En pleno año electoral, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, se está viendo seriamente perjudicado por la alta inflación que golpea a su país.
En abril, la cifra interanual superó el 12%, el número más elevado en 18 años, siendo la suba de los precios de los combustibles uno de los principales problemas.
Con el objetivo de frenar esa tendencia, Bolsonaro ha perdido las formas y ha incurrido en críticas que parecen de izquierda. Ayer, por ejemplo, sugirió que podría cambiar la política de reparto de beneficios de Petrobras, recortando el porcentaje que se distribuye a los accionistas.
Además, durante un discurso en un evento en San Pablo, Bolsonaro dijo que todas las petroleras del mundo han reducido sus márgenes de beneficio durante esta crisis económica, excepto Petrobras.
Hace unas semanas, se reveló que la petrolera estatal ha registrado una ganancia trimestral de unos US$ 9.000 millones, casi 40 veces más que el mismo período del año pasado. Sin embargo, eso no evitó que la empresa volviera a aumentar los precios del diésel 9%.
"Petrobras, estamos en guerra. Petrobras, no subas más los precios de los combustibles. Su ganancia es como una violación, es un absurdo", dijo el jefe de Estado.
La semana pasada, había echado a su ministro de Energía, Bento Albuquerque, por resistirse a cambiar la política de precios de Petrobras y a crear subsidios al combustible.
Por su parte, Adolfo Sachsida, quien asumió en el cargo, se comprometió a que su primer acto de gestión sería solicitar el inicio de los estudios necesarios para poder desestatizar Petrobras, una de las promesas de campaña de Bolsonaro si es reelecto en octubre.
