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Como peces fuera del agua

Cambiemos, el kirchnerismo, el Frente Renovador y los peronismos no K comparten cierta incomodidad respecto del escenario político actual. La persistencia de la “dicotomía ordenadora” de 2015 y los desafíos de cara a las legislativas de 2017.

18 agosto de 2016

por Juan Germano (*)

Cuando falta cerca de un año para las primarias de 2017, los principales espacios políticos parecen estar incómodos. Los desafíos e incentivos de cada uno parecen chocar entre sí, con una opinión pública que se encuentra expectante. Analicemos en profundidad cada caso.

El Frente para la Victoria basó su fortaleza en dos pilares. Por un lado, el relato K estuvo encuadrado en una mística renovadora, luego de la crisis de 2001. La ruptura del sistema de partidos tal como lo conocíamos, le permitió elegir constantemente sus batallas. Desde el centro del ring, definía a quien subía y quien bajaba del mismo: Iglesia, Fuerzas Armadas, medios, el campo, etcétera. Todos fueron pasando, con mejores y peores desempeños, por ese lugar. Por otro lado, también hubo cambios en la realidad de los ciudadanos: la inflación fue un problema estructural de la segunda parte de su modelo económico, pero las paritarias cerraban cerca de la inflación (a veces ganando, a veces perdiendo); las tarifas energéticas en el AMBA eran bajas (independientemente de la discusión sobre su sustentabilidad y la injusta diferencia con el interior del país); los trenes mejoraron (aunque increíblemente hubo que lamentar 52 muertes), el fútbol fue gratuito y la Asignación Universal por Hijo, una política de Estado.

El problema es que el relato sin la posibilidad de influir en el metro cuadrado de los argentinos, no sólo tiene menos fuerza, sino que interpela a menos habitantes. Su ADN lo lleva a la radicalización, a encontrar su punto de apoyo en los que ya están convencidos. El gran frente ciudadano promovido por la expresidenta puede formarse y presentarse como un gran problema futuro para Cambiemos, pero difícilmente pueda ser liderado por Cristina Kirchner ni por otro dirigente kirchnerista. Con el peronismo desesperado por alejarse, su nuevo rol no parece ser claro y la gran pregunta es si podrá modificar su ADN a tiempo, para seguir siendo un actor político relevante luego de 2017.

El peronismo no kirchnerista no encuentra un líder unificador, que seguramente llegará luego de las elecciones venideras. Su diferenciación con el FPV le genera enormes esfuerzos comunicacionales ya que le cuesta imponer temas de agenda. Responde de manera compacta cuando tiene oportunidad y puede salir ganador en alguna disputa puntual por las tarifas, pero al mismo tiempo, debe responder por las bravuconadas de Guillermo Moreno en televisión abierta o los problemas judiciales de referentes del Frente para la Victoria. Los bolsos de José López no son sólo un problema del kirchnerismo.

“No se puede gobernar sin el peronismo”, dice una máxima de nuestra política nacional. El problema es que, en términos de opinión pública, sigue existiendo la misma dicotomía ordenadora que existía en 2015: PRO-FPV. El espacio se aleja del kirchnerismo por motivos obvios, pero no puede aparecer como un opositor serial al Gobierno ya que buena parte de la ciudadanía le sigue otorgando tiempo al Presidente. No es momento para obstaculizar ya que el precio a pagar podría ser demasiado alto. Cambiemos necesita del peronismo y el peronismo de Cambiemos.

El Frente Renovador continúa con su eterno dilema: generar un espacio propio por fuera de los polos actuales. Debe aparecer como superador de Macri, más que estrictamente opositor. Massa crece en relevancia en términos de opinión pública cuando puede llevar las discusiones a temas cercanos a la ciudadanía (el mejor ejemplo es la discusión tarifaria) y no cuando queda atrapado en discusiones estrictamente políticas (dentro de la lógica PRO-FPV). Su peso territorial en la provincia de Buenos Aires, sumado a su victoria en 2013 y su correcto desempeño en 2015, lo ubican como un candidato evidente. De todas maneras, un espacio peronista dividido en tres (Frente Renovador, peronismo no kirchnerista, Frente para la Victoria) sería un escenario soñado por Cambiemos. De esta manera, uno de sus desafíos es evitar ser absorbido por el otro, y transformarse en un nuevo radicalismo, pero al mismo tiempo, alejarse de los fantasmas de comportarse como el viejo peronismo.

Cambiemos se encuentra atrapado en la discusión tarifaria. Dicen los libros de comunicación política que las malas noticias deben darse de manera rápida y sin anestesia. Pagar el costo político y que la dinámica política cambie el foco progresivamente. Lo contrario a lo ocurrido hasta el momento. A priori, uno podía esperar que el Gobierno tuviese dificultades de “gobernabilidad” para enfrentar una Cámara de Diputados difícil y un Senado con relación intermitente clara mayoría peronista. De todas maneras, en ese ámbito ha tenido muchas más victorias que derrotas y es en tema estrictamente de gestión en la que mostró su mayor dificultad. El Gobierno no puede darse el lujo de evitar estas discusiones y de dar respuestas constantemente, pero requiere salir de esta encrucijada que tapa cualquier otro tipo de medidas (sean positivas o negativas).

La opinión pública continúa otorgándole tiempo al Gobierno, que deberá necesariamente cambiar expectativas futuras por mejoras presentes si quiere consolidar el cambio iniciado el año pasado en las elecciones de 2017. El apoyo al Gobierno no se generará necesariamente por amor, sino logrando mejoras palpables en el metro cuadrado ciudadano. La economía, real y percibida, será el factor a seguir de cerca.

Todos los espacios tienen desafíos complejos que los encuentran en un lugar de incomodidad. La forma en la cual puedan ir dejando atrás estos retos, y la manera en la cual estos movimientos sean decodificados por la ciudadanía, irá diagramando el mandato de la elección futura. Inclusive, la laxa dinámica de nuestro sistema de partidos puede generar incentivos para que, formal o informalmente, se generen movimientos o acercamientos en 2017 para posicionarse y eventualmente competir mano a mano en 2019. A un año de las primariasno hay nada definido aún y, como sabemos, en argentina un año es un siglo.

(*) Director de Isonomía Consultores.

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