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“La polarización es una estrategia retórica y política"

“La grieta no es la división política más importante en Argentina”, dice Marcelo Leiras

03 julio de 2017

Entrevista a Marcelo Leiras UdeSA y Conicet Por Néstor Leone

“La grieta no es la división política más importante en Argentina”, dice Marcelo Leiras, sociólogo y doctor en ciencias políticas. Por el contrario, sostiene que la sociedad permanece fragmentada en una pluralidad sociológica de sectores “que no tienen una expresión partidaria”.

“El último diagnóstico persuasivo para construir mayorías fue el kirchnerista, que reveló su agotamiento hace muchos años”, sostiene Leiras, director del Departamento de Ciencias Sociales y de la maestría en Administración y Políticas Públicas de la Universidad de San Andrés e investigador del Conicet.

El análisis del sistema de partidos, ¿está indefectiblemente atado a lo que suceda en las elecciones legislativas próximas?

No me parece que lo que suceda en las próximas elecciones vaya a alterar el sistema de partidos. La distribución de los votos tiene posibilidades de ser bastante semejante a la de 2015. Y esa distribución tiene dos características salientes. Una, lo que ocurre es bastante singular. Es decir, existen dinámicas provinciales difíciles de identificar a primera vista. Y tampoco hay fuerzas políticas nacionales. Es cierto que Cambiemos se presenta bajo el mismo nombre en casi todos los distritos. Pero en muchos de ellos el formato es distinto. Sea porque lo integran distintos partidos o porque el peso relativo  de los mismos partidos es distinto.

¿Y la otra característica?

Que el electorado porteño y el bonaerense, sobre todo, que es clave en la lectura sobre los resultados, parece estar dividido en tres: un electorado que acompaña a Cambiemos, que es básicamente no peronista y que se define a partir del rechazo a los gobiernos del Frente para la Victoria, el kirchnerismo y el peronismo no kirchnerista. Estos son rasgos que el sistema política parece tener desde hace tiempo. Y no creo que varíe significativamente con la elección. Va a existir un ganador que se quede con la primera minoría y las dos senadurías en la provincia de Buenos Aires, pero no va a ser una ventaja nítida.

¿Qué continuidades y rupturas encuentra respecto de la crisis de representación de 2001? La desarticulación nacional de los partidos parece ser una de esas herencias?

Las tendencias confederales del sistema de partidos en Argentina son históricas, y no posteriores a 2001. Estamos acostumbrados a pensar en el peronismo y el radicalismo, desde 1983 a 1999, como dos fuerzas territoriales amplias que se alternaron en el ejercicio de la presidencia. Sin embargo, ese formato es bastante singular visto en perspectiva histórica. En rigor, hubo muchos momentos en que el sistema se fragmentó bastante. Por ejemplo, cuando la candidatura de Perón estaba prohibida y había elecciones, en los años '60, había en cada provincia varios neoperonismos y el sistema de partidos estaba bastante descentralizado. La autonomía de los líderes provinciales respecto de los partidos nacionales es un aspecto de siempre. Lo que sí se da en 2001 es la erosión del radicalismo metropolitano, pero que ya estaba presente a partir de 1995 en la provincia de Buenos Aires, como precio del Pacto de Olivos.

¿Esto generó un espacio vacante?

Sí, desde 2001, el radicalismo termina de derrumbarse como fuerza nacional. Y ese espacio no lo ocupó ninguna fuerza política alternativa hasta ahora. Cambiemos parece recomponer eso. Lo que dice Jorge Asís, un poco en broma, un poco en serio, de que el de Mauricio Macri es la tercera presidencia radical, resulta correcta. Representa a esa mitad no peronista del electorado argentino, que no tenía una expresión partidaria común o una candidatura presidencial competitiva. En 2015 la tuvo, pero ayudado por el balotaje. En las PASO, la precandidatura de Mauricio Macri tuvo poco más del 20% de los votos. Este dato nos da una idea de cuán fragmentado está el sistema de partidos argentino y cuán difícil es armar una mayoría en ese contexto.

Parece existir, de todos modos, una lógica de polarización que se superpone a esa de fragmentación. ¿Comparte?

No. La polarización es una estrategia retórica y política. Sobre todo, del oficialismo, en este momento, pero que también fomentó el kirchnerismo. Y es un formato que, a veces, tiene la opinión pública especializada. Pero la grieta no es la división política más importante en Argentina. La sociedad está dividida en varios sectores que no encuentran una expresión partidaria mayoritaria. Existe una pluralidad sociológica en los electorados que no tienen una expresión partidaria. El último diagnóstico persuasivo para construir mayorías fue el kirchnerista, que reveló su agotamiento hace muchos años. Y que hoy solo sobrevive como objeto de adoración por quienes tienen un vínculo afectivo con la experiencia y la figura de Cristina, y como objeto de aversión para otros.

¿Considera que el peronismo resolverá su conducción luego de las elecciones o que va a persistir la fragmentación?

Si bien fue afectado por la crisis de 2001, en bastante menor medida que el radicalismo, el peronismo también experimentó una división que nunca terminó de cicatrizar. Hubo en el Congreso varios bloques peronistas no kirchneristas durante los últimos doce años, enfrentados con la conducción del FpV. Y, antes, en 2003, el PJ decidió no tener ningún candidato presidencial para permitir que tres candidatos peronistas compitan por la presidencia. Hay una dinámica centrífuga muy fuerte desde entonces, que no creo que pueda alterarse significativamente por dos motivos. Primero, porque el peronismo sigue sin tener una regla para dirimir el liderazgo interno. El único episodio de competencia real y confiable para las partes fue la interna de 1988, que Carlos Menem le ganó a Antonio Cafiero. Ahora, no tener una sucesión institucionalizada no implica no tener una sucesión. Y esa regla no escrita dice que la mayoría del peronismo acompaña a quien muestra ser líder nacional fuerte. Ahora no va a haber ningún liderazgo claro. Por más que a Cristina le vaya bien en Buenos Aires, el caudal que obtenga nunca va a ser suficiente, ni va a ser indicador de un liderazgo claro para que otros líderes puedan acoplarse.

¿Qué posibilidades tiene Cambiemos de conformarse como coalición de gobierno, más allá de ser un frente electoral y una alianza parlamentaria?

Ha tenido tropiezos legislativos y también políticos, con algunas diferencias internas en el cierre de listas. En ese sentido, no hay un progreso significativo respecto de 2015. Sigue con la misma amalgama y controla la presidencia, cosa que no es menor. Podría consolidarse de dos maneras. Una, ideológica, más allá de lo que pueda decir Jaime Durán Barba. Pero no tiene hasta ahora un diagnóstico, un pronóstico y una propuesta en ese sentido. La otra, resultados económicos convincentes. Y esto tampoco está. Con esos tropiezos, sin esa ideología y sin esos resultados es difícil consolidar la coalición. Entonces, sólo queda el valioso aporte que le proporciona controlar los resortes del Estado, el único pilar sobre el que se sostiene Cambiemos.

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