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Productores brasileños piden a Bolsonaro no aprobar el trigo transgénico de Bioceres

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15 octubre de 2020

La asociación brasileña de la industria del trigo (Abitrigo) dijo ayer que se opone a la aprobación de productos de trigo transgénico por parte de Brasil, aduciendo que encarecerá las importaciones del cereal y tendrá un impacto en los precios en el mercado doméstico.

Según Reuters, la declaración de Abitrigo se produce una semana después de que Argentina aprobara una variedad de trigo modificado genéticamente, resistente a la sequía y al herbicida glufosinato de sodio, desarrollada por Bioceres y la francesa Florimond Desprez.

“Abitrigo hace pública su posición contra el uso de esta fuente alternativa de generación de alimentos”, señaló en un comunicado. Argentina es el principal proveedor de trigo de Brasil, representando el 60% de las importaciones brasileñas del cereal, según Abitrigo. En el comunicado, citado por Reuters, la asociación dijo que la aprobación del trigo transgénico HB4 implicará “importantes costos de control al proceso de importación, lo que tendrá consecuencias en los precios al consumidor” y que no ha encontrado ninguna demanda entre consumidores por el producto.

Una fuente de Bioceres dijo a la agencia que la compañía “tiene pautada una serie de reuniones en los próximos días con los directivos de Abitrigo para atender sus dudas e inquietudes”.

La aprobación de Brasil al trigo HB4 es clave para Bioceres, ya que esta es una condición para que la empresa pueda comenzar a comercializar su producto en Argentina, según la regulación argentina.

La aprobación tampoco cayó bien en algunos sectores de Argentina. “No estamos en contra de la tecnología, ojalá tengamos 10 eventos más y el doble del trigo que tenemos hoy. El problema es que nos genera mucha incertidumbre las consecuencias”, indicó Diego Cifarelli, presidente de la Federación de la Industria Molinera (FAIM), ante el portal Bichos de Campo. El problema, dijo, no es solo la aceptación (o no) de los países compradores sino también en el propio comercio local, donde hay cada vez más resistencia de parte de la población y de algunas empresas alimenticias al consumo de productos transgénicos.

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