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Es necesario bajar la inflación para volver a crecer

23 octubre de 2019

Por Julia Segoviano Economista de LCG

El nivel de precios ha sido protagonista en Argentina durante incontables años. Y en los últimos dos, habernos encontrado otra vez en niveles inusualmente altos ha comenzado a volverse motivo de una fuerte preocupación y hasta revivió al fantasma de la hiperinflación. La realidad es que el fenómeno inflacionario es particularmente complicado en una economía que sólo ha podido estabilizarla en un período de diez años con un esquema que terminó implosionando y llevando al país a la peor crisis de su historia.

Desde entonces, cada gobierno se encargó de buscar un ancla nominal que modere las expectativas. En la gestión anterior, el ancla utilizada fueron el tipo de cambio y las tarifas. El actual Gobierno buscó eliminarlos y utilizó una tasa de interés real positiva, así como también un esquema de metas de inflación para fijar expectativas. No funcionó. Una vez más, el ancla nominal para contener la inflación es el tipo de cambio.

La estanflación (estancamiento con inflación) de los últimos años lleva innecesariamente a preguntarnos si es importante bajar la inflación para empezar a crecer. La realidad es que, en el contexto actual, bajar la inflación es fundamental. La causalidad entre crecimiento e inflación no es directa y, de hecho, muchas economías han evidenciado que es posible crecer mientras se acelera la inflación. Sin ir más lejos, esa fue la situación de Argentina durante algunos años. Yéndonos a un extremo, hay países que directamente hacen política y fijan metas para hacer crecer el nivel de precios. El enfoque estructuralista llega a afirmar que la inflación es parte de una economía en expansión. El problema actual es la dinámica, y no la inflación propiamente dicha. En economía no existen variables prohibidas sino dinámicas negativas. El nivel alcanzado, el grado de indexación de la economía, la longitud de los contratos (cada vez más cortos) y la enorme caída del poder adquisitivo están haciendo mucho daño, tanto en términos económicos como sociales.

Cuando se piensa como retomar mar el camino del crecimiento, es inevitable el aumento de la inversión. No volveremos a crecer si no podemos reactivar esa variable. Con la dinámica inflacionaria actual, pensar en decisiones de largo plazo, como un proyecto de inversión, es simplemente imposible. Fijar precios, reponer stock, calcular rentabilidad, proyectar ganancias futuras, son todos cálculos en vano. Para comenzar a crecer es necesario un plan de estabilización que detenga el aumento sostenido y generalizado de los precios, y que comience a reducir la frecuencia de la revisión de los contratos. Por eso, dejar correr el tipo de cambio para evitar atrasarlo y resignar la pata inflacionaria sería un error. Evitar una espiralización no sólo es importante para la economía real, sino que también es esencial para contener a los sectores más bajos, que vienen sufriendo una abrupta caída de sus ingresos hace muchos meses.

En el trade-off sobre mantener la competitividad de un tipo de cambio más alto que tracciona a las exportaciones o contener a los precios, la última opción es primordial para crecer. Sin embargo, con la escasez de oferta de dólares y el bajo nivel de reservas, contener al tipo de cambio para que fije expectativas no parece tarea fácil. El desdoblamiento ya comienza a ser una de las opciones que se analizan. Una de las alternativas es un precio comercial y otro financiero, medida que en principio podría funcionar y que ya fue adoptada anteriormente en Argentina pero que, si bien inicialmente pudo tener algún efecto estabilizador, su implementación terminó siendo conflictiva.

El pacto social para fijar salarios y precios que asoma en las propuestas de Alberto da cierta aproximación sobre otro camino que podría encarar su espacio, en caso de ganar las elecciones. Esta opción, a priori, parece la más indicada dada la inmediatez con que se necesita actuar. Sin embargo, este tipo de decisiones en general son una ventana de tiempo, pero no atacan las causas del problema. El verdadero desafío en este sentido es viejo conocido: encontrar un ancla nominal que permita evitar el atraso cambiario sin generar una fuerte inercia inflacionaria.

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