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¿Es evitable la devaluación?

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10 junio de 2020

Por Martín Polo Economista

En un contexto de default y cuarentena, el BCRA tiene el desafío controlar el tipo de cambio y cuidar las reservas internacionales mientras del otro lado del mostrador el Tesoro le pide cada vez más asistencia para cubrir sus crecientes necesidades financieras.

La demora en lograr un acuerdo con los acreedores para reestructurar la deuda no hace otra cosa que dificultarle la tarea al BCRA, que trata de atajar penales en un arco cada vez más ancho. La única ayuda que tuvo la autoridad monetaria en las últimas semanas fue la mejora del contexto financiero global que permitió que las monedas emergentes se aprecien frente al dólar y ello le dio alivio al Tipo de Cambio Real (TCR), que recuperó los niveles pre pandemia.

Concretamente, desde que arrancó el año que al mercado cambiario no le sobra nada e, incluso, le falta. En enero, el resultado del mercado cambiario marcó superávit de poco más de US$ 750 M gracias a los US$ 1.800 M liquidados por el agro que más que compensaron la demanda neta por el déficit comercial de los demás sectores y por la demanda neta de divisas por servicios y rentas mientras que la cuenta financiera mostraba un déficit acotado.

Pero el saldo favorable duró sólo un mes: a partir de febrero el saldo del mercado cambiario pasó a neutral hasta marzo dada la combinación de menor liquidación del agro y el creciente déficit comercial del resto de los sectores. Esta tendencia se consolidó en los últimos dos meses dado que, pese a la mayor liquidación de agro (aunque inferior a la de los últimos años), empeoró notablemente el déficit comercial de los demás sectores que, sumado a los pagos netos de deuda, derivaron en que el resultado del mercado cambiario marcara un rojo de US$ 654 M en abril y en mayo se habría ubicado en torno a los US$ 700 M. Sólo ayudó que el último día del mes, el BCRA compró más de US$ 200 M tras el refuerzo del cepo.

El deterioro del saldo comercial se dio por cuestiones propias del control de cambios, pues con menos financiamiento aumenta el porcentaje de las importaciones pagadas al contado mientras que la liquidación de las exportaciones se demoran ante la perspectiva de mayor tipo de cambio. En el medio, el shock en los mercados financieros golpeó a las monedas emergentes y el peso quedó más atrasado, lo que alimentó aún más las expectativas de un salto del tipo de cambio que presionó al alza la brecha.

Parar la pelota

La dinámica que había tomado el mercado cambiario en abril y mayo no era sostenible, más considerando que son los meses de mayor oferta neta de divisas debido a la estacionalidad favorable en la liquidación de la cosecha gruesa. Sin otra fuente de financiamiento el BCRA no podía seguir perdiendo reservas internacionales pues, de hacerlo, los riesgos de una marcada aceleración en de la inflación aumentaba notablemente. Sin la ayuda que le hubiese significado el envión inicial de un acuerdo con los bonistas, el BCRA debió recurrir a la Comunicación “7030” para frenar el drenaje de divisas limitando las operaciones cambiarias de los importadores.

Por el momento, la 7030 logró su objetivo: entre el 9 de junio y el 29 de mayo el BCRA pasó de vendedor a comprador neto de divisas (alrededor de US$ 80 M por día) y las reservas internacionales recuperaron US$ 600 M cerrando la jornada en casi US$ 43.000 M en un contexto en el que el tipo de cambio continuó subiendo al 35% anualizado. Claro que no esta estrategia no es gratis pues seguramente las trabas a las importaciones golpearán al crecimiento y también presionarán sobre los precios.

¿El fin justifica los medios?

El Gobierno priorizó la estabilidad del mercado cambiario por sobre el nivel de actividad. Sin embargo, no es una política sostenible si mientras tanto no se avanza en las medidas necesarias para restablecer la confianza y generar las condiciones para un aumento sostenido de la oferta divisas. El Gobierno tendrá que mostrar más temprano que tarde su voluntad de lograr una macroeconomía sana y sustentable. Sin dudas, cerrar antes del 22 de junio la reestructuración de la deuda puede ser un buen punto de partida para disipar el pesimismo y revertir las expectativas.

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