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Algo va a pasar

Si Guzmán cree que los demás son “antiargentinos” ha renunciado a la política. Si Macri piensa como Milei, la conversación no tiene sentido

Algo va a pasar
Carlos Leyba 05 noviembre de 2021

“El Gobierno argentino metió un gol”. Así comienza la nota que Romina Calderaro (Página/12) envió celebrando el acuerdo de inversión de US$ 8.400 millones para producir, en Río Negro, hidrógeno verde.

Representará 15.000 empleos directos y 40.000 o 50.000 indirectos. Exportaciones de 2,2 millones toneladas de ese combustible. 

El Presidente y empresarios australianos anunciaron el acuerdo cuyas condiciones no han sido publicadas. 

Recordamos el contrato YPF -Chevron firmado por Cristina que, luego de años en secreto, siendo presidente Mauricio Macri, la Corte dijo: "YPF no puede ampararse en normas destinadas a la búsqueda de eficiencia económica y operativa para evadir la obligación de garantizar y respetar el derecho de acceso a la información". No olvidar.

Señaló J. C. de Pablo (La Nación, 4/11) los “resultados netos” de toda inversión deben ser estudiados para tomar la decisión de promoverla. 

Lo que sigue es apenas lo que infiero. La producción de 2, 2 millones de toneladas de hidrógeno verde demandará aproximadamente el consumo de 132 millones de MWh de energía, equivalentes a una potencia media de 15.000 MW, lo que equivale a la demanda media actual del país. 

Generar esa energía verde requerirá, si solo se utilizaran aerogeneradores, instalar 6.000, cada uno con una capacidad de 4,2 MW. Su costo rondaría los US$ 1.000/kw. Una inversión de US$ 25.000 millones para sembrar de aerogeneradores la provincia. 

¿Se abriría la posibilidad de desarrollo de la industria vinculada a aerogeneradores en el país? 

Todos esos planes, supongo, estarán en plena elaboración, con la habitual reserva, en el Ministerio de Desarrollo Productivo.

Los números son impresionantes. 

Pero no es algo que vaya a pasar ahora. 

Por tanto no podemos anotar este tema en la lista de posibles respuestas a la cuestión “algo va a pasar”. 

También fueron impresionantes los anuncios de 500.000 puestos de trabajo de Vaca Muerta que auguró, durante la campaña electoral que los llevó a la Presidencia, Matías Kulfas.  

Ambas cuestiones, el hidrógeno verde (energía limpia) y Vaca Muerta que también produce energía sucia (petróleo), suenan contradictorias. 

Aunque es obvio que la prioridad es la del compromiso ambiental de los documentos de trabajo que Argentina llevó a Escocia y que sostienen descarbonización para 2040. 

Es decir, ¿quedan, en principio, 18 años para despedirnos del petróleo de Vaca Muerta? 

¿Cuál es el programa? Hace un poco de ruido el proyecto de Ley de Combustibles. 

El anuncio "hidrógeno verde", que celebramos, refleja una suerte de contradicción estratégica que el Gobierno debería esclarecer. Eso se hace exponiendo un programa. Obviamente elaborado con el concurso de los especialistas en la materia. Pero sobre la base del programa de desarrollo económico, de integración territorial y social, la perspectiva demográfica y la del comercio internacional (logística, etcétera) que haya concitado previamente el consenso político, económico y social suficiente. 

¿Alguien está pensando en eso? En estrategia de país, no hay Waze. Y si lo hubiera hay que saber dónde estoy y dónde quiero ir. ¿Y?

No hay tal cosa como programación del desarrollo energético sin tener el horizonte claro a 20 años del desarrollo global y viceversa. 

El ejercicio sobre las cifras involucradas en este anuncio, así como la tensión entre Vaca Muerta y los compromisos de descarbonización, sugieren (no han sido públicos)  la existencia de estudios  de nuestro Gobierno, sus funcionarios, sobre programaciones y escenarios de decisiones que hacen de este sorprendente anuncio, del compromiso ambiental y de las proyecciones de empleo de Vaca Muerta, simplemente menciones. 

Menciones que tendrán detrás, seguramente, la densidad de pensamiento que, por razones que ignoramos, no han sido lo suficientemente divulgados y por lo tanto, no conversados. Lo principal. 

Las autoridades reiteran una acendrada vocación por la movilidad sustentable. La acompañan con declaraciones acerca del aprovechamiento del litio y la producción de baterías que usan ese material y que, técnicamente por ahora, son sostén de esa movilidad. 

Claro que hay más cosas en marcha en la cartera de Desarrollo Productivo. Por ejemplo, el cannabis medicinal que, nos han anunciado, generará 10.000 puestos de trabajo. 

Por cierto esto no es todo. Debe haber más. 

Pero no lo sabemos. Volvamos a la cuestión inicial.

¿Esta sucesión de propuestas, “son goles” como dice Romina (hidrógeno verde, Vaca Muerta, litio, cannabis)? 

Digamos, ¿esos triunfos esperados responderían a la pregunta-preocupación “algo va a pasar”?  

No. 

Son meros anuncios de goles que, seguramente, se meterán en el arco del crecimiento, partiendo de la base de un campo despejado (sin barreras y sin arqueros), a mi modesto entender en el marco de una estrategia de juego o un programa o plan que no se ha dado a conocer, por parte de un pateador que, por lo pronto, está muy, pero muy, lejos del arco. Con la mejor de las intenciones, el balón podría cruzar la meta bastante después que la presidencia Alberto Fernández haya desaparecido de la memoria. 

Noticias como la del hidrógeno lo son acerca de algo que habrá de comenzar materializarse, a notarse, dentro de largos años. 

Y por eso no responden a la preocupación o pregunta “algo va a pasar”. 

Es que “algo va a pasar” es la frase que recorre no pocas conversaciones de nosotros, las personas de a pie. 

Los jóvenes que se han criado en la democracia no tienen recuerdo de los tiempos en los que “el rumor” era la principal conversación. 

Todos los gobiernos, militares o democracias con proscripciones que habían nacido débiles, sufrían de una inestabilidad ingobernable y el “rumor” de lo que “iba a pasar” era la consecuencia de la propia inestabilidad de todos aquellos gobiernos previos a 1983: ninguno pudo conformar un liderazgo legítimo. 

Los años que siguieron, si quiere, al primer golpe militar, navegaron en la inestabilidad y el rumor. 

Pero todo fue mas crítico, en el sistema político, con el golpe de 1955, que al ocurrir denunciaba una “inestabilidad”, y que no pudo instalar un sistema. Fueron esos años, los años del “rumor”, del “algo va a pasar”.

Lo notable es que desde 1955 hasta 1974 hubo sólo 3 años de caída del PIB. 

La década 1964/1974 fue la cuarta de mayor crecimiento del PIB desde 1814 y, de lejos, de todo el Siglo XX. 

La economía crecía, la sociedad progresaba, con alta inestabilidad política (el rumor, algo va a pasar) pero la base material de la sociedad contenía y se ampliaba: 4% de pobreza. Fue la Argentina de los planes de desarrollo (varios) y de la procura de la industrialización. 

La base material soportaba los ditirambos de la política y la psicología del rumor, que navegaba alrededor de los gestos de las personas encumbradas.

La pregunta, la cuestión “algo va a pasar”, la que hoy cruza las conversaciones, no cuenta con aquella base material de crecimiento, pleno empleo y sin pobreza.

Es, tal vez, una pregunta parecida a aquella, pero formulada sobre un escenario de tablones frágiles y la sensación de un foso vacío, oscuro, imprevisible.

Viene a la memoria el cuento de Gabriel García Márquez. El rumor de “algo grave va a pasar”. La profecía autocumplida. 

El cuento que empieza con el presagio de que “algo grave va a pasar” termina cuando alguien dice “que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa”, y entonces la incendia y otros incendian también sus casas. Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio que le dice a su hijo que está a su lado: “¿Viste, mi hijo, que algo muy grave iba a suceder en este pueblo?”.

No son, ya lo dije, los anuncios entusiastas los que contestan, depejan, alumbran, el “algo va a pasar” de nuestros días. No es eso lo que “va a pasar”. 

Es la incertidumbre lo que genera la frase. La incertidumbre posterior al resultado electoral cuando las figuras principales, que marcan el clima de la vida política, hacen gala de, diría, una cierta protervia. 

¿Cómo sino entender la expresión casi salvaje, o hay otro término, de Martín Guzmán de llamar “antiargentinos” a los opositores? ¿En qué estaba pensando el conductor de la economía, el que debe generar confianza, el predicador de la “economía tranquila”? 

¿Cómo no vamos a pensar que “algo va a pasar”? Y con temor. 

Pero, como siempre, del otro lado de la grieta todo se espeja: tiros contra todos y en contra también. 

Macri afirmó: "Las ideas que expresa Milei son las que siempre he expresado yo". Insólito en el mayor heredero de la “Patria Contratista” se convierta en adalid del anarcocapitalismo. Un sólo argumento posible: torpedear a sus aliados. 

Un misíl contra su lista. ¿Ignora que “eso” no es, diría, ninguno de sus candidatos, incluído Ricardo López Murphy?

No es de extrañar en él esa conducta. Recuerde qué dijo hablando, de los que luego sepultó (Peña, Lopetegui y Quintana): “Marcos, Mario y Gustavo son mis ojos y mi inteligencia. Ellos son yo” (14/12/16 La Nación). 

Ahora esta blandiendo una pala de punta abriendo la sepultura para María Eugenía, Horacio, Lilita, Facundo. 

Es que, ya sabemos, si él dice “son mis ojos” te los arranca.

Si dice “inteligencia” en su caso es claramente un oximoron.

Pero están ahí. 

Mientras Guzman conversa con el FMI, en una suerte de túnel previo a la silla eléctrica, tratando de obtener un acuerdo posible de ser cumplido y que podamos seguir existiendo, las dos cosas, aquí alguien resolvió mantener hasta el 30 de abril de 2022 las tarifas electricas. Y dale a la energía. 

Dice la resolución ministerial que “en lo que va del año 2021? ya se destinaron subsidios por $900.000 millones, lo que posibilitó que los usuarios paguen menos del 30% del costo real de la electricidad”. ¿En mayo de 2022 nos vemos?

Faltan pocos días para una decisión crucial de la ciudadanía. Puede suceder que el Congreso siga, y particularmente el Senado, en manos del kirchnerismo conducido por La Cámpora. Y en ese caso el Ejecutivo tendría el apoyo parlamentario para cumplir con la  mirada, la visión, de La Cámpora. 

Por ejemplo una decisión en ese camino es, eventualmente, la continuidad de las tarifas eléctricas sin ningún refinamiento. ¿Y el FMI? ¿Cuál es la estrategia política de los herederos de la “juventud maravillosa”? ¿Tienen?

La otra opción es la posibilidad del cambio de las mayorías parlamentarias. A ello puede suceder el deshilachamiento de la actual mayoría del FdT e inclusive que hasta algunos de esos sendadores sigan el camino de Miguel A. Pichetto. 

El vuelco parlamentario podría generar un territorio de diálogo fortalecedor de otras opciones en el Ejecutivo. O bien todo lo contrario. Lo catastrófico es lo imprevisible.

El Ejecutivo, lanzado a construir su propia vía en sólo dos años, alejado de ambos bloques mayoritarios ¿es un camino o un permanente “cul de sac”? 

Es que el cambio de mayorías parlamentarias probablemente sea la consagración del empate.

Ahí aparece con toda densidad el “algo va a pasar”. 

Casi inexorablemente vamos a una doble debilidad. La del Poder Ejecutivo, que aún no ha demostrado dónde está su cabeza. Y la nueva, la del Congreso impotente para grandes decisiones. 

Todo eso será el resultado inevitable de dos cuestiones previas y básicas, que son ignoradas. 

Hacer política es “conversar”.  Conversar es dar vueltas, al mismo tiempo escuchando y hablando, acerca de una idea. 

En estos tiempos la política no conversa, creo, por falta de ideas. La política trata “desde el Estado” construir la “Nación”.

Si Guzmán afirma que los demás son “antiargentinos” ha renunciado a la política. 

Si Macri cree con Milei que “la sociedad no existe” y que sólo somos individuos en el mercado, entonces, la conversación no tiene sentido. 

Lo grave es que ni los unos ni los otros han desautorizado a quienes, independientemente de su tamaño, ocupan espacios de liderazgo.

“Algo va a pasar”. La gente recuerda o le han dicho, con razón, que, en democracia, lo peor que nos pasó fue “el Rodrigazo”, sin saber demasiado acerca de eso. Pero temen, sin esperanza, que “algo va a pasar”.  

Tal vez tengan razón. La desesperanza es la peor manera de tener razón. 
 

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