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Macri, Temer y un almuerzo para encarar problemas

03 octubre de 2016

por Julio Burdman

Brasil es, por lejos, el principal socio comercial de Argentina. Y nuestro socio está mal. El año pasado su economía se contrajo 4 puntos, para 2016 va por repetir la caída, y su política está deteriorada. Todo eso, naturalmente, nos afecta. El presidente Michel Temer, ex vicepresidente de los dos gobiernos de Dilma que participó, junto al resto de su partido, del empujón contra el PT, tal vez no traiga tranquilidad. Lo caracteriza su cruda sinceridad. En una entrevista que dio a los medios argentinos antes de tomar el avión para Buenos Aires, dijo no saber cuándo la economía de su país va a repuntar. Se critica a Mauricio Macri y a sus ministros de prometer demasiado, pero Temer, en el otro extremo, no promete nada.

Hoy lunes llega a Buenos Aires para una breve visita de cinco horas en la que almorzará con Macri y se reunirá con la canciller Susana Malcorra. La sola fecha de su viaje es significativa. Ayer domingo hubo elecciones municipales en Brasil, el primer acto eleccionario desde que se desató la crisis política. Pero Temer, en lugar de quedarse en el país para analizar los resultados y celebrar seguidillas de reuniones con otros dirigentes políticos, toma un avión rumbo a Buenos Aires. Esta agenda nos sugiere un presidente de transición que ha decidido divorciarse de la dinámica político-electoral de su país. Así lo ha dicho en entrevistas: “No tengo preocupación electoral. Si llego al final del Gobierno con 5% o 2% de popularidad y consiguiera colocar al país sobre las vías, me doy por satisfecho. No me preocupa la popularidad”, declaró ayer a Clarín.

Con este mandatario vecino, Macri tiene mucho que hablar. El derrumbe brasileño impacta en varios sectores de la economía argentina, y sobre todo en el sector automotor, que es altamente dependiente del acuerdo binacional. Tanto la producción como las exportaciones (más del 80% de la exportación de autos terminados y autopartes argentinas van hacia nuestro problemático vecino) se derrumbaron este año contra el anterior, y el declive registra cuatro años consecutivos. El pasado mes de junio ambos países renovaron su acuerdo automotriz por otros cuatro años, bajo la presión de su vencimiento inminente, pero las empresas del sector, nucleadas en la Asociación de Fabricantes de Automotores (Adefa), piden abrirlo y renegociarlo. Reclaman una reducción de los aranceles bilaterales para contrarrestar la sangría y, además, le reclaman a Argentina una mayor apertura y diversificación, incluyendo la promoción de acuerdos con otros países para alivianar la dependencia argentina.

También, Argentina y Brasil tienen varios temas para conversar del plano multilateral. Además del desembarco en la región de la agenda de seguridad y defensa con contactos fluidos con Estados Unidos, está el Mercosur. Brasil está disminuido en su rol de “articulador regional” porque su Gobierno no es reconocido como legítimo por varios países. Y no es fácil sustituir ese rol.

En el caso de la situación interna de Venezuela, lo que está cobrando forma es una nueva red de cancillerías con coincidencias, que integran seis países: Argentina, Brasil, Chile, México, Perú y Paraguay. ¿Tendrá sobrevida este grupo? En el caso de la Presidencia pro tempore del Mercosur, lo que buscan tres de los cuatro miembros fundadores (Uruguay mantiene una relación más distante) es mantener a Caracas en un estado de virtual suspensión. Brasil y Paraguay, los dos países de posición más dura, insisten con que Venezuela incumple con sus reglas institucionales. Sin embargo, no quieren dejarla afuera. Políticamente, apuestan a la concreción del referéndum revocatorio, y a un Gobierno poschavista al que darán contención. Se asume un riesgo: si la crisis venezolana no deriva en una salida de Maduro, el bloque puede quedar atrapado en un conflicto doméstico.

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