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Comercio estratégico

¿Cómo insertarse en el mundo?

13 noviembre de 2013

(Columna del economista Nahuel Guaita)

A nivel internacional, la última década se ha caracterizado por términos de intercambio elevados para las materias primas, gran demanda de las mismas por parte de China y la India y tasas de crecimiento de los países emergentes desacopladas de la de los países avanzados. A nivel nacional, la demanda externa de productos primarios y el alto precio de las commodities ha favorecido la exportación de los principales productos argentinos y permitió una acumulación de reservas récord.

Dadas las características de la estructura productiva argentina, donde el consumo de divisas (principalmente para pagar servicios de la deuda y mantener las importaciones de bienes de capital e insumos necesarios para la producción) es mayor a la oferta de divisas, no profundizar la sustitución de importaciones, implica chocar con la restricción externa y, por lo tanto, el proceso de crecimiento, entendido este como condición necesaria para el desarrollo, puede verse interrumpido. La pregunta que surge entonces es cómo recuperar el crecimiento en un contexto internacional de creciente demanda de productos primarios y elevados términos de intercambio que inducen una primarización de la economía y un contexto nacional marcado por una “política de fomento industrial” muy limitada a un pequeño grupo de sectores.

La respuesta puede encontrarse en el Mercosur y en el comercio intrazona. Brasil, el principal socio argentino, enfrenta una reprimarización de su economía dado el contexto internacional. Al mismo tiempo, los actuales patrones de comercio de la región no favorecen el proceso industrial sustitutivo. Es decir, Brasil vende mayormente al mercado del sur productos finales y demanda productos intermedios e insumos del resto del mundo. Esto impide que los países de la región puedan desarrollar eslabonamientos industriales hacia delante y hacia atrás y, por lo tanto, desarrollar todo su entramado productivo. En otras palabras, Brasil actualmente no funciona como locomotora, dado que presenta superávit comercial con la mayoría de los países de la región.

Esto no quiere decir que la Argentina está subordinada al accionar comercial brasileño. Todo lo contrario. La política comercial puede ser vista como una herramienta para favorecer la industrialización y, por lo tanto, se podría tomar la iniciativa y redireccionar los flujos de comercio intra y extrazona para conseguir patrones que demanden al interior del Mercosur tecnificación, insumos industriales, bienes de capital y sean los bienes finales los ofrecidos al resto del mundo.

La falta de políticas de desarrollo y/o pasividad han llevado en toda la región a formar un proceso productivo y comercial que ha profundizado más el problema de la restricción externa. La idea prevaleciente de las ventajas comparativas que ha regido la política económica y comercial no se sostiene en una economía globalizada, con movilidad de los factores productivos (capital y trabajo) e improductivos (capital financiero) a nivel global y donde países, como Estados Unidos, con mayor intensidad de capital exportan bienes intensivos en trabajo, como pregona la paradoja de Leontief. Sólo sin movilidad factorial, las ventajas comparativas pueden ser supuestas en el comercio. De otra manera, el capital y el trabajo fluyen hacia las zonas con mayor pro ductividad.

Otra estrategia

La competitividad nacional es la alternativa a tener en cuenta en lugar de las ventajas comparativas. Dicha competitividad depende del crecimiento del PIB de la región y de los flujos de comercio que prevalecen dentro de la misma.

Países que constantemente aumentan sus exportaciones al mercado común por encima de las importaciones precedentes del mismo generan un freno a la industrialización y crecimiento de la productividad de la economía, como sostenía Raúl Prebisch a fines de los '50. Es necesario tener en cuenta lo señalado a la hora de formular políticas comerciales, dado que el desarrollo nacional se encuentra totalmente afectado al crecimiento del país con mayor PIB de la región, como expresa el economista Alejandro Fiorito, y los flujos de comercio que de él se derivan.

Al mismo tiempo, Brasil, con una elevada acumulación de reservas internacionales y sin la restricción externa actualmente operando, debería asumir su rol de centro neurálgico de demanda de insumos sudamericanos, convirtiéndose en la locomotora de la región.

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