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El coronavirus y su impacto en la carrera hacia la Casa Blanca

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18 marzo de 2020

Por Tomás Múgica

La pandemia de coronavirus golpea a Estados Unidos en plena campaña hacia los comicios de noviembre. Con 4.400 casos confirmados, la paralización de actividades avanza rápidamente y afecta el proceso electoral: los actos son reemplazados por reuniones virtuales, se prohibió el acceso al público al debate entre Joe Biden y Bernie Sanders del pasado domingo y se postergaron las primarias previstas en varios estados, incluyendo distritos cruciales como Ohio.

Frente a esta situación cabe preguntarse cómo podría impactar la crisis sanitaria sobre el proceso electoral. El Gobierno de  Donald Trump, con la responsabilidad de gestionar la emergencia, es el que más tiene para perder. Tres factores son decisivos al respecto: la evaluación del electorado sobre el manejo de la crisis por parte del Presidente, la percepción pública sobre el sistema de salud y la marcha de la economía.

En primer lugar deberemos estar atentos a la percepción de los votantes sobre la capacidad del Gobierno de Trump de manejar la crisis sanitaria. Hasta el momento, y a pesar de haber minimizado la amenaza en un principio, el Presidente sale indemne y la opinión pública se mantiene dividida por líneas partidarias. La aprobación global de su tarea se mantiene en los niveles previos a la crisis: en torno al 45% (44% según el promedio de encuestas RealClearPolitics). La evaluación de la respuesta del Gobierno frente al avance de la pandemia sigue las mismas líneas: un estudio reciente de NBC y Wall Street Journal indica que el 45% aprueba su trabajo mientras que 51% no lo hace. Si se segmenta por identificación partidaria, el juicio del 81% de los republicanos es positivo mientras que el del 84% de los demócratas es negativo.

Segundo, la crisis toca una cuerda sensible del debate público estadounidense: el sistema de salud. Se trata del tema más importante de la agenda electoral: el 81% de los votantes afirma que ese tema será extremadamente o muy importante en su decisión (Gallup). La percepción del electorado guarda relación con la precariedad ?en relación a la riqueza per cápita del país- del sistema de salud. Estados Unidos es el único país desarrollado que carece de un seguro universal de salud y 27,5 millones de personas (8,5% de la población) no poseen cobertura médica, según datos oficiales. La extensión de la enfermedad pone de relieve la extrema mercantilización y los altos costos del sistema de salud. No por casualidad una de las primeras medidas negociadas en el Congreso ?cuenta ya con media sanción- en respuesta a la crisis fue garantizar la gratuidad de las pruebas de detección del virus. En este contexto, las propuestas de los candidatos para mejorar el acceso a la salud acrecentarán aún más su importancia.

Tercero ?y seguramente decisivo- el daño económico será grande: diversos análisis (S&P y Morgan Stanley, entre otros) indican una posible caída del PBI a un ritmo anualizado del 4-6% en el segundo trimestre, con un crecimiento casi nulo ?en el mejor de los casos- para todo 2020. Ello golpeará sobre el principal activo de Trump para lograr su reelección: una economía ?hasta ahora- en crecimiento (2,3% en 2019 y 2,5% promedio durante su presidencia) y el menor desempleo en 50 años. Ese escenario está cambiando y muy probable que el declive económico afecte las decisiones de los votantes, con consecuencias negativas para la actual administración. La duración y profundidad de la crisis será muy importante para sus aspiraciones.

Frente a la recesión que comienza, el Presidente ensaya una respuesta contundente, que mantenga a flote tanto la economía como sus aspiraciones. En plena sintonía ?al menos esta vez- con la Reserva Federal, que bajó su tasa de referencia a niveles de la crisis de 2008, ayer Trump anunció que enviará al Congreso un paquete de estímulo de US$ 850.000 millones para contrarrestar los efectos recesivos de la pandemia. Las medidas incluyen diferimientos impositivos y transferencias directas a familias y pequeñas empresas.

Como en toda crisis, el dato dominante es la incertidumbre: la duración e intensidad del desafío no es conocida. Tampoco sus consecuencias económicas y políticas. Es justamente en la gestión de lo inesperado y de lo imprevisible que se ponen a prueba los liderazgos. En los próximos meses sabremos si los norteamericanos creen que Trump está a la altura de las circunstancias.

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