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Credibilidad y tipo de cambio, en el ojo de la tormenta

No está nada claro el resultado que tendrá el retorno a la flotación sucia o “managed float” vigente hasta octubre y que intenta a desalentar compras de dólares, sembrando incertidumbre sobre lo que hará la autoridad monetaria.

Héctor Rubini 02 mayo de 2019

Por Héctor Rubini Instituto de Investigación en Ciencias Económicas de la USAL

Con frecuencia cada vez mayor se asisten a nuevos cambios en la estrategia oficial para intentar estabilizar expectativas, precios, dólar y otras variables nominales.

Dos semanas atrás el BCRA anunció la suspensión de la banda cambiaria original para mayo-junio y el congelamiento de su techo en $51,448 hasta fin de año. Junto a ello un rimbombante anuncio de controles de precios cuya inutilidad ha quedad más que claro con el correr de los días. La percepción de que las autoridades entraron en un clima de creciente desorientación más los números adversos en las encuestas y en las sucesivas PASO de varias provincias resucitaron la doble dinámica de agosto-septiembre del año pasado: huida de deuda argentina en Nueva York, y huida de pesos a dólar en nuestro país.

El lunes se anunció que la “zona” de no intervención en el mercado de cambios ha desaparecido. El “techo” citado se mantiene. Si el dólar supera el mismo, el BCRA venderá un saldo máximo diario que se aumentó de U$S 150 millones a U$S 250 millones. Si no lo supera, ante aumentos del tipo de cambio el BCRA optará entre no intervenir o hacerlo sin preaviso y por montos no especificados. A su vez, ante eventuales bajas del tipo de cambio no emitirá dinero para comprar divisas, tampoco si se perforara lo que hasta ahora era el “piso” de la banda cambiaria. La estrategia se complementa con una decisión más que polémica y que puede ser otro “boomerang” para la autoridad monetaria. Oficiosamente se informó a la prensa que el BCRA dejará de publicar las fuentes de variaciones diarias de las reservas internacionales. Al 30 abril, el archivo “seriese.xls” de www.bcra.gov.ar contenía las variaciones diarias de base monetaria, reservas internacionales, préstamos y depósitos hasta el 25 de abril, y los de tasas de mercado, deuda del BCRA y tasas de instrumentos del BCRA hasta el 26 de abril.

La decisión no es nueva. Se basa en cierto folklore (de base empírica bastante dudosa) según el cual, si se publicara diariamente la evolución de esos activos del BCRA, se daría una guía a los “tiburones” del mercado sobre el patrón de conducta de la entidad, que tendrían acceso a “la” información útil para ataques especulativos agresivos. Similar argumento se utilizó desde la creación del FGS-ANSES para que desde su creación hasta hoy el Comité de Inversiones de dicho fondo no publique los anexos de las actas de sus decisiones de inversión. Una falta de transparencia no cuestionada hasta ahora en sede judicial, pero nada impide en el futuro una exhaustiva investigación para atrás de estas prácticas ca

rentes de justificación alguna.

En nuestro país esta práctica se exacerba en episodios de crisis. La no publicación de las fuentes de las variaciones de las reservas indica que el BCRA tiene menos capacidad de fuego que la sugerida con la información del total global de reservas brutas. De hecho, no se contaba con esa información en los meses calientes de las corridas cambiarias de 1988-91, período en el que tampoco se contaba con información oficial al día. El que no era cliente de alguna de las dos o tres mayores consultoras de entonces, recién podía fotocopiar esa información varios días o semanas después. Pero la desconfianza se realimentaba con los titulares bombásticos de diarios y programas televisivos. Nada evitó las estampidas del dólar y de los precios de esos años. Luego, en el primer cuatrimestre de 1995, durante el llamado “efecto tequila”, se asistió a demoras en la publicación de los números diarios de las reservas brutas y los pasivos del BCRA, práctica que también se observó en algunos momentos del período crítico 2001-02. En ambos casos, nada impidió el retiro de fondos de los bancos para compras de dólares y el colapso de las reservas internacionales.

Los anuncios de este lunes cuentan con la aprobación del FMI. Una admisión de la debilidad fundamental del programa diseñado por el staff del organismo y las autoridades de nuestro país: se utiliza una contracción exagerada de la liquidez interna para limitar la compra de dólares. Su efecto recesivo es permanente, y junto a la flexibilidad, también exagerada, para subas de tarifas públicas y del tipo de cambio en una muy amplia banda cambiaria, también es inflacionario de manera permanente. A esto se sumó una dinámica de exagerados altibajos de emisióny contracción monetaria y de baja y subas de tasas de Leliq entre diciembre y abril.

Cinco meses de extrema volatilidad, profundización de la recesión y aceleración de la inflación eran consecuencias previsibles que varios advertimos desde el año pasado. Otras consecuencias inevitables también anticipadas meses atrás se observan de manera permanente: baja de la demanda de pesos, dolarización de ahorros, caída de la actividad y el empleo, rechazo al oficialismo en las encuestas electorales, y aumento de la percepción de riesgo país. Gane quien gane las elecciones, no es claro cómo hará el Gobierno Nacional para obtener del mercado interno y de los exportadores las divisas para cancelar los vencimientos de deuda que se concentran entre 2022 y 2024.

El giro hacia controles de precios limitados y cambios cada quince días muestran a una administración por detrás de los mercados, y a un BCRA dependiente del FMI, y que ahora ocultará la información sobre la variación de las reservas. Una práctica que multiplicará la variedad de estimaciones de “reservas netas” y que jugará en contra del BCRA. En nuevos escenarios turbulentos (nada imposibles en lo que resta del año), las estimaciones más creíbles de los economistas independientes serán las de los menores de reservas internacionales netas. Y el resultado será la no recuperación de la credibilidad perdida, nuevas huidas de pesos a dólar, y riesgo de una espiral de suba de tipo de cambio y pérdida de reservas sin límite a la vista.

En suma, no es claro el resultado final que tendrá este retorno a la flotación sucia o “managed float” vigente hasta octubre pasado, y que apuesta a desalentar compras de dólares, sembrando incertidumbre sobre lo que hará el BCRA. Una práctica que no evitará per se la repetición de escenarios críticos. Algo más que deseado por la oposición para asegurarse la mayoría de los votos en las PASO de agosto y alzarse con el triunfo en las presidenciales de octubre.

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