Germán Martínez, el flamante presidente del bloque de diputados del Frente de Todos, aspira a que casi todos sus integrantes aprueben el acuerdo con el FMI. Hoy, ese objetivo se encuentra con la resistencia de un grupo de legisladores que podrían oscilar entre 15 y 30.
Fuera de esas excepciones, el grueso de los miembros del bloque acompañaría la iniciativa. También lo harían diputados de fuerzas aliadas que se referencian en gobernadores que apoyan el entendimiento con el FMI, que es clave para que puedan financiar obras en sus distritos. Los bloques no oficialistas, pero de origen peronista, también darían el sí.
Una alternativa para Martínez podría ser una votación en el seno del bloque y que a aquellos que queden en minoría se los autorice a abstenerse de la votación o no concurrir a la sesión, pero evitando un pronunciamiento en contra en el recinto.
Aún sin los votos de los seguidores de Máximo Kirchner, el oficialismo lograría el apoyo suficiente, pero se trata de evitar mostrar una fractura en el debate. La oposición se haría un picnic en ese caso.
Por otra parte, una división explícita pondría en evidencia la condición de minoría que tiene La Cámpora dentro del peronismo. ¿Pero eso le preocupa a Máximo? No parecería el caso porque no se opone a u acuerdo específico porque todavía no se lo conoce en detalle. Su oposición es directamente a cualquier entendimiento con el FMI que lo vuelva a involucrar en el manejo de la política económica del país porque eso implicaría arriar una bandera histórica del kirchnerismo.
Máximo no puede desconocer que su decisión debilita al Presidente. No hay ningún antecedente desde 1983 en el que el jefe del bloque oficialista haya renunciado a su cargo en discrepancia con una iniciativa cuya aprobación el Gobierno considerara esencial. Además, la experiencia reciente demuestra que el que se divide, pierde.
Si Máximo está convencido de que el acuerdo con el FMI agravará la situación social, no debería tener ninguna duda de que el Frente de Todos perderá las próximas elecciones presidenciales. Llegado a ese punto, le resulta más importante sostener la coherencia del kirchnerismo para cualquier construcción política futura que apoyar a un Gobierno que de todas maneras estaría condenado a perder en 2023. Si se firma el acuerdo, se le será imputado todo lo negativo que ocurra en la economía a partir de ese momento.
A partir de ese dato, se abren distintas opciones. De todas maneras, el objetivo que se fijó Martínez es difícil de alcanzar porque sectores del kirchnerismo como La Cámpora y aquellos que no provienen del peronismo, no parecen tener incentivos para acompañar al Presidente en esta etapa.
