Primero fue el trueque. Luego elegimos alguna cosa que tuviera una existencia limitada para evitarnos el problema de la doble coincidencia (yo tengo lo que vos necesitas y vos tenes lo que yo necesito). Esa cosa terminaron siendo los metales preciosos (oro, plata, cobre) y en algún momento los gobiernos se robaron la potestad de emitir dinero, primero respaldado por aquellos metales y luego sin ningún respaldo, lo que se conoce vulgarmente como moneda fiduciaria.
Pero ahora llegó Bitcoin, una moneda digital descentralizada que ningún gobierno puede censurar, y que nos permite desembarazarnos de esas cadenas burocráticas.
Ese es, más o menos, el relato que hacen los bitcoiners y que intenta resumir la historia del dinero y la raison d'être de Bitcoin. Sin embargo, existe otra versión de la historia. Es la que cuenta el fallecido David Graeber en su libro “Deuda, los primeros 5000 años” y que fue resaltado en un tweet de 2018 por Vitalik Buterin, uno de los fundadores de la red Ethereum, en el que se puede leer: “Toda la narrativa de 'coleccionables, luego oro, luego fiat, luego Bitcoin' es solo una forma de entender la historia del dinero, y en muchas formas significativas es una forma incorrecta. Ver: 'Deuda, los primeros 5000 años' de David Graeber”.
En esa obra genial, Graeber comienza diciendo que para averiguar respecto a la historia del dinero no hay que preguntarles a los economistas sino más bien a ellos: los antropólogos. Según su tesis nunca existió tal cosa como una sociedad que operara con trueque, salvo en muy pocas excepciones y entre sociedades que no eran amigas y que, por lo tanto, nunca escogerían un “algo” como intermedio para poder transaccionar de manera más eficiente.
Esos artículos que las sociedades primitivas elegían como dinero era en realidad un dinero social que, como explica el libro, se usaban mayormente como reconocimiento de una deuda que nunca se podría pagar, para “adquirir” una mujer con la cual casarse, para pedir perdón por un asesinato, etc. Se trataba más bien de instrumentos de rituales que de un medio de cambio para realizar transacciones.
No, el dinero en realidad es y siempre ha sido una deuda y esa deuda en general parte del gobierno, que como dice John Maynard Keynes en su “Tratado del dinero”, se reserva el derecho de “modificar el diccionario”, de decir cuánto vale esa moneda. Eso es hoy el peso argentino o el dólar estadounidense: una deuda del gobierno. ¿Qué es lo que debe? Simple, el gobierno se compromete a aceptarla en el pago de impuestos y eso es lo que, en definitiva, le da su valor.
¿A qué viene todo lo antedicho? Al tweet de Marcos Galperin, donde anunció el lanzamiento de Mercado Coin, una criptomoneda de Mercado Libre (por ahora disponible en Brasil) que circulará sobre la red de Ethereum.
Ojo, no hay que confundirla con una stablecoin como Tether o USDC. En esos casos se trata de emisiones de deuda privadas pero respaldadas por moneda u otros activos. No, en el caso de Mercado Coin será una moneda volátil como el caso de Bitcoin o Ether.
¿Qué es lo que le daría valor a esa nueva moneda digital? Solía decir Hyman Minsky que cualquiera puede emitir dinero, pero lo difícil es lograr su aceptación. Según explicaron fuentes de Mercado Libre, MercadoCoin se emitirá como recompensa por la compra de determinados productos en su plataforma y se podrá almacenar en la app de Mercado Pago.
Se podrá usar para hacer compras en el marketplace o transferirse a otros usuarios a cambio de dinero o a cambio de bienes y servicios fuera de la plataforma. El precio de la misma será determinado por el libre juego de oferta y demanda.
Pero, ¿qué ocurriría en el caso de que alguien comprara, por ejemplo, una bicicleta en MercadoLibre y la pagara con MercadoCoin? Pues el vendedor de esa bici recibirá Reales (la moneda brasileña) y quien recibirá la cripto será Mercado Libre.
Es probable que en el mismo instante la venda en el mercado para no correr el riesgo de volatilidad. Además no tendría mucho sentido para un emisor ahorrar en la misma moneda que emite y para la cual no se conoce un compromiso de emisión limitada.
La pregunta que uno debe hacerse es si tiene sentido una moneda así y cuál sería la fuente de su valor. En el caso del peso argentino o del dólar estadounidense existen gobiernos que se comprometen a aceptarlos como pago de impuestos, los cuales son coercitivos. Evitar esa pena les da, como mínimo, un valor de mercado. Pensemos si no en qué es lo que evita que el peso se vaya a cero.
Obviamente este no es el caso de Mercado Coin. Alguien en Twitter decía que tampoco Ether (la moneda nativa de Ethereum) sirve para pagar impuestos ni es una deuda de nadie y, sin embargo, tiene un valor representado por su precio de mercado. Es correcto, pero así como el Peso tiene valor porque el gobierno argentino lo reclama para el pago de impuestos, Ether es necesario si uno quiere usar la blockchain de Ethereum. Lo mismo ocurre con las entradas de cine para ver una película o las fichas de un casino para jugar a la ruleta.
Algo similar ocurre también con el caso de Bitcoin pero con la particularidad de que el uso más difundido de esa blockchain es la transferencia y tenencia de Bitcoin mismo. Se trata de algo así como una versión del oro en formato digital. Hay quienes afirman que su demanda hoy está basada, por lejos, solamente en razones especulativas. Si es así, cuando pase la moda debería irse a cero. Para quienes creen en el dinero como “cosa” Bitcoin podrá perdurar en el tiempo, algo que sólo sabremos en el futuro.
Pero la pregunta que debemos hacernos es qué sentido tiene Mercado Coin. Claramente no se trata de una deuda de Mercado Libre dado que la empresa no se compromete a redimirla. Tampoco pareciera ser la “entrada” a nada como podría ser un ticket para el cine o la criptomoneda Ether. Tampoco podríamos pensarlo como una versión digital del oro (a la par de Bitcoin) dado que su emisión no es limitada y está controlada por un emisor centralizado.
No pareciera entonces que esta cripto tuviera ninguna de las características del dinero como cosa ni tampoco del dinero como deuda. Será entonces un experimento interesante para todos aquellos que buscan entender, como hacía Graeber, la esencia del dinero.
