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Múgica: “EE.UU. tiene incentivos para apoyar una reestructuración ordenada de la deuda argentina”

Política exterior y doméstica están íntimamente ligadas. En países como Argentina, con una enorme deuda social, la política exterior debe focalizarse en la mejora de las condiciones internas. ¿Cuáles son los desafíos?

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Alejandro Radonjic 04 febrero de 2020

Entrevista a Tomás Múgica Politólogo  Por Alejandro Radonjic

Con su tradicional mirada lúcida, el analista internacional Tomás Múgica, en diálogo con El Economista, analiza los primeros pasos externos de Alberto Fernández, así como los desafíos y oportunidades que esconde un escenario mundial dinámico.

Fernández sorprendió con su viaje inaugural. Eligió Israel. ¿Qué mensaje buscó dar?

El viaje de Alberto Fernández a Israel puede analizarse en varios planos. Primero, se debe tener en cuenta la ocasión en la que se produce: la conmemoración del 75° aniversario de la liberación de Auschwitz. Un evento de enorme transcendencia internacional, como lo prueba la asistencia de representantes de más de 40 países, incluyendo figuras como Emmanuel Macron, Vladimitr Putin y el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence. La asistencia de un presidente a una solemnidad de estas características, entonces, posee un significado per se: se enmarca en la defensa de la democracia y los Derechos Humanos que constituye un rasgo característico de la política exterior argentina post-1983 y sirve a una estrategia de construcción de prestigio internacional de nuestro país (“soft power”). Segundo, Israel es un país importante para Argentina. Siempre lo ha sido: nuestro país fue el primero en la región que estableció relaciones diplomáticas con el naciente Estado de Israel en 1948 y cuenta con la colectividad judía más importante de Iberoamérica, a lo cual se suman más de 80.000 argentinos viviendo en ese país. En el terreno económico, el Mercosur e Israel están vinculados por un Tratado de Libre Comercio -que entró en vigencia en 2011- y el comercio bilateral argentino- israelí, aunque modesto (casi US$ 400 millones), tiene potencial de crecimiento; también el vínculo en otros ámbitos como la cooperación científico-tecnológica. Ciertamente el Memorándum firmado con Irán en 2013 generó malestar en el lazo bilateral, pero últimamente las señales ?como la decisión del gobierno argentino de mantener a Hezbollah en el Registro Público de Personas y Entidades vinculadas a actos de terrorismo y su financiamiento (RePET)? han sido positivas y así parece confirmarlo la recepción que encontró Fernández por parte del gobierno israelí. Tercero, el viaje puede ser leído como un gesto -entre otros- de acercamiento con Estados Unidos, país cuyo apoyo es decisivo para la renegociación de las obligaciones externas de Argentina. Estados Unidos es el principal aliado de Israel en el mundo y la administración Trump es especialmente cercana al actual gobierno israelí, tal como quedó de manifiesto en decisiones como el reconocimiento de Jerusalén como capital y su propuesta de paz para Medio Oriente, lanzada hace algunos días en la Casa Blanca con la presencia del Primer Ministro, Benjamín Netanyahu.

A cambio de su apoyo, Estados Unidos podría demandar una posición condenatoria ante Maduro y, adicionalmente, algunos límites en la cooperación con China en áreas sensibles, como la tecnología nuclear o la telefonía 5G.

La política exterior no es un compartimiento estanco de la política doméstica. Es decir, la primera debe entenderse como funcional a los objetivos de la segunda. En ese sentido, ¿qué objetivos está persiguiendo el Gobierno de Fernández con sus acciones iniciales? Parecería estar casi todo orientado a conseguir apoyo de los países que más inciden en el FMI para que apoyen el pedido de postergar pagos que realizará Argentina.

Política exterior y política doméstica están íntimamente ligadas. En países como Argentina, con una enorme deuda social, la política exterior debe focalizarse en la mejora de las condiciones de vida a nivel interno. Desde esa perspectiva, el Gobierno debe atender a la situación de emergencia económica, pero también responder a desafíos de más largo plazo, como el acceso a mercados, el agregado de valor a la producción, la atracción de inversiones para el desarrollo de infraestructura, la defensa de los recursos naturales y la cooperación científico-tecnológica. Hasta el momento, la política exterior del nuevo Gobierno se caracteriza por la prioridad de la agenda económica y una inclinación al pragmatismo, que matiza diferencias político-ideológicas en pos de obtener resultados en otros terrenos. En cuanto al horizonte temporal, en lo inmediato Argentina necesita una renegociación exitosa ?es decir, que vuelva compatible el pago de las obligaciones con el crecimiento económico- de su deuda externa, tanto con el FMI como con los bonistas privados, para que su programa económico funcione. Pero más allá de esa negociación, y con una mirada de más largo plazo, Argentina debe reforzar lazos de confianza con sus principales socios, que en función de su historia de inestabilidad económica y vaivenes en su orientación externa abrigan dudas sobre su trayectoria a futuro. Si analizamos las primeras acciones del Gobierno en materia de política internacional, entonces, deberían leerse en clave doble: como respuesta a la necesidad actual de aligerar el peso de la deuda, pero también como parte de un intento de más largo aliento de recrear la confianza dañada por las crisis recurrentes, mostrándose como un socio sólido y confiable. Con los matices del caso, hacia allí se dirigen ciertos gestos de acercamiento con Estados Unidos y con miembros prominentes de la UE como Alemania, Francia, España e Italia, la apuesta por mantener un vínculo sólido con China, el intento de acercar posiciones ?tras algunos desencuentros iniciales- con el Gobierno brasileño y el renovado énfasis en los vínculos con el resto de América Latina.

Hasta el momento la política exterior del nuevo Gobierno se caracteriza por la prioridad de la agenda económica y una inclinación al pragmatismo, que matiza diferencias político-ideológicas en pos de obtener resultados en otros terrenos.

En el FMI, el jugador clave es Estados Unidos. Hubo algunos “chispazos” bilaterales menores en los últimos tiempos, pero no pasaron a mayores. ¿Tiene incentivos Washington para apoyar a Argentina y qué pedirá a cambio?

Estados Unidos tiene al menos dos incentivos importantes para apoyar una reestructuración ordenada de la deuda argentina: en primer lugar, si atendemos a su vínculo con el conjunto de América Latina, a Estados Unidos le conviene que nuestro país logre superar la crisis económica en un clima de paz social, evitando de esa manera sumar un nuevo foco de inestabilidad a una región que atravesó un 2019 convulsionado, con golpes de Estado (Bolivia) y fuertes movimientos de protesta (Colombia, Chile y Ecuador), en un contexto de polarización política y bajo crecimiento económico. Una Argentina estable es una contribución importante a la estabilidad regional y ello es beneficioso para Estados Unidos. Segundo, con una mirada de alcance global, América del Sur es uno de los tableros ?aunque ciertamente no el más importante- en los cuales se desenvuelve la disputa entre Estados Unidos y China. Una Argentina sin apoyo de Estados Unidos implica un país eventualmente más abierto a un estrechamiento de relaciones con China y es una señal negativa para el resto de los países de la región, con la mayoría de los cuales Estados Unidos mantiene una agenda positiva. En cuanto a qué podría demandar Estados Unidos en contrapartida de su apoyo, lo más probable parece ser una posición condenatoria ante el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela y, adicionalmente, algunos límites en la cooperación con China en áreas consideradas sensibles, como la tecnología nuclear o la telefonía 5G. En cualquier caso, habrá que esperar el avance de la negociación para comprender más claramente los márgenes de negociación del Gobierno.

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