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Biden llega con ventaja a una elección que tendrá un récord de votantes

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03 noviembre de 2020

De no haber existido el fiasco de los pronósticos de 2016, los demócratas  ya deberían estar organizando los festejos para esta noche, pero con ese antecedente, todos son ahora extremadamente prudentes. Y eso es así a pesar de que el promedio de encuestas del sitio Real Clear Politics le otorga a Joe Biden una ventaja de 6,7 puntos en el voto nacional y de 2,9 puntos en los estados considerados clave, porcentajes que se han mantenido estables durante los últimos meses.

A comienzos de año, pocos dudaban de que Donald Trump sería reelecto en noviembre, pero irrumpió el coronavirus y todo el escenario cambió. Estados Unidos tiene el 4% de la población mundial, pero más del 20% de los muertos por Covid, que ya superan los 230 mil. Trump  subestimó la pandemia y nunca pudo recuperarse de ese error inicial frente a los ojos del electorado.

Estados Unidos va a las elecciones en un contexto de extrema polarización política. No se trata de un fenómeno nuevo sino que ha vendió creciendo en los últimas décadas y Trump lo aprovechó y exacerbó como  estrategia política. Las batallas culturales, el sistema electoral y la distribución del ingreso explican porque es “una Nación dividida” como señaló Michelle Obama en la Convención Demócrata.

Trump es una figura atípica en la política estadounidense,  cambió algunas reglas, enfrentó convencionalismos, pero también degradó a las instituciones y deterioró la imagen del país en el mundo. Siempre jugando a ser políticamente incorrecto, algo que le resultó eficaz en un país en el que hay mucha disconformidad sobre cómo funciona el sistema en  Washington. El principal problema que enfrenta Trump es que la aprobación de su gestión presidencial nunca superó el 45%, un porcentaje insuficiente para obtener una reelección. Las elecciones las ganan y pierden los gobiernos, y cuando hay un Presidente que busca un segundo mandato, la evaluación que se hace del primero es clave para definir el voto.

Los cuestionamientos que recibe apuntan a algunas de sus políticas, pero también a un estilo confrontativo que exalta las divisiones en la sociedad cuando de un Presidente se espera lo contario. Termina agotando y por lo tanto impulsa a los votantes a buscar su contracara. El trasfondo racista y misógino de algunas  de sus declaraciones lo fueron alejando cada vez más  de las minorías y de las mujeres, que junto con los jóvenes, constituyen los segmentos del electorado más favorables a Biden.

En el único rubro en el que Trump fue evaluado positivamente durante su mandato fue el manejo de la economía. Si bien no hubo un cambio significativo en los indicadores,  mantuvo la tendencia a la baja de la tasa de desempleo que comenzó en 2009 y llegó al 3,5% en febrero de 2020. Pero entre fines marzo y principios de abril se destruyeron 22.000.000 de empleos de los cuales sólo se recuperó la mitad. En materia de crecimiento, Trump estuvo lejos de cumplir con su promesa de campaña de lograr una suba anual del 4% del PIB, aunque una vez en la Casa Blanca, recortó al 3%. Pero tampoco alcanzó ese nivel ya que la expansión promedio en sus primeros tres años de gobierno fue de 2,5% mientras que durante los años de Obama fue de 2,3%. Una mínima diferencia que relativiza la exaltación que hace Trump de sus logros.

Además, la pandemia alteró todos los números porque el PIB caerá 3,6% este año y la tasa de desempleo se ubicó en septiembre en 8,2%. La gran ventaja que le llevaba Trump a Biden sobre la aptitud de cada uno para manejar la economía se fue recortando en los últimos sondeos.

De todas maneras, el nivel de polarización es tan alto que trasciende la evaluación puntual de un área del gobierno porque lo está en juego es una visión más amplia sobre el rumbo del país.

La doble crisis, económica y sanitaria, ha movilizado a la sociedad estadounidense como pocas veces y ya votaron anticipadamente 90 millones de personas por lo cual se podría llegar a las 160 millones, un nivel sin precedentes y que superaría en 25 millones a la participación de  2016. Es una prueba irrefutable de la importancia que los ciudadanos le otorgan a esta elección y eso lleva a suponer a que consideran que lo que está en juego es mucho más que el posicionamiento frente a un tema puntual de una agenda de gobierno. Esa concurrencia masiva es la que también lleva a los analistas a ser más cautos que en otras ocasiones.

Hay acuerdo entre los expertos que una mayor concurrencia favorece a Biden y que a Trump le convenía una elección más acotada en la que tuvieran un peso determinante los núcleos de apoyo más duros. Trump tiene una base movilizad, pero que puede ser insuficiente para ganar en un escenario  de votación masiva.

Otra ventaja para Biden es que la participación electoral es muy alta entre los jóvenes, algo que no se veía desde 2008, y las mujeres. La concurrencia crecerá menos en el segmento del electorado en el que Trump predomina que es el de los hombres blancos con menor educación formal.

Las condiciones favorables para el candidato demócrata no terminan allí porque en la gran mayoría de los estados que hoy tienen elecciones competitivas ganó Trump en 2016. Hay tres de ellos - Pennsylvania, Michigan y Wisconsin- que siendo históricamente demócratas se volcaron por Trump en 2016 que ganó por una mínima diferencia, en la suma de los tres, de 77.000 votos. Hoy los sondeos sobre intención de voto le dan a Biden una ventaja en los tres y de ganar en ellos llegaría a tener mayoría del Colegio Electoral en la medida que logre retener todos los distritos en los que ganó Hillary en 2016.

A diferencia de 2016, Trump no es un outsider que se enfrenta a una candidata que era muy resistida por gran parte del electorado sino que tiene como adversario a alguien que genera poco rechazos y al que es más difícil atacar desde el punto de vista personal.

Está claro que Biden no es un candidato que entusiasme, pero tiene un gran activo: no es Trump. Las encuestas dicen que con eso le alcanzará para ganar.

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