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“Hay que aumentar el volumen de las exportaciones”

Entrevista al economista Daniel Heymann

27 julio de 2015

(Entrevista a Daniel Heymann. Por Facundo Matos Peychaux, Juan José Battaglia y Alejandro Radonjic)

En un extenso diálogo, el prestigioso economista Daniel Heymann repasa los desafíos que hay que superar para tener una economía que respete “la ecuación macroeconómica” y, al mismo tiempo, logre dar empleo a sus habitantes. A continuación, el diálogo completo que mantuvo con El Economista.

¿Qué temas está estudiando últimamente?

Estoy trabajando sobre las perspectivas de mediano y largo plazos de las idas y vueltas de la economía argentina. Si bien todas las economías son especiales, la nuestra tiene caracteres específicos que hacen que la búsqueda de un sendero de crecimiento tenga, también, características particulares. Hay dos tipos de economías polares. En un lado, están aquellas que son extremadamente ricas en recursos naturales: eso les genera ingresos altos, tienen una economía de servicios e importan manufacturas pero para ellas la enfermedad holandesa no es un problema, porque son ricas. En ellas podés tener una buena educación y te podes dar el lujo de tener servicios sofisticados, potencialmente exportables, incluso. Te va bien. Por otro lado, tenés el otro extremo histórico, por ejemplo, las economías asiáticas, que hicieron una transición fantástica y pasaron del esquema de producción y exportación trabajo intensivo con mano de obra barata hacia la tecnología. En ambos casos tenes sostenibilidad macroeconómica, es decir, divisas. En un caso, por los recursos naturales, que te dan un ingreso alto. La generación de empleo te lo da la demanda derivada de esos recursos y lo que quizás te falta es el fermento del cambio tecnológico que te da crecimiento propio. Pero, de todas maneras, ya sos rico. Por otro lado, las economías a la asiática, ellos tuvieron la suerte y la habilidad que la generación de divisas, es decir, la sostenibilidad macroeconómica se la daba la producción intensiva en mano de obra, es decir, generaba empleo. Además, eran actividades sujetas al cambio tecnológico. Es decir, pusieron segunda y pasaron a esas actividades.

¿Y la Argentina?

Nosotros no estamos en ninguno de los dos extremos. Tenemos una base importante de recursos naturales y un potencial que aún queda por aprovechar, de dinamismo en el sector agropecuario tradicional y en otras actividades ligadas a la agroindustria. Pero no somos un país muy rico. Hagamos un cálculo rápido. Pensemos que los granos están a US$ 400/tn y tenemos una cosecha de 100 M/tn. Es decir, US$ 1.000 per capita. En Chile, con el caso del cobre, son el doble. Otro caso: Venezuela. Tranquilamente el doble. Nuestra producción del núcleo es la mitad. Con eso no generás un ingreso que está sociedad está queriendo tener. No somos lo suficientemente rico per capita en recursos naturales. La alternativa de mano de obra barata no la vamos a tener. Argentina no es una opción, social y estructuralmente, para eso. Moraleja: tenes los recursos naturales, y tenes que potenciarlos. Pero solos, no te alcanzan. Las actividades que te dan sostenibilidad macroeconómica tienen oportunidades de cambio tecnológico, y en otros casos no. Ni tampoco tienen gran potencial de generación de empleo. Las actividades que tienen potencial de cambio tecnológico no necesariamente generan empleo y tampoco te aportan mucho al balance macro.

¿A cuáles se refiere?

Algunas actividades manufactureras que pueden ser intensivas en mano de obra. Tomemos el caso del INVAP. Es fantástico, pero no te altera la ecuación macro. Son más que bienvenidos, pero no vas a buscar generación de empleo ni rellenar la restricción externa con estas actividades. Hagamos una imagen geográfica. Tomemos el caso del diseño en Palermo. Hay gente inteligente, innovadora, con capacidad de exportación. Todo bien. Tomate un helicóptero y baja en la Pampa Húmeda. Con las condiciones adecuadas, son gente que es productiva, innovadora, empresarios, etcétera. Aun con la caída de precios y algunas restricciones no les va tan mal. Ambas son economías buenas. ¿Pero en el medio que tenes?

El conurbano.

Exacto. Y eso es lo que necesitás sostener para tener una economía que sea socialmente viable y aceptable. Por eso, necesitás el cierra de la ecuación macroeconómica, necesitás la inducción de cambio tecnológico y creación de empleo de baja calificación. Y no los vas a encontrar en las mismas actividades.

¿Hay que diversificar, entonces?

Argentina tiene que ser diversificada. La especialización en esto o aquello, como si fueras rico en recursos o tuvieras el filón que los asiáticos explotaron fantásticamente, no lo tenemos. No tenemos las condiciones estructurales. Debemos buscar caminos sutiles. Es menos obvio que con una apuesta única vas a volver a crecer. Necesitas varias apuestas.

¿O sea que hay que sostener a la industria aunque no sea productiva o tenga déficit comercial?

Es importante entender el rol de los distintos segmentos de la economía porque esto te aclara saber qué tipo de políticas debés dirigir a cada uno de ellos y qué le podés pedir. Hay segmentos industriales a los que les tenes que pedir empleo y a los cuales vos no le vas a pedir una contribución al balance de pagos ni al cambio tecnológico. Le pedís, en cambio, que incorpore a una parte de la población al mercado laboral. Esto es esencial para pensar en el futuro y la cuestión intergeneracional. Las transferencias son importantes, pero es necesario que la gente participe del circuito productivo.

¿Qué necesitan esos sectores?

Necesitan condiciones que no los hagan sujetos a una competencia externa demasiado intensa. Hay varios mecanismos. Hay un tema que no está muy presente en la discusión, pero que es muy importantes. Si vos tomás el volumen de las exportaciones, es decir, corregidas por precios, no has tenido crecimiento desde 2007-2008. Llevamos 6,7,8 años de estancamiento del volumen de exportaciones. Hasta 2012, eso se compensó con el aumento de precios. Y así fuimos tirando desde el punto de vista de la restricción externa. Ahora no tenemos el mundo de la década pasada, aunque la demanda de alimentos seguirá firme por China, la India, los nuevos jugadores. Pero no es prudente confiar en un repunte de los precios de los bienes que exportamos. Entonces, para que crezca el valor de las exportaciones hay que aumentar los volúmenes. Por otro lado, la evidencia de la última década muestra que, si bien hubo esfuerzos de sustitución de importaciones, la economía argentina hoy es tanto o más abierta que hace 10-15 años. Es un fenómeno global que tiene que ver con las cadenas globales de valor y otros factores. Hay una intensificación del comercio exterior. Crecer requiere importaciones y los precios de las exportaciones no te van a dar un empuje demasiado grande. Cada vez que recurrimos al financiamiento externo nos fue mal, y más vale ser prudentes con eso. Por eso, aumentar el volumen de las exportaciones es un requisito central para volver a crecer. ¿Cómo lo haces? Con tipo de cambio, políticas microsectoriales u otras medidas. Lo veremos. En una economía inflacionaria como la nuestra, mover el tipo de cambio real sin consecuencias sobre el empleo, el PIB y la distribución es muy difícil. Un país de baja inflación puede devaluar. La Europa del euro devalúa 20% y el salario real no cae nada. El pass through es nada o muy bajo, y quizás por malos motivos. El pass through de la devaluación en Brasil, que no es una economía tan estable, también fue acotado. Nosotros no podemos confiar en eso. La clave es aumentar el volumen de las exportaciones sin una perturbación económica y social fuerte. Al margen del financiamiento de corto plazo, ahí se juega el crecimiento futuro. Ahí está la clave para importar más, es decir, para crecer.

¿Para eso también hay que aumentar la inversión?

Hemos tenido experiencias varias. Por ejemplo, períodos de alta inversión y bajo crecimiento en los fines de los '70. La evidencia de la expansión de los 2000 muestra una caída de la relación entre el capital y el PIB. Hubo una desintensificación en términos de capital y en los últimos años cayó la tasa de inversión. Para crecer necesitás oportunidades de inversión y eso depende, más que de la generación de recursos, del incentivo que ve el productor para incorporar capital. Ahí está la cuestión de la infraestructura que, de alguna manera u otra, precisa del sector público. Después tenés el tema del financiamiento de la inversión. Al país le ha costado típicamente, sin generar efectos redistributivos problemáticos, mantener tasas de inversión altas. No somos particularmente frugales. También hemos tenido ausencia de mecanismos de canalización de esa inversión y ahí el tema de la inflación es muy importante. En una hiperinflación, el día a día se te complica. Cualquier compra, venta o financiamiento a corto plazo se complica. En una economía estable, el valor real de un contrato nominal se puede hacer en años. Nominal y real es exactamente lo mismo. En una situación inflacionaria como la nuestra, el día a día no es terrible pero tampoco vas a hacer contratos a plazos largos. Te fuerza a usar tiempos de contratación cortos o a usar unidades de cuenta tipo dólar. Hoy la indexación no es una avenida abierta. La unidad de cuenta del dólar no nos sirve porque nuestros ingresos reales en dólares no son constantes. La conclusión es que si querés mecanismos que te canalicen el ahorro interno, necesitás una unidad de cuenta interna fiable y para eso necesitás estabilidad de precios que no tiene que ser de la noche a la mañana sino una apuesta a mediano plazo.

¿Qué rol juega la estabilidad institucional y en las reglas del juego en el hundimiento de capital?

La eficacia marginal del capital es la variable clave para las decisiones de inversión. Es decir, lo que prima es la expectativa de retorno de esa inversión. Eso puede estar afectado por la incertidumbre económica y de políticas. Ahora bien, también hay un tema sobre qué viene primero: si son las oportunidades de inversión que piden instituciones o son las instituciones las que llaman a las oportunidades de inversión. Son las dos cosas.

Cito una frase de un trabajo de su autoría: “El desarrollo es, casi por definición, un proceso no repetitivo, que seguramente tiene lógicas y condiciones más o menos generales, pero que está marcado por características de tiempo y lugar”.

Claro, se trata de qué economía tenés, qué estructura, en qué mundo estás. En Argentina antes de la Primera Guerra seguro que había discusiones sobre si el modelo agroexportador era sostenible, si daba justicia social o si generaba dinamismo a largo plazo, pero vos veías el mundo y Argentina era un país que encajaba. A su modo, periférico, pero encajaba. Parte de la historia económica argentina es la ruptura de eso. Si ves la evolución desde la Primera Guerra a la segunda posguerra, el centro del sistema económico mundial se mudó. El centro ya no estaba en el que te compraba carne para tener bienes y salarios baratos, ahora era un país que producía los mismos bienes de zona templada que producimos nosotros. ¿Qué le podíamos vender nosotros a EE.UU.? ¿A qué mundo íbamos? La sustitución de importaciones se caía de madura. Pero después nosotros seguimos por esa vía hasta que llegamos a un punto en el que la economía se cerró muy fuertemente. Y como solemos hacer nosotros, esa economía que mostraba signos de que tan cerrada le costaba seguir, en vez de arreglarla, la destruimos.

¿Y a qué mundo nos enfrentamos ahora?

En los últimos años empezaste a tener una especie de matching con una economía distinta. La característica que nos da el mundo de hoy es que resulta difícil pensar una vinculación exclusiva o predominante con un pequeño grupo de economías en el mundo. ¿Te podés abstraer de China? No. ¿De Brasil? De ninguna manera. ¿De Estados Unidos o Europa? Tampoco. Con cada una de esas economías vas a tener una vinculación diferente, vas a elegir una vinculación que te va a llevar a ciertas apuestas productivas distintas que no se van a poder armar con un solo centro. Vamos a gravitar alrededor de un mundo que es mucho más complicado de lo que era en otros momentos. Pero que también presenta algunas oportunidades. Es sutil. En términos de configuración productiva y del tipo de vinculación que nos van a dar crecimiento, hay disyuntivas. Vamos a querer cuidar ciertas actividades manufactureras por un tema de generación de empleo y al mismo tiempo eso va a restringir en otras áreas nuestra vinculación internacional.

¿El desarrollo exportador hay que buscarlo en los lugares donde ya se evidencian ciertas potencialidades o hay que buscar adaptar la estructura productiva argentina a ese contexto mundial al que nos vamos a enfrentar?

La pregunta es si buscamos orientación productiva para tener efectos de derrame tecnológicos productivo y demás, o hablamos de los grandes números macroeconómicos. Vos podés llegar a tener actividades que son muy importantes, que tienen potencial de cambio tecnológico, que generan empleo, pero que no te van a dar los miles de millones de dólares que necesitás para cerrar la ecuación macroeconómica. Podés pensar lo mismo en actividades manufactureras que tienen cierta inserción internacional, que son relativamente sofisticadas, que te generan alguna vinculación con el mundo, que te permiten aprovechar conocimiento y tecnología, pero que tampoco aportan demasiado. En cambio, si vos me preguntás desde los grandes números, a mi me cuesta ver grandes posibilidades. Una nota al pie de página podría ser el sector de la minería, que es la otra pata de los recursos naturales que algunas economías como las de Australia y Canadá tienen y nosotros no tanto. Pero una diferencia que tenemos nosotros es que en esos países las empresas mineras son de ellos, por lo que la generación de ingresos es esencialmente generación de producto, cosa que para nosotros no es así y desde el punto de vista de la ecuación macroeconómica lo que te importa es la generación de exportaciones netas de utilidades y dividendos. De todos modos, hay que ver cuál es el potencial. Por eso en términos de números, en lo inmediato me cuesta ver grandes cambios en la estructura de nuestras exportaciones. ¿Y Vaca Muerta? No sería de exportación, sería de sustitución. Igualmente habría que ver los números. Mi impresión es que te puede equilibrar la balanza energética, pero eso es equivalente a un porcentaje de aumento de las exportaciones de por ejemplo, 15%, lo cual está fantástico pero no te cambia la vida. Con una elasticidad de importaciones de 1,5, para crecer al 4% tenés que incrementar las exportaciones al 6% aproximada mente. A balanza comercial constante, implica agregarle US$ 4.000 M todos los años a las exportaciones, que son cerca de 10 millones de toneladas de soja. Es una cuestión de magnitud.

Parecería que frente a los desafíos, corregir el atraso cambiario, generar exportaciones o aumentar la tasa de inversión, las soluciones pasan por lo mismo: bajar la inflación y el costo de capital, mejorar los precios relativos. En ese escenario macroeconómico, ¿lo que podría ayudar es una cuenta corriente deficitaria desde el lado de la IED o del financiamiento externo?

Si se trata de ayudarse con financiamiento externo, te digo que es parte del esquema macroeconómico. Si decís “voy a vivir de prestado”, te digo que no. El crecimiento financiado del exterior te genera producto futuro, pero el ingreso futuro está afectado por lo que vas a tener que devolver. Te puede servir, puede ayudar. Hay inversiones como Vaca Muerta que son grandes y no vas a querer detraer el consumo de inmediato para hacer ese salto de inversión que necesitás para esas determinadas actividades. Pero el grueso del financiamiento de inversión, para que sea sostenible, es importante que sea interno, porque en ese caso vos sos el dueño del producto. La expansión basada en consumo y en financiamiento externo en Argentina ha finalizado mal.

Otros países como Australia tienen déficit de cuenta corriente desde hace 40 años. Por qué lo pueden hacer, ¿porque son ricos?

En parte sí. O por lo menos, no confiaría en que uno pueda repetir esa experiencia. Crecer implica elegir poner recursos presentes para obtener recursos futuros, no hay otra cosa. Si vos consumís año a año lo que producís, la acumulación la hará otro, no crecés y listo. Pero no podés pedir crecimiento sin hacer una apuesta propia a algún futuro, porque si no terminás pagando con los ingresos futuros. Hemos tenido más de un episodio de apuesta a que íbamos a crecer dándonos todos los gustos y eso es muy difícil. Es como esta noción de que el consumo y la inversión son complementarios, que aumentar el consumo es el procedimiento para incrementar la inversión. Al salir de una crisis, no te quepa duda, la demanda crea su propia oferta. Pero eso vale para una economía que sale de una crisis. En general tenés una disyuntiva: más hoy es menos mañana.

¿Fue correcta la salida de la crisis pero ahora hay que pasar a otra agenda, como dice Miguel Bein?

Es que en una salida de la crisis es evidente que la demanda te empuja la inversión, porque no vas a tener inversión hasta tanto no te asegurés que la demanda va a satisfacer la oferta de bienes. Pero una vez que estas condiciones han sido superadas, es hoy o mañana. Más consumo es menos ahorro y menos ahorro es menos inversión.

Parecería que creciendo al 2,5% per capita de manera más o menos estable, en treinta años se duplica la economía. En los grandes números no parece tan difícil, pero sacando los países de los dos extremos que mencionaba al principio de la entrevista, es complicado.

Es que si a la economía argentina le sacás algunos períodos particulares como desde mediados de los '70 hasta principios de los '90, es una economía que la tomás en fases de crecimiento y te da más de 3% promedio de crecimiento, que se traduce en poco más de 2% per cápita. Si querés más, necesitás mayor búsqueda de oportunidades y más esfuerzos de ahorro. Pero bien, ¿quién tendría que hacer ese mayor esfuerzo de ahorro? Los grupos de ingresos más altos. Y a esas personas tenés que inducirlas a que ahorren acá.

¿Cuánto más se le puede pedir al sector privado? ¿No es que está el ahorro pero lo que falta es canalizarlo?

En parte sí, de todas maneras, la tasa de ahorro no es grande. Y encima, se canaliza a prestarle al resto del mundo en lugar de prestar en el país. Pero eso somos nosotros, con la incertidumbre en general y de precios en particular. La pregunta es si la sociedad está dispuesta a realizar una inversión para tener una unidad de cuenta propia que permita canalizar en pesos el ahorro. No necesariamente tiene por qué tener enormes costos a corto plazo pero no te va a dar réditos. Si tengo incertidumbre, la tasa de interés real promedio que te exijo es muy alta, o simplemente no te contrato a plazos más que cortos o lo hago en otra unidad, en dólares. Y eso complica la sostenibilidad de la deuda misma. Para tener un sistema de créditos en pesos, hay que tener una perspectiva de estabilidad. Países como los andinos han conseguido desdolarizar sus economías un poco y gradualmente.

Es decir, ¿el catch up de Latinoamérica es esperanzador, da oportunidades?

Uno no necesariamente tienen que mirar a los vecinos. Hay cosas que tal vez se pueden hacer distintas. El inflation targeting, por ejemplo. Si me preguntás en términos analíticos, no le encuentro un argumento central en el sentido estricto de tener un Banco Central que a lo único que se dedique es a vigilar la tasa de inflación. Pero una cosa es eso y otra es decir que la inflación no importa o que es simpática porque genera consumo.

Yendo a la coyuntura. La economía está estancada hace varios años, hay atraso de los precios relativos, además del dólar, las tarifas. ¿No se están incubando muchas pujas distributivas a futuro?

Estamos en una economía que ha usado las anclas tradicionales muy activamente y estas anclas se han ido atrasando y generando tensión macroeconómica, no hay duda. Como desafíos tenés el frente externo, el fiscal, la búsqueda de un sendero de crecimiento, pero es bueno que la solución a estas cosas la busques de manera consistente, que ajustes tu política macroeconómica a una visión de hacia dónde querés dirigir la economía. Si nos ofrecieran equilibrio fiscal con exportaciones chatas o movilización de las exportaciones pero la situación fiscal actual, yo elijo lo segundo. Porque con eso uno tendría mejor resuelto el esquema macroeconómico para volver a crecer. No tendría resueltos los problemas pero si hay tiempo para corregir lo fiscal y uno es capaz de movilizar las exportaciones, me da la impresión que hay un sendero de crecimiento esperando que va a facilitar las cosas. Una modificación del tipo de cambio en Argentina, porque de eso se trata en última instancia, es problemática, se hace difícil por las condiciones del país. Ese es el tema central de política macroeconómica. Después podés tratar de financiarte por algún tiempo pero eso es demorar el problema en la medida que no tengas las bases para volver a crecer.

De haber sostenido el esquema macroeconómico de superávit gemelos que teníamos entre 2003 y 2008, ¿hubiéramos llegado al punto actual?

Superávit gemelos no hacía falta, no necesitás tener superávit de cuenta corriente persistente. Pero por relaciones externas e intensas, le fuimos quitando aire a las actividades exportables. A algunas como las economías regionales les cuesta mucho. La idea de potenciar la demanda interna como factor crucial para el crecimiento en algún momento requiere la otra pata: podés impulsar la demanda interna en la medida en que tengas las condiciones para abastecerla.

El Gobierno se ha preocupado, más que por la ecuación macroeconómica, por “el empleo en el conurbano”. Sin embargo, la tasa de informalidad laboral no bajó del 35%, algunas mediciones ubican a la pobreza cerca del 30%. ¿Se ha convertido en un desafío cada vez más grande y difícil de encarar?

No es el 2001-2002 pero es indudable que tenemos un problema social remanente. Es un tema que nos tiene que preocupar y en ese sentido, ojo con políticas macroeconómicas que no contemplan lo que pasaría con la distribución en el corto plazo, porque ahí corrés el peligro de reforzar el problema. El problema de la generación de empleo y la configuración productiva asociada con eso debe ser compatible con el crecimiento, tenemos que pensarlo como cuestión a medio o largo plazos. Estos son números de gente que puede tener grandes problemas de inserción en el mercado laboral en el futuro. Entonces, para las generaciones que vengan, no es un problema que tienda a desaparecer por sí solo. Podrá tener costos desde el punto de vista macroeconómico pero es un problema esencial a resolver.

Es decir, más allá de las implicancias éticas, ¿la cuestión de la desigualdad es un punto central a la hora de pensar en el desarrollo?

No me cabe la menor duda. ¿Para que queremos el crecimiento? ¿Para qué la gente que le va bien viva mejor? Creo que una sociedad no debe cortarse en dos. Pero además porque es una cuestión de sostenibilidad social. Una economía que se polariza, que se parte, es una sociedad que tiene un problema de sostenibilidad propia, de tensión con la democracia. No podés sacar buena parte de la población y pedir que no se expresen. El desarrollo y el crecimiento implican desequilibrios, hay cosas que se adelantan, que se atrasan, algunas que le van mejor, otras peor, pero hemos aprendido que hay una demanda social de que todo el sistema evolucione dándole mejoras al conjunto porque si no se crean muchas tensiones. Redistribución no es necesariamente solo en un sentido de transferencias sino de cuidar que las oportunidades productivas estén en la generación de sostenibilidad macroeconómica, en el cambio tecnológico y en la creación de empleo, hay que tener ese balance.

Parece que quizás en otros países hay ciertos consensos básicos respecto al crecimiento. ¿Esa es una diferencia respecto de Argentina?

En algún sentido Argentina es un país curioso porque nuestros problemas en parte son un elemento de ciertas cosas que no son negativas. Acá, todo el mundo discute todo y eso te lleva potencialmente a que no te pongás de acuerdo nunca, pero, por otro lado, para hacer ciertas cosas lo tenés que explicar. Es una sociedad que no delega a una élite sin preguntarle qué costos puede haber en cada decisión.

¿Qué pronóstico hace de la economía para los próximos años?

Argentina es complicada. A veces parece que aprendemos y a veces parece que no aprendemos, como en el caso de la inflación. Y cuando parece que nos olvidamos de todo, nos ponemos sensatos. Me gustaría que pensemos en crecimiento y desarrollo apoyándonos en la economía que tenemos y siendo serios con los factores que nos van a llevar a ese desarrollo. No existe crecimiento mágico, ni con cambio institucional ni con impulso a la demanda. Hay que pensar, inducir cambios de comportamiento, generar condiciones, es un esfuerzo de imaginación colectiva el que tenemos que hacer. Cuando creímos que no teníamos salida, la tuvimos y cuando creímos que pasábamos al frente, no lo hicimos. Como decíamos antes, no hay que imaginarse un crecimiento enorme sino un crecimiento sostenido. Si nosotros podemos pensar en esos términos, es un país que tiene lo suyo. Nuestros vecinos, que se han manejado de una manera más prudente desde el punto de vista macroeconómica y que en algunos casos, como los países mineros, han tenido un crecimiento notablemente mayor en los términos de intercambio, así todo no han abandonado el pelotón de América del Sur. Y nosotros seguimos ahí. Pero queremos más, y con razón. Esa es la fortaleza y la debilidad de la economía argentina.

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