El Economista - 70 años
Versión digital

vie 26 Abr

BUE 17°C

Una reforma orientada hacia el crecimiento

30 diciembre de 2016

por Eliana Scialabba (*)

Los cambios de esta semana en Hacienda y Finanzas Públicas, con la salida de Alfonso Prat-Gay y el desdoblamiento de la cartera, nos llevan a repensar la política fiscal actual, y su relación con el nivel de actividad.

Si bien en la política fiscal tenemos dos componentes, gastos e ingresos, nos concentraremos en los ingresos tributarios, ya que son la base para solventar el nivel de gasto. El desequilibrio del sector público viene dado por un exceso del gasto respecto a los ingresos generados por el Tesoro, el cual a su vez provoca un efecto crowing-out en el gasto privado, que retrocede a la vez que la carga tributaria se incrementa.

Entre 2000 y 2015, la carga tributaria consolidada se incrementó casi 16%, pasando del 18,7% al 34,6% del PBI (36,6% del PIB si se le suma el impuesto inflacionario). Esta suba se explica por la introducción o suba de impuestos distorsivos, que en el mediano plazo, afectan el desempeño del sector privado, y por ende, la competitividad de la economía. Es interesante además pensar este aumento en los términos de la Curva de Laffer: vistas las estimaciones de la economía en negro, es dable pensar que nos hallamos en un punto subóptimo de la curva, donde al aumentar las alícuotas y generar nuevos tributos, se incrementan los incentivos a evadir.

La tarea

El nuevo Ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, no solo estrena cartera sino que tiene la dura tarea de reducir el déficit fiscal. No obstante, sería muy beneficioso, (por no decir necesario) en términos de reactivación, que se comience a analizar una reforma tributaria integral para reducir la injerencia del Estado, y brindarle más grados de libertad al sector privado como motor de crecimiento económico, a través de mayores niveles de inversión, y, por lo tanto, de empleo.

Para esto, es necesario simplificar el distorsivo sistema impositivo actual, que cuenta con numerosos impuestos a nivel nacional, tanto directos (Ganancias, Bienes Personales, aportes personales y contribuciones patronales) como indirectos (IVA, impuestos internos y específicos), sumado a los provinciales, que dan lugar a la doble imposición.

El “laberinto” impositivo, resultado de la suma de impuestos de emergencia, que se transformaron en permanentes, además de generar superposición de gravámenes producen complicaciones a la hora de tributar. Es necesario avanzar hacia un esquema en la que la imposición se concentre de manera directa, a fin de evitar “pérdidas” en el camino, dado que en muchas ocasiones, los agentes de retención cobran el impuesto pero luego no lo depositan.

Por otra parte, la política fiscal cumple un rol redistributivo. En este punto debemos analizar los impuestos progresivos y regresivos. En el primer caso, el que más tiene, más paga, como es el caso del famoso y mediático Impuesto a las Ganancias; en tanto, los regresivos, son aquellos cuya carga cae más que proporcionalmente sobre los sectores de menores recursos (a pesar que la alícuota sea la misma), como el IVA.

Si bien el debate se centraliza en Ganancias, que grava a las personas jurídicas y físicas que cuentan con un puesto de trabajo formal, cuyos ingresos lo ubican en el último decil de ingresos, consideramos que la reforma impositiva debe concentrarse en reducir la carga de impuestos regresivos como el IVA, y simplificar y centralizar el sistema en impuestos directos al ingreso, con el fin de aumentar la equidad tributaria, impulsar el nivel de actividad permitiendo que el motor del crecimiento provenga del sector privado, generador de empleo de calidad, y, a su vez, mejorar la distribución del ingreso, distorsionando lo menos posible el sistema de precios de la economía.

(*) Economista y docente universitaria. La columna fue escrita junto a Leandro Moro

Seguí leyendo

Enterate primero

Economía + las noticias de Argentina y del mundo en tu correo

Indica tus temas de interés