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El mundo con inflación: en 2021 y en 2022 también

Varios bancos comenzaron a subir sus tasas de política monetaria en 2021, lo que probablemente pase a ser la “regla” general a partir del próximo trimestre

El mundo con inflación: en 2021 y en 2022 también
Héctor Rubini 13 diciembre de 2021

El viernes se publicó el IPC de noviembre de EE.UU., que mostró un aumento 0,78% mensual, inferior al 0,94% de octubre, pero representa una suba de 6,9% interanual, la mayor variación interanual desde junio de 1982. A su vez, la inflación acumulada en los 11 primeros meses del año ha sido de 6,62%, la mayor para ese período desde enero-noviembre de 1981 (8,56%).

En la eurozona, la inflación de noviembre fue de 4,9%, el registro más alto desde 1997, superando al de octubre (4,1%). Allí ha tenido fundamental incidencia la fuerte suba del costo de la energía: 27,4% interanual en noviembre, que superó también a la de octubre (23,7%). En varios países de la región la suba de precios de noviembre ha superado buena parte de los pronósticos previos y encendido todas las alertas.

  • Francia: 3,4%, la mayor de los últimos 10 años
  • Italia: 3,8% 
  • Austria: 4,1% 
  • Irlanda: 5,4% 
  • Países Bajos: 5,6% 
  • España:  5,6%, la mayor de los últimos 29 años
  • Alemania: 6%, la mayor de los últimos 29 años
  • Luxemburgo: 6,3% 
  • Bélgica: 7,1% 
  • Estonia: 8,4% 
  • Lituania: 9,3%

La actitud del Banco Central Europeo ha sido la de minimizar esas subas. Tanto su presidente Christine Lagarde, como su vice, Luis de Guindos, han afirmado hasta hace pocas semanas que se tratan de rebrotes transitorios, pero la semana pasada, el propio de Guindos admitió que llevará más tiempo que lo esperado lograr que la inflación de la eurozona se aproxime a la meta del 2%. ¿Admisión de que con subas de tasas de interés y giro hacia una política monetaria restrictiva es muy poco lo que puede hacer?

Fuera de la eurozona el panorama no es muy diferente. En el Reino Unido la inflación de octubre fue de 4,2%, la mayor desde noviembre de 2011, superando en más de 100% a la meta del Banco de Inglaterra de 2% anual y la mayoría de pronósticos del sector privado estiman que noviembre cerró con una inflación de 4,1%. En Polonia, el IPC de noviembre subió 7,7%, la mayor suba desde enero de 2001 y en Rusia, la suba de precios al consumidor fue de 8,4%, la mayor desde 2016. 

Peor es el caso de Turquía: 3,5% mensual, lo que significó una suba de 21,3%, la mayor desde noviembre de 2018, superando el 19,9% del mes anterior. El panorama allí no es nada alentador: en noviembre el índice de precios mayoristas al productor subió 9,99%, o sea 54,6% interanual, y el costo de la energía 32,2%, superando el 25,8% del mes anterior.

El Gobierno de Turquía optó por la expansión monetaria, reduciendo la tasa de política monetaria de 19% anual en septiembre a 15% en noviembre. Las subas de precios en aumento, y la contracción de la demanda de liras turcas, agudizaron la pérdida de credibilidad en el presidente Recep Erdogan. Sobre todo, después de haber removido en octubre a dos directores del Banco Central de Turquía y a un miembro del comité de política monetaria por negarse a bajar las tasas de interés. Esto condujo a la depreciación de dicha moneda por más de 40%, y está generando las condiciones para más expectativas de inflación, pérdida de confianza en la moneda y en el sistema bancario.

Con inflación en aceleración, el banco central turco optó por una política monetaria más laxa, ajustó su pronóstico de inflación para 2021 de 14,1% a 18,4% (ya inferior a la realidad), y mantuvo sin cambios una meta de inflación (ya nada creíble) de 5 % anual. Hacia la primera semana de 9 de noviembre el dólar cotizaba en torno de 9,7 liras turcas, aproximadamente y al fin de la semana pasada a superaba las 13,8 lira turcas. A nadie sorprendió la suba del tipo de cambio de más de 40% en apenas un mes. 

Para muchos, lo sorprendente es que no haya ocurrido antes y varios economistas y ex funcionarios han formado el llamado Grupo de Investigación sobre Inflación (ENAG), cuya medición para noviembre resultó en una inflación mensual notablemente mayor: 9,91% (58,65%). 

Desde 2020 sus mediciones muestran sistemáticamente una inflación que en algunos meses hasta cuadruplica a la “inflación oficial”, de ahí que sus responsables hayan sido multados en mayo de este año en un proceso judicial promovido por el Instituto de Estadísticas de Turquía, bajo los cargos de “difamar públicamente” al gobierno y “engañar a la opinión pública”. Pero la medición del ENAG se está consolidando como la realmente creíble, y los partidos políticos opositores siguen acusando al gobierno de manipular y publicar cifras de inflación inferiores a las reales.

En todos los casos (no sólo en Turquía) las razones detrás de este rebrote inflacionario son básicamente las mismas.

  • Fuerte emisión monetaria para sostener la demanda de bienes y servicios, y de la mano de obra durante y después de los peores meses de cuarentenas.
  • Restricciones de oferta por los atascos en puertos y otros puntos de las cadenas de suministro en EE.UU., el sudeste asiático y Europa, que han retrasado entregas en todo el globo y encareció los costos de fletes y almacenaje. 
  • La suba del precio de los combustibles y de la energía eléctrica, que parecen tener mayor impacto relativo en Europa y Asia.
  • Subas de costos salariales en los países donde se observan mayores faltantes de mano de obra, en particular en Estados Unidos.

Varios factores coyunturales escapan a la influencia de los bancos centrales, pero apostar al emisionismo no harán más que agravar este problema. Para muestra basta el caso de Turquía, por no citar el de nuestro país, que ni con controles de precios y de cambios logra una inflación anual de un dígito. 

En general, varios bancos centrales comenzaron a subir sus tasas de política monetaria en 2021, lo que probablemente pase a ser la “regla” general a partir del próximo trimestre, al menos hasta que empiece a revertirse la actual dinámica que se retroalimenta con las actuales expectativas inflacionarias y su traslado a salarios y a diversos contratos. 

El 2021 termina, inevitablemente, con buena parte de las economías del mundo “recalentadas”, y aparece un 2022 inflacionario, en presencia de un giro hacia una “moderación” monetaria de dinámica por ahora incierta.

En general, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo esto supone el giro hacia mayores tasas de interés, y su consecuencia inevitable: menor atractivo relativo de emisores de activos de mayor riesgo, tanto de países desarrollados como de países emergentes. Y en el caso de estos últimos menor liquidez disponible y mayor tasa a pagar, sobre todo para los deudores públicos y privados percibidos como de menor probabilidad de repago de sus deudas en tiempo y forma.

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