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Debatiendo sin información

06 septiembre de 2013

(Columna de Carlos Leyba)

¿Cómo y dónde estamos respecto de las variables que componen el escenario del presente macroeconómico? La singularidad nacional reside en que los números y las estadísticas que pretenden sintetizar el presente no son únicos. Y hasta son contradictorios según quien mira la realidad. Aquí y ahora las diferencias de opinión no son sólo sobre causas y consecuencias (lo normal), sino que las principales divergencias están en el valor de las variables (lo anormal). ¿Cómo debatir razonablemente en este abismo de percepción de la realidad? Es grave.

La política económica se define por donde estamos y por dónde queremos ir. Aún compartiendo el destino, si el punto de partida (el presente) es diferente, las rutas, ritmos y vituallas a cargar, son distintos. Pasemos a la pregunta del futuro inmediato. ¿Cómo nos irá a nivel colectivo? Esta pregunta está cargada con preocupación por la situación internacional que puede afectarnos (Brasil, soja, petróleo, holdouts); por la incertidumbre política derivada de un Congreso que será menos regimentado y, por lo tanto, más conflictivo y, por último, la potencial tensión social que está vinculada a la situación de pobreza y de los bordes de la pobreza.

La pregunta por el mañana está condicionada por esas circunstancias exógenas al menú económico local. La economía de mañana es “nuestra economía” y también nuestras circunstancias internacionales, políticas y sociales. Cualquiera sea la idea que tengamos acerca de la performance de los últimos años, esas circunstancias no se presentan sencillas para el tiempo inmediato. Veamos.

Allá

La economía de los países ricos y grandes está en un camino de mejora, más allá de los enormes problemas de desempleo (deuda social) y de financiamiento (deuda pública) que afrontan y que aseguran, entonces, un ritmo cansino en la recuperación. Pero las economías de los emergentes (Brasil, Rusia, China y la India) o las economías del “centro de la periferia” están complicadas. Todos esos países se desaceleran porque pagan el doble precio de una Europa que, bien que mejorando, estanca su demanda y de un Estados Unidos que recupera su aparato productivo y, además, aprieta en el campo monetario.

La expansión de los emergentes, por ejemplo Brasil, se apoyó en la mano de obra abundante ?y sufre del crecimiento de los salarios expresados en dólares? o en la abundancia de los recursos naturales o en una combinación de ambas. No obedeció la expansión a la productividad sino a la abundancia de factores. No nos detendremos a señalar la fragilidad de esos accesos al crecimiento que, si bien pueden ser sostenidos en el tiempo, no calan en profundidad en el proceso de desarrollo de las estructuras.

Aquí

Tengamos en cuenta que nuestra economía es doblemente emergente. Por una parte, la salida del desempleo abismal y la explosión de los términos del intercambio son factores de “nuestra emergencia”. Y además estamos enganchados a la demanda de los emergentes grandes y esto determina nuestras condicionantes internacionales inmediatas. En cuanto al escenario social, el ritmo reciente de crecimiento de la economía ?sin dudas importante, más allá de que los números que habitualmente manejamos estén sometidos a discusión? no se ha reflejado en soluciones sociales estructurales.

La crisis de desarrollo social de nuestro país, iniciada con la dictadura, no ha logrado ser revertida plenamente y los posibles escenarios de tensión social dependen, para materializarse, de que el sistema económico haga sentir limitaciones para su actividad compensatoria. El escenario social es un condicionante. La cuestión política, en las próximas semanas, tendrá una temperatura superior a la normal y, aunque la instalación habrá de soportarla, el futuro es de incertidumbre.

El oficialismo será derrotado. Pero no será reemplazado. Nada hasta el presente permite imaginar una configuración alternativa a la dominante. Y nada permite imaginar una recuperación de vigor por parte de la alternativa actualmente dominante.

Economía desinformada

Ni el vigor del viento de cola, ni el proceso de fuerte recuperación social ni un clima político vigoroso estarán disponibles para el futuro como si lo estuvieron en la década iniciada en 2003. La consecuencia de esta afirmación es que hoy, tal vez más que nunca, dadas las condiciones internacionales, sociales y políticas, la marcha futura de la economía depende de cómo esté hoy la economía. A la economía de mañana no la sostendrá ni empujará el viento de cola, no la conducirá un liderazgo político vigoroso y la demanda social no podrá disponer de una fuente de compensación generosa e inmediata. La economía dependerá de sí misma. La clave del futuro inmediato, entonces, dependerá de cómo este hoy la economía local.

Y es justamente aquí donde reside la debilidad “política” del diagnóstico. Es imprescindible establecer de manera única y compartida dónde estamos. La información, para ser útil, debe ser única. Lo que debe diferir es la prioridad que le asignamos a cada variable. El debate no puede residir acerca de los hechos que la información describe. La discusión se ha de situar en las causas, o en las consecuencias, o en las prioridades que cada uno asigna. Eso es lo correcto en los debates sobre el presente.

La información, para ser tal, debe ser única y compartida por los actores. Sin información única, toda discusión sobre el presente y sus consecuencias es inviable. La incertidumbre de la información es un hecho grave y dadas las condiciones (internacionales, sociales y políticas) en las que se desarrollará el futuro, la primera prioridad es acordar la reconstrucción de un sistema de información único, y consensuado por todos, para tener un diagnóstico del presente y que las diferencias se limiten a las causas, las consecuencias y las prioridades. Con las limitaciones de toda información estadística, necesitamos conformar un escenario común que hoy no está disponible y que ?de ninguna manera? podrá poner a disposición el cambio de los índices de precios por parte del Indec actual sin la auditoria del Congreso, la academia, las organizaciones de los trabajadores y de los empresarios.

No sabemos dónde estamos. Siendo así, no hay ninguna posibilidad de debate productivo. No tenemos acuerdo en cuál es la tasa de inflación; es difícil consensuar cuál ha sido la tasa de crecimiento de la década; las tasas de desempleo de los últimos años son discutibles y respecto de las cuentas fiscales y externas hay discrepancias de conceptos que llevan a números diferentes. Lamentablemente la incertidumbre de información es aún mayor. La pobreza, la cosecha, las reservas netas disponibles, la información energética (incluido el contrato con Chevron) y el potencial eléctrico, la inseguridad, son otros tantos “números” que, en lugar de ser información, son incógnitas por no ser únicas más allá de los números militantes de uno u otro lector.

En la neblina

Nicolas Kaldor, economista de la Escuela de Cambridge, sentó las bases del “cuadrado mágico”, los cuatro grandes objetivos de la política económica: pleno empleo, crecimiento, estabilidad de los precios y equilibrio externo. Hay consenso sobre estos objetivos.

Las dos principales corrientes de la política económica de la posguerra se definieron por prioridades diversas acerca de ellos. La etapa keynesiana del acuerdo social se inclinó por la prioridad del pleno empleo y para lograrlo acordó con los sectores sociales y políticos la obtención de los otros objetivos. La etapa neoliberal renunció al acuerdo social y adoptó el “objetivo único” que fue el de la estabilidad. La etapa keynesiana deparó un crecimiento sistémico a lo largo de 30 años. La etapa neoliberal, desde mediados de los '70 del Siglo XX navegó una economía de crisis que, finalmente, no logró ninguno de esos objetivos. Cosechó desempleo, estancamiento, deuda pública y desequilibrio externo. Elementos que juntos trajeron a la memoria, en el apogeo de la crisis, “El grito” de Edward Munch.

Para el oficialismo estamos cerca o en pos del pleno empleo; la tasa de inflación está estacionada en 10,6%; el crecimiento se ha recuperado y marcha al 5,5% (EMAE) y el equilibrio externo está garantizado mediante políticas de administración del comercio y del mercado de cambios (cepo, devaluación, DJAI, etcétera). Para los críticos, la tasa de desempleo, eliminando las distintas formas de subsidio o computando adecuadamente los trabajos a tiempo parcial, es mayor a la del Indec; la tasa de crecimiento, desde 2007, está sesgada hacia arriba en un porcentaje importante y las cuentas externas, habida cuenta de la dinámica de las reservas, están lejos de ser promisorias.

El oficialismo, en síntesis, sostiene que la economía del presente es fuerte para sostenerse ante los embates de las condiciones externas (internacionales, políticas y sociales). Los opositores ven una economía frágil y débil para enfrentarse a esas condiciones. Débil frente a las condiciones externas significa menos crecimiento y empleo, más inflación y problemas de financiamiento. El oficialismo descarta la existencia de esos problemas. Ambos tienen información diferente. Presentes diferentes y futuro conflictivo. La información, para ser útil, debe ser única. Deberíamos saber que está prohibido manejar en la neblina.

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