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Sainete

Este debate parlamentario fue y es, con todo respeto a la tradición teatral, un sainete, un palabrerío de conventillo. Eso, sainete y desprecio.

Sainete
Carlos Leyba 11 marzo de 2022

Antes de firmar la continuación del acuerdo, Alberto Fernández dijo: “Discutí dos años con ese mismo Fondo Monetario Internacional que yo desprecio tanto como todos”. 

No me incluya. 

“Despreciar” implica humillar y negar al “otro”. Poner bajo sospecha su integridad moral, arrogándose una superioridad que, al despreciar, pone en claro que no se tiene. 

Chesterton dijo “en la extorsión hay dos delitos”. El del que extorsiona  y el del que cometió el extorsionado que, escudado en la acusación, generalmente zafa. ¿Caso Eskenazi-Ducler?

“Lo desprecio” suena parecido. 

El FMI es un club. Para ser socio hay que pedirlo y pagar cuota. En él están todos los países, incluida China y el entrañable amigo de Alberto, Vladimir Putin.

Vladimir, en 2018, mirándola a los ojos le dijo a Christine Lagarde que “el FMI desempeña un papel importante en la preservación de la estabilidad global en el ámbito de la economía y las finanzas”. Estaba interesado en elevar la eficacia del organismo. Lo dijo en el Foro Económico de San Petersburgo, la antigua capital del imperio que Vladimir hoy quiere reconstruir a los tiros. 

Alberto propuso abrirle la puerta de nuestra Patria, comprarle armas y entrenar al Ejército con esas fuerzas que hoy tienen criminales de guerra y que, además, hasta ahora, parece que no les está yendo muy bien. 

Más grave, para alguien que se percibe “peronista”, es que si bien el Perón de la primera y segunda presidencia no ingresó al FMI (no lo necesitaba), en la tercera lo recibió para que hiciera la revisión de las cuentas públicas para ponerla a los ojos de todos los países. 

La revisión publicada en diciembre de 1974 (que  seguramente Cristina, Alberto y Máximo desprecian) dijo: “El gobierno que se hizo cargo del poder el 25/5/73 detuvo radicalmente la espiral de precios y salarios, mediante una política de Pacto Social (…) La expansión del crédito coincidió con una pronunciada mejora en la balanza de pagos, un aumento de reservas netas en el primer semestre de 1974 pese a la restricción a la importación de carne (CEE) y el encarecimiento del petróleo. En 1973 el PIB aumentó 5,4% (…) En sus esfuerzos por sanear la situación fiscal dan considerable importancia a la reforma tributaria que entrará en vigor en 1975”. (FMI, 16/12/74). Nunca antes ni después hizo similar elogio. Un espaldarazo para la “heterodoxia”.

Perón, en su legado, no despreció al FMI. Mantuvo el compromiso de la revisión. Y el FMI dio a conocer la verdad de las cifras y confirmó, en los hechos, que cuando las políticas son sustentables (crecimiento, estabilidad, cuentas externas y públicas) no es necesario el auxilio del FMI. 

También es verdad que, quienes se apropiaron del nombre de Perón para hacer política, no lo han reconocido. Desde su muerte han hecho, en los gobiernos “peronistas”, sin excepción, todo lo contrario. 

Y estando fuera del poder han propuesto todo lo contrario al pensamiento y al programa de Perón. Hasta el “estúpido imberbe” –como los llamó Perón– de Mario Firmenich, un montonero con OSDE, pretendía tener un programa “socialista nacional” de reemplazo, escrito y pensado, en el '74, por economistas hoy muy conocidos que, salvo honrosa excepción, jamás han pedido perdón por el crimen de alentar el asesinato para instalar el socialismo y encima han sido ministros de la democracia y algunos adalides de la destrucción de la industria. No los desprecio. Ellos se desprecian. 

Finalmente, si la política es pedagogía, los líderes deben cultivar “el aprecio” al otro. 

Qué sería de nosotros, condenados al default por La Cámpora, si no fuera por la claridad intelectual de Lilita Carrió que alineó a la oposición para reducir al Congreso a la aprobación del financiamiento del FMI y así salir del default. 

Que distinto caería parado Alberto si en lugar de abusar del “desprecio” (antes a Cristina y ahora a los opositores) hubiera usado “el aprecio”. 

Tal vez no habríamos asistido al sainete y a la ensalada rusa del día 8 con “las verdes”, minoría violenta y activa, militando contra el FMI en el día de la mujer (¿?), y a la izquierda de la impotencia, ayer nomás, tirando piedras, Molotov de modo terrorista, rompiendo el espacio público. Basta de palabras de violencia. 

Todo es consecuencia de cientos de horas de sainete mediático de la política que terminan hartando y confundiendo, porque no apuntan al fondo de la cuestión. Veamos.   

Con respeto por el sainete criollo, nacimiento del teatro argentino, no puedo evitar -al escuchar pedazos del debate parlamentario- identificar ese terremoto de palabras, con las disputas de conventillo de los sainetes que, entrecruzando humor y tragedia, evocaban las tensiones de una Argentina nueva, un alumbramiento difícil, en aquellas breves representaciones teatrales. Una de esas obras y a propósito del default del '90 se llamaba “Lo que sobra y lo que falta”. Dedicada a burlar a los amigos de Miguel Juárez Celman, amigo de la obra pública y de privatizar, a pesar que Julio A. Roca, en carta que comenta Carlos Ibarguren, le advertía que no era eso lo más sensato. 

“Lo que sobra y lo que falta” se estrenó en el teatro de Emilio Onrubia (abuelo de Salvadora Onrubia de Botana,) quien le dijo  a Leandro Nicéforo Alem, el cómo y el porque había reconvertido su fracaso literario en un espacio. Dijo: "Primero hice un sainete para teatro y como nadie lo quiere estrenar, ahora hago un teatro para el sainete".

De alguna manera, en este momento trágico para el planeta y doblemente problemático para la Argentina, en el debate del default, es como si la dirigencia política nacional nos dijera “prometimos hacer futuro, pensar construir la Nación a partir de las políticas del Estado, y como hemos fracasado en la capacidad de pensar, hemos transformado las ideas en una suerte de 'rompeportones' para gritar dentro del debate, con la sola función de hacer ruidos molestos”. 

En eso han convertido hacer política: ruidos molestos.  

Aquél sainete terminó con algunos presos. No hay sanción para el discurso vacío. 

Está muy bien que oficialismo y oposición cierren filas para el refinanciamiento.  

Está muy bien que “el programa que Guzmán” le propone al FMI y que éste acepta, que nos brinda dólares para pasar este Rubicon, sea el programa de Martín Guzmán. No el programa de la oposición. Es lógico. 

Resumamos. Aquí hay dos programas. El de Máximo (tal vez Cristina), La Cámpora, el Patria, la izquierda toda, las verdes feministas y de los demagogos anarcocapitalistas, que es ir al default con el FMI. 

La consecuencia sería multiplicar el caos local, en medio del caos global. 

Una oportunidad para quienes tienen causas pendientes en la Justicia de quemar los expedientes (no es literal). O para los que no se animarían a hacer lo que prometen (demagogos) también. Con su consentimiento o su silencio, los partidarios del default volvieron (o alentaron sin saberlo) a la práctica del destrozo del espacio público. ¿Un retorno físico de la “juventud maravillosa”? 

Para los ciudadanos de a pie (los sin casa, dólares y etcétera en el exterior, ¿los que tenían dólares en Rusia?) el país del default se convierte en un infierno. Horribles resultados.

Reconozcamos que Guzmán tiene su programa con el aval del FMI. Más tarifas (lo que está básicamente bien), menos subsidios (lo que está básicamente bien), menos emisión (lo que está básicamente bien) y tratar de mantener el gasto público para que la recesión no sea gigantesca. 

No es un buen programa, no tiene carne, ni inteligencia. Carece de estrategia porque, claramente, Guzmán no la tiene. El hombre estudió como se hacen los acuerdos de deuda y quiere demostrar que aprendió a hacerlos. Y si firma con el FMI ya está. Es todo lo que prometió. 

No tengo dudas que le dijo a Fernández, “a la deuda dejámela a mí que yo de esto sé”. 

Pero ni remotamente (pasaron dos años) le debe haber prometido una visión de desarrollo. Claramente no la ha manifestado. No la tiene este acuerdo y no creo que a Martín le importe. ¿Lo que sobra y lo que falta? 

Su compromiso es firmar una prórroga de deudas. No cómo pagarlas. No será bueno. Pero “es un programa”, con pobres objetivos y herramientas precarias.

Pero la oposición (JxC) no tiene ningún programa más allá de repetir “reformas estructurales” como un canon. 

Que como se refiere a la reforma laboral, previsional y tributaria, no son propiamente “estructurales” sino “formales”. Ponerlo claro. 

Si la Justicia laboral (como la penal) está copada por la cultura judicial que hace imposible el cumplimiento de las leyes, toda reforma legal nada cambiaría. 

Porque, como dijo Antonio Tarrago Ros, “la única ley que se cumple es la de la cultura”. En criollo, está prohibido cruzar por la mitad de la acera, pero “la cultura” es “dale que no viene nadie”. ¿Se entiende? 

No son las leyes laborales el problema de la administración laboral de la producción, son los jueces que no aplican esas leyes. ¿Qué Moyano bloquee una fábrica está en la leyes o los jueces no aplican las que lo impiden? 

¿Qué reforma previsional puede tener éxito si sólo un tercio de la fuerza laboral está en blanco y aporta para la seguridad? Sin duda que el abuso demagógico de Cristina es infinanciable. Pero hablemos de la ley “normal”. Ponga 82% móvil, ¿pero sin pleno empleo registrado? No hay ninguna ley que resuelva ese problema salvo que deroguemos la previsión social. 

Y, finalmente, cuando rige el empleo en negro y el mini o medio comercio de detalle absolutamente en negro, la evasión al 40% y la fuga de un pedazo grande del excedente, el problema tributario es “la evasión”. Otra vez “la cultura es la única ley que se cumple”. 

La oposición no tiene “un programa”, tiene “un discurso pobre” porque no pasa por la estructura productiva. 

Peor, cuando las papas quemaban, Mauricio puso el cepo, retenciones a la exportación industrial y default de la deuda en pesos. Tigre de papel.

Por eso este debate parlamentario fue y es, con todo respeto a la tradición teatral, un sainete, un palabrerío de conventillo. Eso, sainete y desprecio.   

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