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Lavagna está decidido, pero su escenario ideal aún no se forma

Aunque no se configuró su escenario ideal, Lavagna está más convencido de su postulación. La gran duda es si el apoyo del Círculo Rojo se traducirá en las encuestas (porque el exministro no competirá para dar testimonio) y, también, cómo evitará la PASO con Massa y Urtubey.

Alejandro Radonjic 04 abril de 2019

Por Alejandro Radonjic 

Roberto Lavagna quiere jugar, como se dice en la jerga y está cada vez más decidido a lanzar su candidatura presidencial. Entiende que el momento es el adecuado y, más allá de la estrategia polarizadora del Gobierno, hay oxígeno en la ancha avenida del medio. Avenida, por cierto, que es más ancha que la de Sergio Massa, quien hoy no pasa sus mejores días con la opinión pública. Así la imagina Lavagna, cuanto menos y su figura concita más adhesiones entre radicales, socialistas, sindicatos, empresarios (aunque no todos) e incluso la Iglesia Católica, a la que pretende sumar a su gran acuerdo nacional.

Aunque aún no se configuró del todo el escenario ideal y persisten indefiniciones varias: entre ellas, el destino de algunos radicales en Cambiemos, la candidatura de Massa, la reticencia del propio Lavagna de ir a una PASO peronista y la decisión final de Cristina, entre otras.

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Tampoco hay encuestas que muestren que el exministro de Economía arrime el bochín aún a la zona de 25-30%. Más bien, está buscando llegar a 20% y queda la duda si puede pasar a ser un candidato popular, además de superestructural. O, si se quiere, sólo del Círculo Rojo. “Es una candidatura que no emerge de los clubes de barrio y cafés de conurbano”, dice, como metáfora, el analista Daniel Montoya.

Sin planes de construcción política a futuro (por edad y vocación) ni una pertenencia partidaria clara más allá de su corazoncito peronista, terminará de poner el gancho si tiene alguna certeza de poder salir segundo en las PASO porque un tercer lugar lo licuaría aún más en octubre y, por añadidura, lo excluiría de esa segunda vuelta en la que se haría más fuerte. Teóricamente. Para salir segundo necesita ganarle a Mauricio Macri o Cristina Kirchner (o quien compita en su lugar). Ambos desenlaces lucen muy improbables hoy.

La búsqueda de la palabra “Lavagna” en Google fue muy baja en 2018. Tuvo un leve pico hacia fines de agosto. Por esas fechas, Eduardo Duhalde lo mencionó como “el candidato ideal del peronismo”. Luego, se sumaron Ricardo Alfonsín y otros, pero la búsqueda en la red social volvió a caer hasta que llegó el verano y el Operativo Clamor (ante el bajo appeal de la tercera vía peronista hasta entonces) se reanudó con el peregrinaje a Cariló. Allí, y ya con el consentimiento político de Lavagna, que se prestaba para las fotos, incluso aquella muy recordada con Miguel Angel Pichetto. Pico de búsquedas en Google. Luego, volvió a perder impulso. Hacia fines de febrero, regresó a ganar popularidad en Google, en paralelo con la nueva suba del dólar, las tasas de interés y la inflación. En suma, el malhumor económico.

Precisamente, ese es el hábitat ideal para Lavagna, cuyo principal pergamino, además de la experiencia, es su exitoso paso por el Ministerio de Economía en 2002-2005. No es casual, tampoco, que es allí donde el Gobierno apunta sus dardos: quiere quitarle el mote de piloto de tormentas económicas. No fue su único paso por la función pública, por cierto, ni todos fueron exitosos.

La noticia de que Lavagna estaba decidido a jugar, en paralelo con la Convención radical en ciernes, aceleraron los tiempos en Cambiemos y obligó a la Casa Rosada a poner proa en retener a los radicales. Es muy probable que el grueso de los correligionarios no saquen los pies del plato y el incentivo para Marcos Peña & Cía. es enorme. Desconsiderados para la gestión (braman algunos), los radicales y su aparato será requisito sine qua non para la reelección de Macri. Sin ellos, el destino amarillo es el inicio: el vecinalismo porteño.

Durante 2018 se hablaba de la posibilidad del arribo de algún outsider a la contienda electoral. Como Donald Trump en Estados Unidos o Jair Bolsonaro en Brasil, alguien que apareciera “de la nada” y canalizara el desencanto imperante: tanto Macri como Cristina Kirchner tienen núcleos duros relevantes pero, también, techos bajos. Más que un outsider, Lavagna, más bien, es un insider (trabajó con Juan D. Perón, Raúl Alfonsín, la Alianza, Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner) que fue succionado nuevamente por una política vernácula con dificultades para oxigenarse.

A diferencia de Macri y Cristina, Lavagna arranca de abajo en intención de voto, pero su techo potencial aparece más elevado. Además de los sondeos (hoy le sonríen menos que el Círculo Rojo) está el escollo de las PASO, que Lavagna no quiere. Aun cuando podría ganarlas y salir legitimado. Por motivos diversos, que algunos asocian a su ego, quiere ser el candidato ungido de ese gran acuerdo que trama. Hoy, eso parece muy difícil.

“Lavagna quiere ser el candidato de consenso y que lo lleven en andas, pero ni Massa ni Juan M. Urtubey darán un paso al costado”, dice un analista político en off the record.

Resulta difícil pensar que ese escollo termine siendo letal para el proyecto lavagnista y una opción intermedia sería que encolumne detrás suyo a los gobernadores (Sergio Uñac, Juan Schiaretti y Gustavo Bordet entre los peronistas, además del socialista Miguel Lifschitz, uno de sus primeros “believers”, entre otros) y se convierta, así, en una suerte de candidato de consenso. Su punto flaco sería el conurbano bonaerense, terreno de Cristina. Lavagna está cada vez más decidido, aunque el escenario ideal aún no termina de coagular. Las próximas semanas serán determinantes para saber si el proyecto lavagnista fue el sueño de una medianoche de verano o algo más.

***

Experiencia, ubicación y diálogo

“Su experiencia es clave y es un gran valor hoy”, dice el siempre lúcido analista Julio Burdman (Observatorio Electoral Consultores) en diálogo con El Economista. “La fase camporista del segundo mandato de Cristina y la experiencia de los jóvenes del PRO, con Marcos Peña como estandarte, generó cierto cansancio y revalorización de la experiencia”, agrega. “Hacer de la juventud una virtud por sí misma ya no está tan valorada”.

“Se ubica bien en la cartografía de la polarización y es compatible con ambos sectores. Si acomoda el discurso, es votable tanto por los macristas desencantados como, incluso, por los kirchneristas”, dice Burdman. “Además es moderado y respetuoso”, señala y menciona que es el candidato del Círculo Rojo local hoy, “aunque no del internacional”.

A la vez, expresa Burdman: “Tiene mayor capacidad de diálogo con otros sectores que no ha tenido Sergio Massa, Miguel A. Pichetto Juan M. Urtubey, es decir, tiene capacidad de desarrollo más allá de los límites finos del peronismo federal”.

Más allá de todo eso, el atractivo de Lavagna aún no se convalida en el plano electoral, dice Burdman y su intención de voto ronda 10%. “Es mayor que el de sus colegas federales y, aunque aún no es mucho, tiene potencial por los motivos antes citados”, concluyó

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