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Precios: recalculando los pronósticos

La devaluación impactó en los precios, pero en una magnitud inferior a la esperada

22 enero de 2016

(Columna de Matías Carugati y Máximo Pisa, economista jefe y economista, respectivamente, de Management & Fit)

El Gobierno ha planteado la desinflación de la economía como su principal objetivo. La suba generalizada y persistente del nivel de precios es uno de los aspectos más negativos heredados y, al mismo tiempo, representa una seria amenaza para alcanzar la meta de pobreza cero.

Como era de esperar, la devaluación se trasladó a los precios internos. Si bien la declaración de emergencia estadística interrumpió la publicación de información oficial, fuentes alternativas confirman el impacto sobre los precios. Las mediciones del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires registraron un alza de precios minoristas de 3,9% en diciembre (frente al 2% de noviembre), cerrando el año con una inflación de 27%.

Así todo, el impacto de la devaluación habría sido menor al esperado. Mediciones semanales muestran que la inflación mensual se aceleró hasta mediados de diciembre para luego comenzar a ceder, dinámica que se extendió entrado el año nuevo y que llevarían a una tasa de 2,5-3% para enero. Si las estimaciones de alta frecuencia están en lo cierto la propagación del shock cambiario a lo largo y a lo ancho de la estructura de precios sería menos traumática de lo anticipado. La tasa mensual de inflación continuaría bajando aún cuando en la comparación interanual la suba pueda mostrarse en ascenso debido a la base de comparación.

Son varias las razones por las cuales la inflación se estaría moderando tras el shock cambiario. En primer lugar, porque una parte del traslado se anticipó a la devaluación. La victoria de Mauricio Macri en el balotaje convirtió a la suba del tipo de cambio en una de las medidas más anticipadas de los últimos tiempos, llevando a que muchos precios se adelantaran a la corrección. En segundo lugar, la expectativa, seguida del anuncio, de un programa económico consistente con desinflar la economía también ayuda a acotar la discrecionalidad en la formación de precios. La publicación de metas fiscales y de inflación, junto con la continuidad de políticas anteriores (Precios Cuidados) y la caída de barreras comerciales (DJAI), son señales útiles para marcar la cancha.

Tarifas y desafíos

Pensando hacia el futuro, el compromiso explícito del BCRA en reducir la inflación es importante. Desde el cambio de autoridades, la entidad absorbió el equivalente a 14% de la base monetaria al comienzo de su gestión. Como resultado, la expansión monetaria se desaceleró del 40% a 30% anual. Esta dinámica ratifica lo establecido por el banco en sus lineamientos de política, dejando sujeta la evolución de los agregados monetarios al comportamiento pretendido de los precios internos. El BCRA dejó de mirar (principalmente) al dólar para poner el foco sobre la inflación, giro que ayuda a reducir la inflación por dos canales: el crediticio y el de expectativas.

No obstante, la esperada quita de subsidios irá en contra de la desinflación de la economía. La estrategia elegida para reducir el déficit primario en 2016 se focalizará en un recorte de subsidios de 1,5% del PIB. Menos subsidios equivalen a tarifas más altas, lo que tendrá impacto directo sobre la inflación. Se trata de un shock considerable e inoportuno, dado que ocurrirá en la antesala (o en el medio) de unas paritarias que ya se vislumbran complicadas.

Precisamente, las paritarias plantean otro desafío para recuperar el control de las expectativas de inflación. En apenas un mes éstas cayeron a 25% anual y el Gobierno está tratando de alinearlas con la banda objetivo para este año. Sin embargo, la puja distributiva tiende a propagar la inflación pasada hacia delante, complicando cualquier cambio en la estructura de formación de expectativas y, por lo tanto, del comportamiento de los agentes. El endurecimiento de las posiciones sindicales requerirá de mucha habilidad en la negociación para lograr resultados consistentes con el resto del programa económico. El Gobierno cuenta con herramientas: (1) Incluir beneficios fiscales (Ganancias, IVA y cargas sociales) dentro de las negociaciones; (2) aceptar un desdoblamiento o alentar un esquema con cláusulas gatillo (para comprometerse con evitar la caída del salario real), y (3) discutir el reparto de los fondos que la Superintendencia de Servicios de Salud (SSS) retiene a las obras sociales sindicales. El Gobierno precisa de una pauta salarial apropiada para acercarse a su ambicioso (pero no imposible) objetivo de 20-25% de inflación para este año.

Financiamiento

Conseguir financiamiento de mercado en la transición hacia un déficit fiscal sustentable también es importante en materia de precios. Si el Gobierno no logra apalancarse gracias a la apertura de la cuenta capital y/o el sistema financiero local es incapaz de proveer fondos suficientes para cubrir el rojo fiscal, hay dos opciones. Que Hacienda profundice el recorte del gasto público, lo cual parece difícil dada la situación económica y las restricciones políticas, o que el BCRA “pague la factura” e incumpla con su meta de inflación. De cualquier forma se habrá perdido credibilidad y habrá costos que pagar. El éxito del programa económico depende, entonces, del financiamiento. Esto realza la importancia de solucionar el litigio con los holdouts y reconectar al país con el mundo, tarea que Macri encaró personalmente en Davos.

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