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100 años

Henry Kissinger, el estadista que moldeó el actual orden mundial

Tuvo un rol clave en la contención de la URSS, el acercamiento de EE.UU. a China, la guerra de Vietnam y el golpe de Estado contra Allende.

Henry Kissinger, el estadista que moldeó el actual orden mundial
Damián Cichero 28 mayo de 2023

Gracias a los avances tecnológicos y médicos, la esperanza de vida de los seres humanos se ha incrementado notablemente. Sin embargo, en pleno siglo XXI, que una persona cumpla 100 años de edad sigue siendo todo un hito.

Y esto todavía cobra mayor relevancia si esa persona no solo fue trascendente para la historia de la humanidad, sino que además continúa realizando aportes. Este es el caso de Henry Kissinger, quien el pasado 27 de mayo cumplió un centenar de años.

Heinz Alfred Kissinger nació en Fürth, Alemania, en 1923, en una familia de judíos alemanes y, a los quince años de edad, ya con Adolf Hitler en el poder, se mudó con su familia a Nueva York. 

Tras realizar sus estudios en la Universidad de Harvard, comenzó una exitosa carrera política, llegando a ser Secretario de Estado de EE.UU. y Consejo de Seguridad de la Casa Blanca.

Esto le permitió influir durante décadas en la política exterior estadounidense, aunque, pese a estar "retirado", continúa asesorando a los presidentes norteamericanos, además de seguir escribiendo libros más allá de su avanzada edad. 

Su famosa "mesa de tres patas"

Cientos de aspectos podrían destacarse sobre la carrera política de Kissinger. Sin embargo, fue su política de acercamiento a China, con el objetivo de debilitar a la Unión Soviética, su mayor proeza. 

  • En 1969, tras el triunfo en las elecciones presidenciales de Richard Nixon, Kissinger fue nombrado consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca y, como les sucedió a sus anteriores predecesores, su principal objetivo era contener a la comunista URSS en plena Guerra Fría.

Desde la llegada al poder de Mao Zedong en China, tras el final de la guerra civil en 1949, Washington se enfrentaba a dos gigantes comunistas al mismo tiempo. Sin embargo, desde un comienzo, la escisión chino-soviética se hizo presente: mientras que Moscú tenía la intención de influir en las políticas de los demás países comunistas, desde Pekín se mostraban reacios a aceptar cualquier intrusión en lo que consideraban su esfera de poder.

Pero las diferencias se incrementaron luego de la invasión soviética de Checoslovaquia en 1968, cuando el mundo conoció la "Doctrina Brezhnev", que afirmaba que la URSS tenía derecho a intervenir en otro estado socialista para preservar el verdadero socialismo, y desde Pekín se percataron de que podían llegar a sufrir la misma suerte.

Nixon y Kissinger se dieron cuenta tanto del temor de Pekín como que, desde el Kremlin, estaban preocupados por la postura que tomaría Washington ante un hipotético conflicto entre la URSS y China. Por ello, decidieron actuar: optaron por acercarse al actor más débil (China) con el objetivo de presionar a la URSS y así obligar a cooperar a ambos actores. 

"En la medida en que China y la URSS temían un acercamiento norteamericano a su adversario, ambas tenían un motivo para mejorar sus relaciones con Washington (...) mientras China tuviera más qué temer de la URSS que de EE.UU., su propio interés la obligaría a cooperar con nosotros", explicó el propio Kissinger en su libro La Diplomacia.

Y para lograrlo Kissinger implementó su famosa "mesa de tres patas", ya que, si se lograba mejorar los vínculos con China, indirectamente obligarían a la URSS a mejorar las relaciones con EE.UU., ya que Moscú no podría resistir conflictos en dos frentes en simultáneo. 

Además, para EE.UU., potencia económica del siglo XX, no estaba para nada mal que sus productos tuvieran acceso a un mercado de, por aquel entonces, casi 900 millones de personas. 

Así, tras dos viajes secretos de Kissinger a China para organizar los preparativos, que incluyó unas "vacaciones" en Pakistán, finalmente Nixon visitó Pekín, Hangzhou y Shanghái, entre el 21 y 28 de febrero de 1972, convirtiéndose en el primer presidente en la historia de EE.UU. en pisar China. 

Y como era de esperar, la estrategia fue todo un éxito: un mes después de la visita de Kissinger a Pekín, el Kremlin invitó a Nixon a Moscú. 

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Kissinger con David Rockefeller

No todo es color de rosas

Aunque nadie puede dudar de la capacidad estratégica de Kissinger, su visión realista del mundo lo ha llevado a defender posturas que, desde un punto de vista moral, son muy discutibles. 

Como buen realista, para Kissinger el principal objetivo de cualquier país es sobrevivir. Por ello, en un sistema anárquico en donde no existe una autoridad supranacional, los Estados dependerán de ellos mismos para lograrlo.

A partir de esta base, Kissinger consideraba que uno de los intereses vitales de EE.UU. en esa época era impedir la expansión del comunismo en América Latina, el patio trasero de Washington. Por ello, no titubeó a la hora de conspirar para derrocar al socialista Salvador Allende, electo presidente en Chile en 1970.

Kissinger era consciente de que Allende había sido elegido democráticamente. Sin embargo, explicó: "No veo por qué debemos quedarnos de brazos cruzados y ver cómo un país se vuelve comunista debido a la irresponsabilidad de su propia gente". 

El resto de la historia es conocida: el 11 de septiembre 1973, tras un golpe de Estado liderado por Augusto Pinochet, Allende se suicidó en el Palacio de La Moneda. 

Pero lo más anecdótico es que, ese mismo año, Kissinger recibió el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos para lograr un alto el fuego en la guerra de Vietnam. 

Es que, mientras apoyaba a Pinochet, Kissinger se las ingeniaba para que Nixon cumpliera con su promesa de terminar con la Guerra de Vietnam, pero sin convertirse en el primer presidente de Estados Unidos en perder una guerra.

Para lograrlo, Kissinger propuso la "vietnamización" del conflicto, lo que implicaba retirar a las tropas estadounidenses y dejar la guerra en manos de los vietnamitas. El funcionario fue uno de los principales negociadores, lo que posibilitó que, en 1973, se pusiera fin formalmente a la intervención de EE.UU. tras la firma de los acuerdos de París. 

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La guerra en Ucrania

Como se mencionó antes, Kissinger sigue más vigente que nunca y prueba de ello es que, recientemente, fue entrevistado por The Economist durante más de ocho horas. 

Como buen realista, para Kissinger el principal desafío de EE.UU. es el increíble ascenso de China. Por ello, mientras Donald Trump fue presidente, le recomendó acercarse a Rusia para crear una "nueva mesa de tres patas" y así contener a Pekín. 

En parte, Trump implementó dicha estrategia, ya que se sabe de los buenos vínculos que mantenía con el líder ruso Vladimir Putin. Sin embargo, desde la llegada de Joe Biden al poder, Washington dio un giro de 180° y comenzó a presionar al Kremlin.

En este sentido, nuevamente aplicando el realismo, en la entrevista Kissinger reconoció que la actual guerra en Ucrania es consecuencia de la expansión de la OTAN hacia el este. 

La posible llegada de la Alianza Transatlántica a Ucrania, y al mismo tiempo la frontera de Rusia, era una situación que Moscú no podía tolerar pensando en su supervivencia en el anárquico sistema internacional. 

Pero ahora, las cartas ya están echadas y para Kissinger solo hay una solución posible: Ucrania debe unirse a la OTAN, lo que será beneficioso para todas las partes, inclusive Rusia. 

Ante el poderío nuclear ruso, EE.UU. y sus aliados europeos se han negado a intervenir directamente en Ucrania. Sin embargo, le han cedido una gran cantidad de armamento, "armándola hasta los dientes" según Kissinger. 

"Ahora hemos armado a Ucrania hasta el punto de que será el país mejor armado y con los dirigentes menos experimentados estratégicamente de Europa", agrega. 

El problema es que, aunque a Rusia se le exige que devuelva la mayor parte del territorio que conquistó desde 2014, es poco probable que se desprenda de Sebastopol, su principal base naval en el mar Negro. 

Así, tanto Rusia como Ucrania quedarían insatisfechas y, en un futuro cercano, cualquiera de las dos podría iniciar un nuevo conflicto para obtener más conquistas territoriales. 

Por ello, Kissinger cree que, si Ucrania forma parte de la OTAN, se alcanzarían dos objetivos: se protegería a Ucrania de Rusia y, al mismo tiempo, EE.UU. podría evitar que una Ucrania revanchista ataque a Rusia. 

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