¿Esta es la empresa más sobrevaluada de la historia?
En la nueva Wall Street, el contratista militar más valioso del mundo no fabrica bombas, misiles ni aviones. Fabrica software.
Se llama Palantir Technologies, nació en 2003 inspirada en El Señor de los Anillos y hoy es el símbolo perfecto de algo nuevo: el complejo militar-IA. Sus productos no explotan, pero toman decisiones sobre quién es un objetivo, dónde está un dron, cómo se mueve un ejército o a quién vigila el Estado. Esa promesa de dominar la guerra (y la seguridad interna) con código, y no con acero, llevó a la acción a una valuación que roza lo inverosímil.
Mientras gigantes clásicos como Lockheed Martin, Boeing o Northrop Grumman siguen llenos de fábricas, ingenieros mecánicos y metal, Palantir vende un intangible: plataformas de datos e inteligencia artificial para gobiernos, ejércitos y agencias de seguridad. Y el mercado la está premiando como si fuera la dueña del futuro.
De proveedor oscuro a top 20 de la bolsa de EE.UU.
Hasta hace pocos años, Palantir era un actor casi clandestino de Silicon Valley, asociado al contraterrorismo, la CIA y el análisis de datos para las guerras de Irak y Afganistán. Hoy es otra cosa: una de las veinte empresas más valiosas de Estados Unidos, por encima de petroleras y de la mayoría de los bancos grandes.
Su valuación rozó los US$ 490.000 millones con menos de US$ 4.000 millones de ingresos en los últimos doce meses. Cuando Meta o Tesla cruzaron ese mismo umbral, ya facturaban varias veces más.
- Palantir llegó con ventas de "empresa mediana" y múltiplos que no tienen precedentes para una compañía de ese tamaño.
El paralelismo histórico es obvio: a comienzos de 2000, en pleno boom puntocom, Cisco se convirtió por un instante en la empresa más valiosa del mundo, con un precio que descontaba décadas de crecimiento perfecto. Veinticinco años después, sigue siendo un negocio sólido y rentable, pero sus accionistas de entonces todavía conviven con la resaca de haber pagado demasiado caro.
Con Palantir, muchos ven el mismo patrón, ahora montado sobre el boom de la inteligencia artificial y la geopolítica en llamas.
La guerra como modelo de negocios
Parte de la fascinación (y del vértigo) viene de su modelo de ingresos.
Palantir se alimenta de contratos militares y de seguridad en un mundo con conflictos abiertos en Europa, Medio Oriente y América. El Pentágono usa sus sistemas para detectar ataques con drones y coordinar operaciones. ICE los usa para rastrear inmigrantes y gestionar deportaciones. Hospitales y gobiernos los usan para monitorear datos masivos y planificar recursos.
En los últimos años, la empresa encadenó una lluvia de contratos: miles de millones de dólares con Defensa, Fuerza Aérea, Asuntos de Veteranos, departamentos civiles y agencias impositivas. Incluso un contrato con el IRS para profundizar el uso de analítica sobre datos fiscales, y aplicaciones específicas para organismos migratorios que ya generaron fuertes polémicas internas y renuncias.
Todo eso se tradujo en algo que el mercado adora: crecimiento brutal de ingresos, expansión en margen y una historia perfecta para vender a los inversores minoristas. Palantir ya no es solo una empresa; es un relato: IA, patriotismo, guerra y "skin in the game".
Alex Karp, el CEO que convirtió la polémica en un activo
Si Palantir es un caso único, su CEO, Alex Karp, también.
En los conference calls y en televisión, Karp no habla como un ejecutivo tradicional de software. Habla como un cruzado geopolítico. Defiende a las fuerzas especiales, a los servicios de inteligencia y a los "war fighters" que usan sus herramientas en el terreno. Se presenta como el arquitecto de una empresa "completamente anti-woke", orgullosa de tomar contratos que muchos en Silicon Valley prefieren evitar.
Cuando el gestor Michael Burry, famoso por The Big Short, reveló una apuesta bajista gigantesca contra la acción, Karp respondió que esa posición era "batshit crazy". Cuando analistas cuestionan la valuación, retruca que ni él ni nadie sabe cuánto vale realmente Palantir, y se compara con Amazon o Tesla: compañías que, según su relato, el mercado subestimó durante años.
Mientras tanto, la empresa se transformó en acción de culto entre los minoristas. Es una de las favoritas en las plataformas de trading, tiene fanáticos que la defienden en podcasts y canales de YouTube, vende merchandising con la cara de Karp y lanzó un programa que invita a adolescentes a saltarse la universidad para ir a trabajar ahí. No tiene productos de consumo, pero ya funciona como una especie de marca de estilo de vida pro-IA y pro-defensa.
"La empresa más cara que vi en mi vida"
Del otro lado, la lista de escépticos crece.
Analistas que siguen el papel de cerca la describen como "la empresa más cara que vi en mi vida" y recomiendan directamente shortearla salvo que uno crea que Palantir va a crecer más rápido y por más tiempo que cualquier compañía grande de la historia. Y no son los únicos: Burry se sumó al club de los osos con una posición bajista cercana a los mil millones de dólares.
El consenso de los más cautos es simple: la ejecución de Palantir es impresionante, su posición en el complejo militar-IA es fuerte y sus números hoy son sólidos. Pero incluso con todo eso, el precio de la acción exige demasiado. Exige que casi nada salga mal durante muchos años.
¿Qué tendría que pasar para que el precio tenga sentido?
La pregunta no es si Palantir es buena o mala empresa. Es qué tiene que ocurrir para que, en diez o quince años, el precio de hoy no parezca un delirio.
En términos de historia de mercado, la vara está altísima:
Sus ventas tendrían que multiplicarse varias veces apoyadas en nuevos contratos militares (Estados Unidos, OTAN, Israel, Ucrania, otros aliados) y en una adopción masiva de sus plataformas de IA en empresas privadas de todos los sectores.
Sus márgenes tendrían que mantenerse muy elevados, aun con Microsoft, Google, Amazon y decenas de unicornios empujando sus propias soluciones de datos e inteligencia artificial.
El contexto político y regulatorio no debería darse vuelta en contra: Palantir vive de la guerra, el conflicto y la vigilancia. Un giro fuerte en la opinión pública o en la regulación de IA y privacidad podría recortarle parte del upside.
Es posible. Pero es extremadamente exigente. De ahí la comparación con Cisco: incluso si la historia "sale bien", entrar a múltiplos tan extremos puede condenar a sus accionistas a años de frustración si el crecimiento termina siendo solo muy bueno, y no extraordinario.
Qué mirar si seguís la acción (o el CEDEAR)
Para un inversor argentino —o simplemente para un curioso de la nueva economía militar-digital— hay tres tableros más importantes que el ruido diario:
- Flujo de contratos: qué tan grandes y recurrentes son los nuevos acuerdos con Defensa y otras agencias, y cuánto se renuevan los existentes.
- Peso del negocio comercial: hasta dónde puede escalar el uso de sus plataformas de IA en empresas privadas y si logra no depender tanto de la guerra y del Estado.
- Valuación versus realidad: a estos precios, cualquier tropiezo en crecimiento o margen puede traducirse en caídas violentas, incluso si el negocio de fondo sigue sano.
Palantir ya es el rostro de la fusión entre guerra, datos e inteligencia artificial. Lo que el mercado está discutiendo ahora no es su relevancia estratégica, sino otra cosa: si la acción refleja el futuro... o si está escribiendo el capítulo más extremo de la nueva burbuja de la IA.