Por Federico Ast (*) y Leandro Margulis (**)
En la década de los '80, Israel atravesaba un período de estancamiento económico y alta inflación. A comienzos de los '90, el país emprendió una serie de reformas para desarrollar un ecosistema de fomento de la innovación y la creación de empresas, como se describe en el libro Start-Up Nation. Hoy es una potencia emprendedora de la que nacieron startups como el sistema de navegación por GPS crowdsourceado Waze (adquirido por Google en 2013) y muchas otras que llegaron a cotizar en el Nasdaq.
Pablo Brenner es ingeniero, CEO de Collokia y Country Manager de Globant Uruguay. Vivía en Israel en la época en que comenzó la transformación. “Hay similitudes y diferencias entre el Israel de principios de los '90 y la Argentina de 2016”, señala. “Tanto Argentina como Israel tienen muy buenas universidades y muy buenos científicos. Pero en aquel momento, Israel tenía muy buena capacidad de implementación de ese conocimiento en el ejército, como en la unidad 8.200, el avión Lavi, Raphael, Elbit, etcétera. Las primeras startups de tecnología de esos años eran en áreas relacionadas a esos campos, como las telecomunicaciones y la seguridad”.
Como ocurrió hasta ahora en Argentina, en Israel no había venture capital extranjero. Los inversores eran mayormente locales. El programa Yozma dio una serie de beneficios para que los venture capital extranjeros se instalaran y ayudaran al crecimiento de las startups.
“La industria del venture capital en Estados Unidos está íntimamente vinculada con el programa SBIR, que Israel replicó en su programa Yozma”, explica Carolina Dams, profesora del IAE y mentora de NXTP Labs. “La característica más saliente del programa era que es un fondo de fondos. El Estado no invierte directamente en los proyectos, sino que tiene que haber un inversor internacional con reconocida experiencia en la industria. Eso hizo que se acercara mucha gente que sabía del tema. También hubo un esquema de incentivos muy bien estructurado, porque aumentaba las chances para los inversores”.
Apoyo social
Herb Stephens es un emprendedor serial, el primero en crear una empresa de Internet alemana que llegó a cotizar en la Bolsa. “La construcción de un ecosistema emprendedor depende del apoyo social”, afirma.
Por este motivo, las principales preguntas para avanzar tienen que tener a la sociedad como protagonista. ¿La sociedad apoya la toma de riesgos? San Francisco fue la capital de la fiebre del oro en California. Tiene a la toma de riesgos en el ADN. ¿La sociedad apoya a los nuevos ricos? Muchas sociedades trabajan duro en mantener a los activos en manos de sus dueños tradicionales. Silicon Valley es todo lo contrario a la costa este de Estados Unidos en este aspecto. ¿La sociedad apoya el cambio? Tiene que estar abierta a nuevas ideas, porque cada emprendedor es un agente de cambio.
Stephens considera que la clave está en hacer que sea fácil comenzar una startup y fracasar. “Hay que empezar por hacer que fundar una empresa sea fácil en términos burocráticos”, destaca. “Después, lograr que la sociedad vea al fracaso como algo normal. El 80% de las startups fracasan. No se puede crear un ecosistema exitoso en una sociedad que castiga el fracaso. El fracaso tiene que ser abrazado y aceptado”.
En la región, Chile fue el país que realizó los mayores avances en la consolidación de su ecosistema emprendedor. En 2010, lanzó Startup Chile, un programa de aceleración de empresas que funciona bajo la órbita de Corfo, con un financiamiento de unos US$ 36 millones para el 2014. Startup Chile selecciona unos 300 proyectos anuales de emprendedores de todo el mundo, a los que ofrece US$ 40.000 no reembolsables, a cambio de vivir un año en ese país y dictar una serie de charlas en escuelas y centros comunitarios.
(*) Economista, filósofo y periodista especializado en empresas tecnológicas. @federicoast
(**) Ingeniero en sistemas y desarrollador de negocios en Silicon Valley y mercados emergentes. @leanmarg
