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Doing Business: Argentina cayó al puesto 126°

Héctor Rubini 03 noviembre de 2019

Por Héctor Rubini Economista

Días atrás, el Banco Mundial publicó su informe anual “Doing Business 2020” que ordena a 190 países según indicadores del grado de facilidad para hacer negocios y actividades empresariales. Con relación al “Doing Business 2019”, Argentina cayó del puesto 119° al 126°, la peor posición desde que es incluida en ese índice (2007).

Los cuestionarios se elaboraron en diciembre de 2018, y se distribuyeron en febrero de este año. La recolección, procesamiento y elaboración de los scores para el ordenamiento de los países se completó en mayo de este año, y la revisión de las respuestas se completó en agosto. El ordenamiento se basa en mediciones tomadas en la ciudad de mayor movimiento económico de cada país, y en algunos países se incluye una segunda ciudad.

En el caso de Argentina, desde hace años el relevamiento se realiza en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. La información recolectada trata de reflejar atributos de 12 áreas o tipos de interacciones entre las empresas y su entorno, agrupadas en 5 dimensiones más generales: a) iniciar una actividad (abrir una nueva empresa y emplear trabajadores), b) encontrar una ubicación apropiada para esa actividad (obtención de permisos de construcción, registro de inmuebles y conexión a energía eléctrica), c) acceder a financiamiento (acceso al crédito y protección de derechos de accionistas minoritarios), d) algunas operaciones típicas de las empresas (pago de impuestos, facilidad para el comercio internacional, y contratos con gobiernos), y e) seguridad jurídica del entorno para la empresa (cumplimiento de contratos y resolución de insolvencia).

Los rankings se construyen a partir de un sistema de scoring que toma en cuenta 10 de estas 12 áreas. Por ahora no se excluyen indicadores sobre contratación laboral y contratos con gobiernos. Este último no está siendo monitoreado en todos los países.

Los 20 países con condiciones más amigables para hacer negocios siguen siendo países desarrollados, mientras que los 20 con peores condiciones para actividades empresariales son de África Subsahariana. Sin embargo, los 10 que han mostrado mayor cantidad y variedad de mejoras sobre las citadas 11 áreas han sido países en desarrollo: Arabia Saudita, Bahrein, República Popular China, India, Jordania, Kuwait, Nigeria, Pakistán, Tayikistán y Togo.

Además de Africa Subsahariana, los países de América Latina y el Caribe, han experimentado el mayor retroceso respecto de los indicadores del año pasado. Ningún país de nuestra región aparece este año entre los primeros 50 para el ranking de este informe del Banco Mundial. Los mejores ubicados han sido México (puesto 60°), Puerto Rico (65°) y Colombia (67°). Las notas destacables de nuestra región han sido escasas: a) la introducción en Brasil y en Ecuador de un sistema electrónico para el registro de transferencia de inmuebles, b) mejoras en la administración de causas judiciales en Paraguay, Costa Rica y Jamaica, c) digitalización de trámites de comercio exterior y mejora del sistema de licencias de importación en Argentina, d) agilización de trámites para instalar conexiones eléctricas en Barbados, e) mejoras en Bahamas en materia de protección de inversionistas minoritarios, y en Colombia respecto del proceso de resolución de insolvencias.

Para el indicador compuesto sobre facilidad para hacer negocios, Argentina descendió en un año del puesto 119° al 126°. Sin embargo, en algunos otros la caída fue mayor. En materia de facilidades para la apertura de un negocio, cayó del 128° al 141°. También empeoró en materia de facilidad para la obtención de energía eléctrica: descendió del puesto 103° al 111° y respecto de la facilidad para la obtención de créditos: del puesto 85° al 104°. Lo mismo respecto del registro de inmuebles (procedimientos, tiempo costos para transferir propiedades y calidad del sistema de registración de inmuebles): Argentina descendió del puesto 119° al 123°. También se observaron retrocesos comparativos en materia de protección de inversores minoritarios (del puesto 57° al 61°) y de resolución de insolvencia (del puesto 104° al 111°).

En cuanto a la facilidad para el pago de impuestos, Argentina cayó sólo un puesto, ubicándose en el 170°. Sólo se observaron mejoras respecto de la facilidad para obtener permisos de construcción (suba del puesto 174° al 155°) y para el comercio exterior (119° a 125°), y cumplimiento de contratos: se avanzó en el ranking mundial del puesto 107° al 97°.

Con solo dos excepciones, en la casi totalidad de los atributos mensurados en la Ciudad de Buenos Aires como muestra de Argentina nos encontramos en una posición en extremo desfavorable. Algo que deberá dejar de ser desdeñado por las futuras administraciones, habida cuenta de que otras plazas y países del mundo se van tornando más atractivos para actividades empresariales, y por tanto para nuevas inversiones y apertura de vacantes laborales.

Algunos datos muestran que además de prestar atención a la macro, hay que ocuparse de la maraña regulatoria que, en materia micro, es un verdadero palo en la rueda para volver a crecer. Según el Banco Mundial pagar impuestos y contribuciones en Argentina requiere 312 horas en el año, y esos gravámenes equivalen al 106,3% de las utilidades empresariales. En Brasil, 1.501 horas por año, pero equivalen al 65,1% de los beneficios empresariales. En Chile, 296 horas anuales, y representan el 34% de las utilidades.

A su vez, para obtener un permiso de construcción de un depósito de dos plantas de 1.300 m2 en un terreno de 929 m2 en Chile se obtienen luego de 12 trámites en 195 días. En Brasil se requieren 18 trámites que insumen 267 días. En Argentina (CABA), 17 trámites en 318 días. El costo de esa burocracia equivale en nuestro país a 3,1% del valor de ese inmueble, en Brasil al 1,3% y en Chile, 1,2%.

Claramente, Argentina deberá recuperar terreno perdido en varias áreas para ingresar a algún sendero de crecimiento y recepción de inversiones. Eso exigirá reformas estructurales que de una forma u otra fueron desdeñadas o postergadas en las últimas dos décadas. Caso contrario, sólo es de esperar un futuro de crecimiento mínimo, mayor pobreza e indicadores de inequívoco subdesarrollo.

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