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El financiamiento

Clave para el crecimiento.

02 marzo de 2012

(Columna de opinión del economista Juan Pablo Ronderos)

La economía argentina ha experimentado todo tipo de crisis en los últimos sesenta años. Independientemente de la causa original de éstas (fiscal, cambiaria, etcétrea), generalmente en la mayoría estuvo presente el sector externo como factor de desequilibrio. Por esta razón, en la literatura especializada la cuestión de las restricciones recurrentes en la balanza de pagos ha ocupado un lugar preponderante (bajo el nombre de “Ciclos de stop and go”). Básicamente, lo que dice esta literatura es que el sector externo actúa como un límite para el crecimiento luego de cierto período de expansión, dada una necesidad de divisas que no puede ser satisfecha en la cuantía necesaria por los flujos de comercio ni por el financiamiento internacional, y que obliga a un ajuste de la cuenta corriente de manera más o menos traumática a través de una desaceleración del ritmo de crecimiento (o una contracción). Dado que este escenario se repite periódicamente, se habla de ciclos.

Históricamente, el superávit comercial del sector agropecuario ha sido la fuente principal de dólares para financiar el crecimiento, proveyendo las divisas para cubrir las necesidades del resto de la economía (déficit comercial del resto de los sectores, remesa de utilidades y dividendos del sector privado, fuga de capitales financieros, pago de deuda en moneda extranjera de los sectores público y privado). Cuando el aporte de divisas del sector agropecuario no fue suficiente, la economía “chocó” con la restricción externa y se produjo una crisis que podía tener todo tipo de repercusiones (problemas fiscales y/o incumplimiento de obligaciones, devaluaciones, etcétera). En algunos períodos, la entrada de capitales financieros fue la fuente complementaria o sustituta de los dólares que este sector no alcanzaba a generar.

Pero en estas ocasiones la situación se volvía insostenible ya sea porque se interrumpía el flujo por shocks exógenos externos (crisis o focos de incertidumbre en otras partes del mundo con impacto sobre la aversión al riego global) o internos (crisis políticas,por ejemplo), o porque se generabauna dinámica insustentable de la deuda. El período poscrisis de 2001-02 hasido hasta aquí una grata excepcióna estos ciclos, a pesar del crecimientoexcepcional de la economía.En gran medida, hubo doscuestiones clave para que la restricción externa no se materializara como en otros momentos de la historia. Por un lado, el contexto internacional. La excepcional dinámica de los términos del intercambio en todo este período permitió compensar el crecimiento de las cantidades importadas por encima de las exportadas, de la mano de una demanda global muy fuerte por las commodities producidas localmente en un marco de una oferta mundial sin gran capacidadde respuesta. El segundo factor clave para evitar la restricción externa fue el punto del que se partió.

Un superávit comercial casi sin precedentes le brindó durante varios años amplios márgenes a la demanda para que se expandiera a un ritmo acelerado y sin restricciones. También ayudó en este sentido el default de la deuda declarado a principios de 2002, ya que disminuyó considerablemente la necesidad de contar con divisas para afrontar el pago de obligaciones en moneda extranjera durante los años inmediatamente posteriores a la crisis. La renegociación implementada tiempo después extendió los plazos de pago al futuro, contribuyendo en el mismo sentido. Pero sobre todo fue clave la enorme capacidad ociosa luego de la crisis (tanto en materia de uso del capital como del trabajo), que permitió aprovechar todas las ventajas para la producción local respecto de la competencia externa que implicaba un tipo de cambio real muy alto. Desde hace un tiempo a esta parte estos colchones comenzaron a dar muestras de fatiga. Con vistas a esta situación, las autoridades han puesto en marcha un amplio set de medidas que intentan torcer esta dinámica, o al menos detenerla para sostener el status quo actual. El objeto de este artículono es discutir lo acertado del rumbo elegido en los últimos meses y los resultados que puede tener para el bienestar social, sino intentar pensar un paso más allá (no porque no sea una discusión importante sino por cuestiones de extensión).Veamos.

Suponiendo por un momento quela estrategia del Gobierno sea capazde proteger la producción localy el empleo, la cuestión que falta analizar es de dónde provendrá el financiamiento para expandir la capacidad instalada, variable clave para lograr el éxito en el mediano y largo plazos. Es que, en una economía donde la utilización de ésta se encuentra en niveles históricamente elevados y en la que hay una situación de cuasi pleno empleo, la capacidad de sustitución de importaciones es muy limitada. Los productores locales, incluso en un escenario con ventajas respecto de la competencia externa (por medidas de protecciónde comercio exterior), no tienen demasiada capacidad de reacción para proveer a la economía de los bienes que antes se importaban, una importante diferencia respecto de lo ocurrido en el período que siguió inmediatamente a la crisis de 2001-02.

El problema es que, suponiendo que se prefiera no acceder a losmercados de capitales externos(quizás una buena idea), en un escenariodonde el consumo crece atodo ritmo el ahorro interno disponiblees insuficiente para financiarla inversión local necesaria para sostener un ritmo de crecimiento económico elevado. Es decir que, tarde o temprano, la desaceleración del consumo (o su contracara, el aumento del ahorro) será una condición necesaria, incluso si la estrategia oficial tiene éxito en el corto plazo. La economía nacional necesita llevar adelante un cambio en la composición de la demanda agregada (desde el consumo hacia la inversión) para ser sostenible, sea cual fuese la estrategia en materia de comercio exterior que se siga en el futuro próximo. Esta transición puede ser traumática o no, dependiendo de la estrategia elegida. Pero cualquiera sea el plan, debe tener también en cuenta esta cuestión.

(De la edición impresa)

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