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Aportes para pensar la crisis

Por más que duela y asumiendo que no resulta ni popular ni políticamente correcto debemos reconocer que Argentina está quebrada económica y socialmente

03 julio de 2018

Por Santiago del Sel Presidente del XXI Encuentro Anual ACDE

La nueva turbulencia que estamos atravesando, por razones externas pero alimentadas por inconsistencias propias, nos recuerda una gran obviedad que preferimos olvidar: Argentina está muy enferma por más que nuestra dirigencia se esfuerce en no decirlo o incluso intente maquillarla.

Es notable como en estas circunstancias se exacerba una vieja costumbre: todos somos expertos y obviamente proponemos la solución que a nadie se le había ocurrido.

Pero ello no hace más que sumar ruido, confusión y desconcierto entre la población y no colabora a mantener al paciente (pueblo argentino) en calma. ¿Qué opinión es la más adecuada, qué tratamiento deberíamos cumplir, quién nos habla desde el interés común dejando a un lado intereses particulares o vedetismos?

Todos hemos atravesado dificultades a nivel personal y aprendimos que en tiempo de confusión lo esencial y prioritario es disponer de una comunicación clara y sencillez para que el “paciente” entienda qué debe hacer y comprometerse con ello.

Y para ello lo primero es contar con un diagnóstico que, sin ser exhaustivo o perfecto, resulte suficiente para dimensionar el problema.

Por más que duela y asumiendo que no resulta ni popular ni políticamente correcto debemos reconocer que Argentina está quebrada económica y socialmente

Por más que duela y asumiendo que no resulta ni popular ni políticamente correcto debemos reconocer que Argentina está quebrada económica y socialmente.

Desde hace décadas gastamos más de lo que podemos, sea demandando divisas para pagar importaciones o solventar turismo en el exterior por encima de nuestras exportaciones o, lo que es peor, nuestros “administradores de consorcio” no respetan los presupuestos acordados y gastan más de lo que recaudan, incluso en años en que la presión impositiva ha llegado a niveles sin precedentes.

Esta sostenida e irresponsable compulsión por gastar más de lo posible nos obliga a vivir endeudados y depender permanentemente del crédito interno y/o externo. Cuando el crédito se termina, apelamos a dos medidas igualmente malas: “cobramos” el impuesto inflacionario y, de no alcanzar, incumplimos nuestras obligaciones. Esta conducta perversa explica la decadencia económica del país y la consecuencia de ello es el nivel de pobreza y exclusión que viven millones de compatriotas a contramano de un mundo que camina en eliminar la pobreza en poco tiempo más.

Cuando el crédito se termina, apelamos a dos medidas igualmente malas: “cobramos” el impuesto inflacionario y, de no alcanzar, incumplimos nuestras obligaciones

Triste logro que nos llena de vergüenza y que debería hacernos reflexionar sobre las causas que nos llevaron a esta verdadera catástrofe nacional y la necesidad de hacer algo para revertirla.

Y no importa mucho si la estadística marca una cifra u otra. Su magnitud y persistencia ofende y agravia a sus protagonistas y nos interpela como Nación con una historia notable de igualdad y oportunidades para millones de migrantes que encontraron en estas tierras un destino mejor.

Por más impreciso que sea este diagnóstico, el cuadro de situación nos habla de una situación extrema que requiere un tratamiento urgente y profundo y resulta esencial:

Asumir con franqueza y sin eufemismos que enfrentamos una crisis que es nuestra y que requiere de toda nuestra atención hasta nuevo aviso.

Reconocer que el desafío es de tal magnitud que no alcanzan individualidades, líderes providenciales o milagros.

Convocar al mejor equipo que “podamos presentar”, sin prejuicios y capturando nuestra diversidad y pluralidad, pero aglutinados con una estrategia de corto y largo plazo.

Si a lo anterior le sumamos austeridad, ejemplaridad y resiliencia por parte de nuestras dirigencias políticas, gremiales y empresarias, podemos ser optimistas y confiar que más temprano que tarde, lograremos torcer el destino decadente que desde hace años nos persigue y lograr un futuro prometedor que tal vez podamos disfrutar o al menos, “pagar” deudas para otras generaciones.

Llegó la hora de apostar por el diálogo y el encuentro, dejando a un lado controversias y heridas para superar grietas que tanto mal nos han hecho

Llegó la hora de apostar por el diálogo y el encuentro, dejando a un lado controversias y heridas para superar grietas que tanto mal nos han hecho.

El momento nos convoca. ¡Argentinos, a las cosas!

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