, algunas vinculadas a la atención de la pandemia (aunque no pueden ser identificadas específicamente, como programas alimentarios) y otras no, como el incremento que volvió a observarse en el déficit operativo de las empresas públicas.

Más allá de las dudas, es evidente que el gasto primario tenderá a bajar y que, si la macro no se empioja tanto, AFIP va a recaudar bastante más. Ambos factores ayudarán a mejorar los números fiscales. Pero, advierte Invecq, “el Gobierno no estará dispuesto a contraer todo el gasto público en un año electoral y menos aún a la luz de las encuestas actuales que le arrojan resultados muy preocupantes”. Así, proyecta, “es casi seguro que las tarifas sigan congeladas a lo largo de casi todo el año y, por ende, el gasto en subsidios continúe creciendo”. Asimismo, y como se ha visto en los últimos meses, “seguramente se eche mano a la clásica reactivación de la obra pública en campaña electoral”. Asimismo, los salarios de los empleados públicos difícilmente podrán volver a perder contra la inflación “y habrá presión sobre esta partida del gasto que durante 2020 fue un buffer del déficit”.

Por su parte, el gasto más relevante del Estado (que son las jubilaciones), tendrán una evolución particular durante 2021 como consecuencia de la implementación de la nueva fórmula. “Todo parece indicar que, hasta mitad de año, el poder adquisitivo de los pasivos continuará deteriorándose (¿se implementarán compensaciones de cara a las elecciones?) y que recién a partir de septiembre podría darse una recuperación. Es decir que el año podría dar un empate con respecto al 2020”, resume Invecq.

Así, el desequilibrio fiscal mostraría cierta corrección durante, “crucial para quitare presión al BCRA en un año en el que Argentina continuará excluida del mercado de crédito internacional”. Sin embargo, el desequilibrio monetario y cambiario que caracteriza hoy a la macroeconomía argentina demanda una corrección mucho más rápida que la que el oficialismo está dispuesto a llevar a cabo. Por ende, “los riesgos de experimentar una nueva crisis cambiaria siguen presentes”.

Más miradas

“El Gobierno fijó en el presupuesto una meta de déficit primario de 4,5% del PIB. Para cumplir esa meta hay 5 variables. Dos de ingresos: el aumento del precio de la soja aporta 0,3 puntos del PIB de recaudación extra y algo más por 'impuesto a la riqueza'. Y 3 por los gastos: el ajuste a las jubilaciones aporta 1% del PIB y bajará levemente el 'gasto Covid'. No todo porque asumimos reconversión de IFE y ATP. En subsidios, asumimos que subirán por el congelamiento de tarifas”, detalla Fernando Marull desde FMyA, que resumen la estrategia oficial como “todo para después de octubre”.

Así, resume Marull, “la crisis Covid y las elecciones ponen en riesgo la meta de 4,5% del PIB (6% si sumamos intereses)”. En 2021, la mitad del financiamiento de esos 6 puntos del PIB será con el BCRA (3,2%). “Si bien será menor que en 2020, se sumará a la fuerte emisión que dejó el año pasado y es el origen de la presión inflacionaria”, concluye Marull.

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