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Reparaciones de guerra

Tenemos que pagar “reparaciones de guerra”, la pobreza y la deuda externa, consecuencia de guerras autoinfringidas

Reparaciones de guerra
Carlos Leyba 10 diciembre de 2021

Nadie duda que atravesamos un largo período de decadencia. La diferencia es acerca de cuándo terminó el progreso. O  acerca de qué disparó la inversión de la trayectoria. Porque progreso hubo.

Sin progreso previo, la idea de decadencia, carece de sentido. Llevamos décadas de caída.

En 1974 teníamos el mayor PIB per capita de América Latina. Disponíamos de un tejido industrial modernizante.

Tal vez quienes están hoy ocasionalmente en el poder puedan imaginar, al escuchar algunos latidos del corazón o la respiración del cuerpo exánime, que estamos volviendo a vivir y que las causas de las penurias grandes habrían quedado atrás.

Lamentablemente no bien nos enteramos que ha habido una pequeña recuperación del valor de los bonos, una caída del riesgo país, un incremento sorprendente (una brava recuperación) del nivel de actividad, el entusiasmo de quienes están a cargo recibe un golpe. Exactamente ahora los niños que están en condiciones de pobreza superan el 60% de todos los infantes de esa edad.

Esa pobreza es la decadencia del futuro. No hay dudas acerca de eso. No sólo vivimos décadas de decadencia sino que la forma en que sobreviven nuestros niños nos anuncia la decadencia del futuro. 

Es imprescindible tenerlo en cuenta para establecer el orden de prioridades. 

Claro que crear oportunidades de trabajo para esos padres en la pobreza es la respuesta que debe inspirar las políticas públicas. 

Pero, el tiempo se acelera, los niños no pueden esperar a la intemperie de los pasillos de la miseria, de las carencias de todas las horas. No pueden esperar la creación de esas oportunidades porque ellos siguen, ¿creciendo?, allí. Y eso es el futuro 60% de los niños.

Esta sociedad, la misma que cobijo a los inmigrantes de Europa y les brindó generosamente las oportunidades que, por generaciones, sus patrias no les ofrecían, esta sociedad, aquí y ahora, no les ofrece ni siquiera las ganas de vivir al 60% de los que aquí nacieron. 

Esa marea de pesimismo activo es la que crece a pesar de las buenas noticias que como consuelo festejamos.

En otro escenario, a los jóvenes, aquellos que nacen en el escenario social generoso en que la vida pareciera dar ganas, les llega el mensaje que el “proyecto individual”, el que es posible para las clases medias, se está frustrando. Muchos, doble nacionalidad, anuncian que es la hora del retorno al lugar que  abandonaron sus abuelos o sus padres. Vuelven a migrar. 

Ese también, como la pobreza del 60% de los niños, es el grito de la ausencia de un proyecto colectivo. 

No es solamente “que nadie se salva solo”. Es que la suma del proyecto de cada uno no da “un proyecto colectivo”. 

La idea misma de Nación es un previo proyecto de vida en común. Hay decadencia de proyecto de vida en común y de idea de Nación. Ambas carencias son el fundamento mismo de la decadencia que nos arrastra. Natalio Botana, entrevista imperdible con Carlos Pagni, señaló una evidencia más: la disputa de la soberanía territorial. 

La mutilación del Estado. De Rosario y el narcotráfico a las reivindicaciones “nacionales” de pueblos originarios en un país mestizo en que más de la mitad de los argentinos tenemos sangre aborigen.  

Es decadencia la ausencia de un proyecto de vida en común en un territorio común. 

Fuimos, tal vez aún somos, una sociedad capaz de integrar en armonía culturas diferentes. 

Fue verdad. La huella histórica que dejó el peronismo, que completó, que maduró, fue el fin de la deferencia y el nacimiento de una sociedad de iguales. 

La ausencia de un proyecto de vida en común comenzó con la feroz dinámica de la exclusión. Hablemos de eso. 

Hablemos de los “estúpidos e imberbes” que desataron la violencia de las armas para imponer “su proyecto colectivo”. 

Muchos de ellos (como dijo Albert Camus “sólo que tienen derecho de hablar quienes no pueden hacerlo”) han estado activos, sin confesar su des rumbo que tanto daño causó, y fueron parte de los gobiernos de la democracia y, en muchos casos, adalides de otros males. 

Hablemos del Estado genocida que violó, uno tras otro, todos los derechos humanos (“los primarios"). 

Esa dinámica de violencia está en la base de “la grieta” que no es una sino demasiadas.

Otra violencia, estructural, es el “industricidio” en continuado. Detrás de un diagnóstico equivocado, fundado en una receta simplista que decretó (vaya a saber por qué) el “agotamiento” de nuestro vertiginoso desarrollo industrial en la hora misma de una oleada de exportaciones industriales. 

En lugar de pensar como integrar, procuraron la estrategia de desintegrar. La industria expulsada migraba a Brasil que no había decretado el “agotamiento” sino apresurado la recepción. 

En 1975, quien luego fuera ministro de la Dictadura, me decía “si abrimos las importaciones bajamos los precios y terminamos con la inflación”. 

El “industricidio” fue un intento disciplinador del desorden de los precios por la vía del máximo desorden social que es el desempleo y la pobreza. 

De esas lluvias vienen estos barros que se han convertido en un pantano. No se sale sin una fuerza que arrastre desde terreno firme.

El “industricidio” teórico (los “economistas”) fue la consecuencia del diagnóstico no sistémico del “agotamiento de la industrialización”. Fue la consecuencia del acceso al poder de los “hombres prácticos” (déjame a mi, lo arreglamos con alambre) que no miran atrás. No se preguntan de dónde venimos ni dónde vamos. 

Son los “urbanistas” que ponen otra mano en la Panamericana para resolver el tránsito, sin atinar a imaginar que sólo el transporte colectivo de alta calidad compensa la movilidad individual. La misma matriz intelectual de los infectólogos que recitaban “cerrar 15 días más” sin siquiera preguntar a educadores, psicólogos, a las dimensiones en las que se teje la vida. 

El ridículo de la mirada única. La negación del programa, del adónde vamos y las etapas. Es en lo que han coincidido todos los gobiernos desde que comenzó la decadencia.   

Nos llegan buenas noticias. Decisión política de avanzar en un acuerdo con el FMI. Una salida de tolerancia para no caer en un default insostenible que nos haría la vida cotidiana insoportable. 

Cuando Adolfo Rodríguez Saá anunció la moratoria unilateral, lo era para con los privados no con los organismos multilaterales. Nadie cometería ese zafarrancho. 

La responsabilidad de esta deuda inútil es un hecho político interno. No la deben de pagar los de afuera. Intentarlo no sería un costo para los de afuera sino para los de adentro. 

Afortunadamente, el Gobierno, como ha sido su hábito “tarde y mal”, está llegando a una salida. 
De este, como de todos los laberintos, se sale por la puerta, que la tiene por ser un laberinto. 

La poética  frase del admirado Leopoldo Marechal que “de un laberinto se sale por arriba” ha sido interpretada, por la política, como la “sensatez y racionalidad de pegar el salto y evitar el trabajo de descubrir y transitar la salida del laberinto”. Error. 

Hemos apelado desde hace 46 años a ese salto y de salto en salto, hemos acumulado una gigantesca deuda social, la pobreza; y una gigantesca deuda externa, la de los dólares que generamos y huyen. 

Es habitual escuchar que no tuvimos una guerra o que no hemos sufrido las consecuencias de una guerra. 

No es honesto para con el juicio que debemos hacernos las generaciones que hoy somos adultos y por lo tanto las generaciones que hemos sido responsables de esta caída. 

Los jóvenes de hoy no son responsables y los que ya no están no pueden contribuir de ninguna manera a la reparación. Este es un tema de los adultos del presente. 

Es importante recordarlo porque, entre otros, existe el discurso que responsabiliza conductas de los más jóvenes, pertenecientes a todos los estamentos, como desencadenante de parte de nuestros males. 

Por ejemplo, en estos días un pequeño grupo de egresados de un colegio privado de sectores medios altos, protagonizó escandalosos desmanes. Alerta social en un ámbito inesperado. 

¿Qué está pasando con esos padres, docentes? ¿Quién es el responsable de un fenomenal desperdicio de recursos de la educación? 

Cosas, tan distantes y tan idénticas, se originan en la ausencia del para qué y sus consecuencias. Y la sustitución enfermiza por el “vamos viendo”. En todos los órdenes. Incluida la educación de los más privilegiados. 

Claro que vivimos las consecuencias de varias guerras. No una. Varias.

Los crímenes de Estado del genocidio de la dictadura y los crímenes de los “estúpidos e imberbes” dejaron consecuencias que aún hoy están vigentes. 

Aquí, no somos únicos, se violó el “no matarás”. Pero no nos hemos pedido perdón. Y lo proclamamos. 

La violencia, estado decadente de la condición humana, requiere, para salir de ese estado, de la reconciliación. Reconciliar es conversar.

La grieta en permanente mutación (como el virus) multiplicada, han logrado dinamitar los pocos puentes existentes. 

Los partidos, con los que se inauguró el proceso democrático, que por definición reconocen ser parte de un “todo” que los incluye y al que se procura conducir, en su dinámica de disolución continuada tornada en “espacios” se definen por el limite, por el cerco, por la ausencia de yuxtaposición. 

La política es conversar acerca del todo del que somos parte: el principio desencadenante de la reconciliación es reconocer que el otro es parte del mismo todo. 

La decadencia de la política empieza ahí, en la incapacidad de conversar acerca del todo. 

Un todo mirado desde todos los ángulos y olvidando los “saberes inútiles”. 

Si el PIB crece 1%, las importaciones crecen 3%. ¿Es inviable crecer? No. Es inviable no entender que “sin industria no hay Nación” (Carlos Pellegrini). 

Muchos, en su nombre, contribuyeron a su destrucción. Por eso tenemos que pagar “reparaciones de guerra”, la pobreza y la deuda externa, consecuencia de guerras autoinfringidas.

Negar esas guerras torna a la decadencia inexplicable. Lo que no se puede explicar sólo tiene solución por casualidad. Reparaciones de guerra

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