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Reflexiones sobre la década kirchnerista

El 10º aniversario del 25 de mayo de 2003

17 mayo de 2013

(Columna de Juan Miguel Massot, director del Instituto de Investigación en Ciencias Económicas de la USAL)

El 25 de mayo se cumplen diez años del ascenso de Néstor Kirchner a la Presidencia de la Nación. En otros términos, una década de gobiernos kirchneristas. Resulta de interés exponer algunos de los rasgos sobresalientes de los acontecimientos de este período. Estos pueden presentarse desde dos ópticas necesariamente complementarias.

Por una parte, una forma de pensar el denominado “modelo K” es interpretarlo como un modo de entender y hacer política en la Argentina después de la crisis de 2001, pero bajo un enfoque alternativo y evolutivo de cómo definir y de cómo aplicar algunas ideas sobre la libertad, la democracia y la organización política y social. A pesar de que el sistema siga siendo democrático e incluso más liberal en varias cuestiones sociales sensibles en la Argentina de hoy, el país ha ido evolucionando consistentemente hacia un tipo de organización más populista y menos republicana debido, entre otros factores, a la cada vez más frágil división de poderes entre el Poder Ejecutivo, el Congreso y la Justicia.

Por otra, la década incluye un ciclo casi completo de auge y decadencia de la política económica, lo cual se refleja fielmente en los indicadores macroeconómicos (crecimiento económico, inflación, desempleo, nivel de reservas internacionales, nivel de endeudamiento total, grado de apertura internacional de la economía) y sociales (pobreza, indigencia, distribución del ingreso, acceso a bienes y servicios sociales básicos, inseguridad). El estancamiento económico y social de los últimos dos años, y la baja probabilidad de una mejora sustantiva y sostenible, hablan por sí solos del agotamiento del enfoque aplicado por el Gobierno en funciones y de la creciente incertidumbre que domina todo el escenario.

Esta situación económica es el resultado de una aplicación crecientemente irracional de instrumentos de política económica oportunamente sostenidos por un discurso en el que no tienen lugar la persuasión, y sí los desbordes de la pasión y de la imposición violenta.

El discurso y las decisiones han llegado a conformar un círculo vicioso. La actitud oficialista de negar o camuflar problemas, y evitar la reflexión crítica sobre sus propias políticas, no ha dado otro resultado que recurrentes vueltas de tuerca, incrementando los desaciertos que ya resultan difíciles de ocultar por más descalificantes que resulten las arengas y militante la actitud de los que lo acompañan.

Con respecto a esto último, cabe indicar que esta experiencia histórica permite redescubrir una lección para las generaciones más jóvenes. Si bien la pasión es valorable en todas las facetas de la acción humana, cabe remarcar que cuando se la pone al servicio de la violencia y del autoritarismo político termina contribuyendo a la derrota de los propios ideales que propone defender, como la libertad y la igualdad, por eclipsar excesiva e innecesariamente el rol que debería tener la razón y la argumentación en la política.

En honor a estos, y como contraste con algunas ideas que estructuran el discurso oficialista, si bien la década que se cierra este mes puede ser rescatada en algunas cuestiones que una sociedad moderna considera como relevantes, también es rica en errores e inconsistencias que hacen empalidecer de manera paulatina cualquier avance que se haya realizado en materia económica, social y política.

Otra lección que de la historia contemporánea del país y que este período político reconfirma es que cada vez que un gobierno intentó perpetuarse se autodestruyó y, consiguientemente, hizo padecer lo indecible a los ciudadanos. El fracaso de la sociedad argentina como un todo para imponer límites al poder político de una mayoría, siempre transitoria, no implica que aquellos que nos lideran deban caer fatalmente en las fauces de un narcisismo que conduce al país de manera inexorable y recurrente a feroces crisis.

Dada las crecientes dificultades económicas, sociales e institucionales del país, este reclamo hacia una clase dirigente con evidentes rasgos de decadencia reviste especial importancia, y lleva a pensar que la Argentina se enfrentará a desafíos no triviales a corto plazo si no se revierte esta tendencia en materia de liderazgo social y no se fortalece el sistema de partidos políticos. Claramente, el país enfrenta tiempos cruciales. De las decisiones tomadas y los caminos que se recorran en los tiempos inmediatos dependerá el país que recibirán las próximas generaciones.

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