IIBB no es solo un impuesto: es una cadena de dificultades y una sensación de fatalidad entre los empresarios y emprendedores que parece no tener fin
En 1977, en el contexto de la dictadura militar, el Gobierno argentino implementó el Impuesto sobre los Ingresos Brutos (IIBB), un tributo destinado a reemplazar el impuesto a las ventas y mejorar la recaudación de las provincias.
En un principio, se pensó como una medida temporal, pero con el tiempo se consolidó como una de las principales fuentes de financiamiento del país, a pesar de las advertencias sobre sus efectos negativos.
Hoy, dicho impuesto continúa siendo una carga exigente para las empresas, especialmente para las pequeñas y medianas (pymes), cuyas dificultades se ven multiplicadas por el efecto acumulativo de este tributo.
La promesa de alivio: un futuro condenado
El origen de IIBB puede entenderse como una medida de emergencia, una solución rápida ante las necesidades fiscales del momento. Sin embargo, la historia nos recuerda que, a pesar de ser presentado como "temporal", el impuesto se fue consolidando con el tiempo, convirtiéndose en un componente estructural del sistema tributario argentino fundamental.
Lo que comenzó como una promesa de alivio se transformó en una trampa impositiva, con un destino anunciado: el perjuicio directo de la economía empresarial sin posibilidad de escape.
A lo largo de la historia fiscal de Argentina, ha habido varios impuestos que se implementaron como medidas "temporales" o "de emergencia", pero que con el tiempo se consolidaron como permanentes debido a la necesidad de recaudación y a la falta de reformas fiscales efectivas. Los dos ejemplos más fulminantes de impuestos que comenzaron como temporales y luego se quedaron en el sistema son:
- Impuesto al Cheque (Impuesto a los Débitos y Créditos Bancarios): Introducido en 2001, durante la crisis económica, como una medida transitoria para aumentar la recaudación fiscal hasta diciembre del 2002. 24 años después sigue vigente.
- IVA: En el año 1995 se elevó "transitoriamente" del 18% al 21% por un año, alícuota general actual.
El Impuesto como un ciclo inevitable
Ingresos Brutos tiene una característica que lo diferencia de otros tributos: su efecto acumulativo. Este sistema, en el que el impuesto se aplica a cada etapa de la producción y comercialización de bienes y servicios, genera un aumento progresivo en el precio final para el consumidor.
Este "efecto cascada" no solo afecta a los grandes empresarios, sino que también impacta gravemente a las pymes, quienes no tienen la capacidad de absorber los costos adicionales generados por el impuesto.
Aunque ha habido numerosas propuestas de reforma, como el Primer Pacto Fiscal de 1993, que prometía la eliminación del gravamen, la realidad ha sido otra. La presión fiscal sobre los sectores productivos fue haciéndose cada vez más grave. Los intentos de una solución efectiva parecen una ilusión y se desvanecen sin ofrecer resultados reales, donde los esfuerzos por evitar el destino trágico de la obligatoriedad de este bruto impuesto resultan inútiles.
El imposible escape del contribuyente
Uno de los aspectos más críticos del impuesto es cómo perpetúa una estructura económica rígida, que penaliza la innovación y la competitividad. Las pymes, en lugar de ser incentivadas a mejorar sus productos o procesos, se ven obligadas a enfrentar un entorno fiscal que dificulta su crecimiento.
En lugar de fomentar la inversión en nuevos proyectos o en la mejora de la calidad, Ingresos Brutos crea un ciclo de sobrevivencia. Las pequeñas empresas no pueden permitirse arriesgarse a emprender nuevas iniciativas si sus costos son elevados desde el inicio.
Este entorno de incertidumbre y carga fiscal desproporcionada enflaquece la capacidad empresarial. Los negocios más pequeños se ven atrapados en un sistema que no les permite crecer ni diversificar sus operaciones, condenándolos a una estructura de producción menos competitiva.
Sin dudas, esto frena la creación de empleo y la generación de valor agregado, lo cual limita las oportunidades de progreso económico en el país.
Las consecuencias del impuesto: un trágico final
IIBB no es solo un impuesto, es una cadena de dificultades económicas y una sensación de fatalidad entre los empresarios y emprendedores que parece no tener fin. Esta situación deja a las pymes atrapadas, condenadas a un desenlace que se podría haber evitado si se hubiera actuado a tiempo.