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Volare oh oh oh

El pez se pudre por la cabeza y, en política, los países se curan si cambian las cabezas.

Casa Rosada
Casa Rosada Archivo
Carlos Leyba 29 julio de 2022

Quienes nos gobiernan nos toman en solfa. 

Mientras esperamos el “enésimo” relanzamiento de este Gobierno, a cargo de Sergio Massa, recordamos esa canción. 

Imaginemos qué siente, en vuelo oficial, quién aterrizó en el suspenso de no saber si sigue siendo quien era al embarcar o ha dejado de ser  y “el cielo infinito” hizo que “un sueño parecido no volverá más”. Silvina Batakis.

Un vuelo a la pérdida de la identidad, ministerial o política, puede ser parte de ciencia ficción o verdadera realidad que ocurre en un país en el que un elenco político lamentable ha logrado la proeza del subdesarrollo autoinfligido. 

Me eximo de repetir las letanías del dolor presente. 

Sólo sabemos de dónde venimos aquellos que podíamos votar en los 60 o los 70. Un vuelo de 50 años en caída “en tirabuzón”. Responsabilidad de los pilotos. 

“Volare” (Gipsy Kings) dice: “Pienso que un sueño parecido no volverá más/Y me pintaba las manos y la cara de azul/Y de improviso el viento rápido me llevó/Y me hizo volar en el cielo infinito/". 

Premonición. Un país desperdiciando oportunidades cuando el viento es de cola. Y dejándose enterrar cuando es de bolina. 

Malos navegantes sin rumbo

¿Qué habrán pensado al aterrizar los  tres despedidos o encogidos, en pleno vuelo? No es sólo Silvina. La precedieron Alfonso Prat-Gay y Felipe Solá. 

Hay más historias vinculadas a ministros de economía anteriores, aviones, vuelos y despedidas. 

Ricardo López Murphy viajó a Santiago de Chile junto a Fernando de la Rúa. Al regresar ya no era ministro. Un viaje. 

Desde afuera -desesperado por volver- lo empujaba Carlos "Chacho" Alvarez, exvicepresidente. 

Tres de la tarde. Juan Sourrouille, subsecretario de Aldo Ferrer, descartaba el rumor de “radio pasillo”: “Juan, ¿es cierto que se van? No -dijo-. Sacamos los flaps y levantamos vuelo”. 

No es broma, Juan usó esa metáfora de “volar” mientras se echaba para atrás levantado los brazos. 

Al salir de ese despacho, el “Negro Costa” -el histórico jefe de los ordenanzas del Quinto piso-repartía La Razón 5ª que titulaba gigante “Se disolvió el Ministerio de Economía”. 

Los despidos no mejoraron la economía. 

De la Rúa partió en un ¡helicóptero! y el General A. Lanusse entregó el Gobierno, en mayo de 1973, con los precios volando a 80% anual. “El viento rápido me llevó” (Volare).

Acerquemos la lente.  Hablemos de los recientes despidos en vuelo. 

El de Pra-Gay fue el peor

¿Quiénes fueron los ejecutores? Mauricio y Marcos Peña. Prat-Gay (calificado profesionalmente) tiene una trayectoria. Junto a J. González Fraga propuso en 2002 “salir del corralito” con la emisión de miles de millones de pesos. Un sopapo grande para romper el dique de contención (el cepo a los dólares y a los pesos) que puso Domingo Cavallo en la desesperación del derrumbe de la convertibilidad. 

La de Prat fue una propuesta “a  la Ricardo Zinn”. Como dijo J. C. de Pablo, Zinn podía abrir cualquier puerta con una carga de dinamita que haría volar el edificio. Lo hizo Zinn en 1975. 

Prat se lo propuso en 2002 emitiendo a “lo bestia” . No le hicieron caso. Pero lo hizo como ministro, 13 años después. 

Devalúo  con quita de retenciones y de un solo golpe (dinamita en la puerta) logró que los por él acusados de delito cobraran $55.000 millones de (valor marzo de 2015) por el dólar futuro. Y “logró” que la tasa de inflación se acelerará. 

Prat ya había sido presidente del BCRA con E. Duhalde y Néstor K. -tenía experiencia-  y después hizo campaña política -con exhibición de estupenda salud corporal junto a Victoria Donda, que hizo lo propio- por las playas bonaerenses. Un discurso “progre” junto a Humberto Tumini (Barrios de Pie) que denota además ductilidad política. Obvio, no tanta como Alberto.

Luego de ese periplo escorado a la izquierda, llegó a ministro con Mauricio Macri a quien, además de la dinamita que colocó, le señalaba que aspiraba a un “acuerdo social” que se inspiraba en el Pacto de la Moncloa aunque los radicales, peronistas, conservadores, socialistas, en Argentina lo hicieron muchos años antes. La memoria es selectiva. 

Prat no aplicó ese plan. Sino el de las mencionadas medidas que tomó inicialmente. No le fue bien. No renunció “motu proprio”. 

Marquitos, leal como pocos, anunció que "Prat Gay estaba volando a Villa La Angostura para almorzar con el Presidente de la Nación, quien se encuentra en esa localidad descansando” (Clarín) y agregó que le habían pedido la renuncia. 

Mauricio y Marcos, mal.  ¿Sólo eso?

Vamos más cerca. Solá contó que con Cafiero (Santiago) fue por WhatsApp. "Yo estaba en un avión en El Salvador. Le pedí que no anunciaran la noticia, así no quedaba desapoderado en México, pero la necesidad de anunciar el gabinete era muy grande, y me contestó que los tiempos eran distintos y que lamentaba mucho que así fuera”. 

Alberto y Santiago, horriblemente alejados de toda norma de política y diplomacia. Un papelón a escala latinoamericana. 

Llegamos a nuestros días. Silvina Batakis es la primera ministra de Economía que, en muchos años, llega a ocupar ese cargo sin haber sido previamente “consultora” y sin ser habitual en la TV. 

Economista de la UNLP, con estudios de posgrado y una profesional formada en el ejercicio de la Administración Pública. 

No haber sido consultora, participante activa de los medios, hizo que muchos periodistas la califiquen negativamente por no conocerla y hasta llegaron a juzgarla por cómo se vestía. Julio H. G. Olivera, “el maestro” de los economistas argentinos, no se distinguía por ser un dandy.

Economistas más serios, el último que escuche fue Miguel Kiguel, destacaron de Silvina tener esa condición profesional tan necesaria y tan pocas veces elegida por los presidentes.  

Encerrada en unos límites políticos y de la realidad económica y social que son realmente extremos, heredó -sin beneficio de inventario- las enormes “chantadas” de Martín Guzmán, el monografista de J. Stiglitz. Y a pesar de ello Batakis dio fuertes señales de cordura. En soledad. 

Después de remar en el FMI y con inversores, analistas y comentaristas del mundo de las finanzas en EE.UU., de vuelta -tal vez con un poco de oxígeno-, la guarangada salvaje de esta gestión, prácticamente, le sacó la escalerilla o la manga, del avión en el aeropuerto. Salvajes.  

A pesar de que se odian por radio y televisión, Alberto Fernández y Mauricio Macri y sus elencos inmediatos, son dos caras de la misma moneda. Tal vez por ser lo mismo no se toleran. 

Esa es una moneda de plomo tirada al aire que se nos ha caído encima. Una pesadilla doble de la que aún no hemos podido despertar.  

Repetir las frases huecas y peligrosas, que a diario martilla Fernández, es un viaje al infierno, pero escuchar a Mauricio decir “hace dos años y medio que la Argentina está perdida" y que  “vamos a retomar el rumbo correcto que llevaba la Argentina entre 2015 y 2019” es demasiado. Una amenaza letal para los argentinos. 

Macri -formidable beneficiario familiar de esa Argentina en descomposición- intenta desconocer que nuestro país está en camino de pérdida hace 50 años (justamente a causa de quienes fueron sus beneficiarios). Y además tiene el caradurismo de inventar que el país tenía un rumbo correcto en su tiempo. 

En 4 años aumentó la deuda externa en US$ 90.000 millones (Marina dal Pogetto dixit) y se puso toda la economía de sombrero. Y como si fuera poco le allanó el camino a Cristina para su retorno. Fernández y Macri cuadran de maravilla con una clara definición de José Ortega y Gasset. 

Se la recuerdo. Para Ortega, “el guarango tiene apetito de ser admirable, superlativo, único” (…) “necesita creer en esa imagen”, y “como los demás no están dispuestos a reconocerlo tomará el hábito de aventajarse”. Por ese hábito sobreviene la identificación del guarango. ¿Que clarito no? 

Como siempre la sabiduría ancestral nos ilumina. Como 56% de los argentinos tienen o tenemos, sangre de los pueblos originarios (seguramente más de la que tienen los que se dicen mapuches que, si lo fueran, no son “originarios” sino invasores chilenos) debe hacerse presente que “guarango”  viene de “huarancu” que en quechua llama a un árbol espinoso, el churqui, uno de los tantos que hay en nuestras serranías, lo que metaforiza a un personaje tosco y rústico como lo define Ortega. 

Allende los mares y desde nuestro interior profundo la descripción es la misma. Por eso el mestizaje.
Finalmente la culpa no es del chancho, sino del que le da de comer.

Alberto es el cuarto kirchnerismo. Cuando Cristina sucedió a Néstor la propaganda sostenía que “ella” era más institucional, en síntesis, menos tosca. Error. Es rústica. Aunque se vista de seda mona queda. 

Cuando Alberto llegó había crecido por haber criticado al kirchnerismo con demasiada saña de opositor herido. Y alguien creyó que, del resentimiento por el despido, algo bueno podría surgir. Error. 

Y llegó Macri con su desierto de capacidades, “la inflación la arreglo en 5 minutos”, y nos estrelló y además, como ya dije, la hizo revivir a Cristina con todos sus dislates, pasados, presentes o futuros. 

Ahora Mauricio nos amenaza con volver, con un segundo tiempo. 

En todos los partidos y organizaciones hay muchas personas, la mayoría, decentes y normales. Los que hoy flotan en la superficie son los peores. 

La clave de bóveda es que ellos, los miembros decentes y normales de los partidos y las organizaciones que los hay, se saquen de encima, cada uno, la basura propia. 

La salida tiene que ser por la política. La que hay y la clave está en que cada  partido u organización, se deshaga, participando activamente, de todos los que nos trajeron hasta acá. 

Purificación interior de la política por la vía de la participación más activa, más democrática, de sus miembros. Hay miembros sanos.

El pez se pudre por la cabeza y, en política, los países se curan si cambian las cabezas. Condición necesaria. Sin liderazgos éticos y capaces, sin rumbo sin mirada al horizonte, el cuerpo se derrumba.

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