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Si no se cambia de estrategia...

...se dependerá de la suerte

03 mayo de 2013

(Columna de Juan Pablo Ronderos, economista y Gerente de Desarrollo de Negocios de abeceb.com)

Desde hace ya varios meses la economía argentina muestra, en el mejor de los casos, un crecimiento muy débil. De acuerdo a nuestros cálculos, el PIB real habría crecido alrededor del 1% en 2012, y los primeros meses de este año no muestran una performance muy por encima de esta cifra, aun cuando habrían subido un pequeño escalón. Las restricciones externa y fiscal que estuvieron ausentes en las etapas anteriores de las administraciones kirchneristas, y que habían sido la gran novedad de la década para una economía argentina acostumbrada a los ciclos de stop and go, hoy han vuelto al centro de la escena.

Y este 2013, que hace apenas unos meses parecía que iba a dar algún respiro en ambos frentes dando más margen de acción, ha comenzado a dar señales de que se parece bastante al año pasado. Las expectativas algo más optimistas para este año se sostenían fundamentalmente en cuestiones ajenas a la política económica. Básicamente, los mayores grados de libertad y la menor presión en los dos frentes provendrían, de acuerdo a nuestros pronósticos, de dos factores clave: 1. el crecimiento de Brasil, y 2. una cosecha muy por encima de la campaña anterior.

Sin embargo, estos primeros cuatro meses han ido esmerilando las esperanzas de un año con restricciones externa y fiscal menos severas.

El escenario en Brasil dista bastante del esperado por todos no hace mucho tiempo. La aceleración del crecimiento sigue siendo una materia pendiente, haciéndose esperar desde incluso la segunda mitad del año pasado. Con algunas excepciones a esta regla, esto ha deteriorado en parte las perspectivas para algunos sectores que tienen a aquel destino como un mercado clave para sus ventas.

En el caso de la cosecha, las proyecciones ya se ubican muy lejos de las 55 millones de toneladas de soja de un tiempo atrás. Hoy, el balance de la campaña muestra una cifra cercana a las 48 millones de toneladas. Situación que se agrava por dos motivos. Por un lado, la incertidumbre en el mercado cambiario y el ensanchamiento sin pausa de la brecha desincentivan la liquidación de exportaciones. Muchos productores, aquellos que pueden financiar su actividad sin la necesidad de vender su cosecha, prefieren mantenerse en “soja” antes que obtener pesos o dólares a valor blue.

Por el otro lado, la cuestión energética está mostrando un escenario más negativo que lo esperado unos meses atrás. Y esto en un marco en el cual la economía no se muestra dinámica en general. Con un escenario diferente, la situación sería aún más complicada en este frente. En este sentido, el reciente incendio ocurrido en la destilería de YPF de Ensenada tampoco es una buena noticia.

Con este panorama de restricciones externa y fiscal bien visibles, el escenario base para este año se ve algo modificado en materia de crecimiento esperado, con una estimación (de máxima) de 2,5%. Una tasa moderada, pero que no debería sorprender en una economía que vuelve a los ciclos de stop and go, donde la suerte, y no otra cosa, es lo que determina la performance en materia de actividad y estabilidad macroeconómica.

Visto desde este punto de vista, el panorama para los años que vienen no es justamente optimista. Quizás la mejor noticia dentro de este análisis sea que no debería esperarse una crisis a la argentina, ya que las perspectivas para la suerte (contexto externo y cosecha) siguen siendo positivas desde una mirada de mediano y largo plazos. Y, además, los problemas argentinos ahora no son tan graves como lo fueron en el pasado, aun cuando la coyuntura sea un cúmulo de malas noticias. Los fundamentals de la economía local no se encuentran tan fuera de línea, no sólo con respecto a décadas pasadas sino también a muchas de nuestros vecinos e incluso otros mercados emergentes, lo que sienta las bases para una salida al actual laberinto en el que la política económica nos ha puesto.

Es que, afortunadamente, existe tal salida. Si bien los costos y los riesgos de intentar un camino alternativo son cada vez más altos y crecen a medida que pasa el tiempo, hay estrategias (varias) a mano para volver a encarrilar la situación. Una de estas tantas opciones es el ordenamiento expansivo. Un ordenamiento de las cuentas fiscales, no a la europea sino por ejemplo a través de la reducción de subsidios al sector privado, junto con un cambio de actitud en algunos temas clave y una repriorización del gasto público, pueden ser un disparador de la inversión. Lo que la transformaría en el dinamizador de la economía, y permitiría sostener los logros alcanzados durante todos estos años sin grandes traumas.

Lamentablemente, la probabilidad de un escenario como este es muy baja.

Si bien nada es imposible, el Gobierno ha mostrado en todo este período poca predisposición al cambio. Pero, de todas maneras, la sola existencia de una salida no traumática es una buena noticia. En el mientras tanto, será cuestión de suerte.

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