Por Nicolás Piñón.
El silencio en la Universidad de Qatar es total. Es de noche, y en la víspera de los octavos de final entre Argentina y Australia la Selección ya está descansando, intentando conciliar el sueño.
Lionel Scaloni camina por los pasillos del predio sabiénose seguro de lo que viene mostrando su equipo, el que ha mejorado en los últimos partidos con decisiones tan arriesgadas como certeras.
El partido, que se jugará desde las 16 del sábado en el Ahmad Ali Stadium, enfrentará a dos selecciones antagónicas, casi un David contra Goliat.
Sin embargo, la Scaloneta sabe algo de eso por experiencia propia en este Mundial y aprendió que la prudencia es mejor que cualquier otro antídoto, cuando enfrente aparece un rival más débil.
La gente, por lo visto, no mide igual los hechos que Scaloni y llegada la noche qatarí se junta a gritar por la Scaloneta en un banderazo descontrolado llamando la atención de propios y extraños. Eso generó el último triunfo con clasificación ante Polonia: vientos de optimismo, ilusión y confianza creciente.
Tal es así que los pedidos de más entradas a la FIFA de parte de los fanáticos se volvieron una constante en las últimas horas.
Por su lado, los jugadores se mostraron en el último entrenamiento previo al partido en una sintonía similar. Angel Correa, delantero del Atlético de Madrid, pica en punta para reemplazar a un Angel Di María casi descartado y el plantel luce pleno y preparado para lo que sigue.
Sin embargo, la lógica indica que a partir de la segunda fase las dificultades crecen y el recorrido de Australia en Qatar lo reafirma: al igual que Argentina, el equipo oceánico se repuso de un inicio adverso en su grupo y en su andar eliminó luego nada menos que a Dinamarca para alcanzar los octavos de final por segunda vez en su historia.
El éxtasis tras la hazaña australiana fue tal que Graham Arnold, su DT, aseguró que su equipo sin duda eliminará a Argentina. Fuertísimo. Motivador nato, admirador del fútbol sudamericano (por sobre todo del argento y de Diego Maradona en particular) el carismático DT de los Socceroos sabe lo que es ganar y perder contra Argentina como DT y como jugador.
En 1993 jugó ante Maradona y compañía en el repechaje previo a EE.UU. 1994 y el año pasado le arruinó el debut a la sub-23 argenta en los Juegos Olímpicos de Tokio. ¿Por tal triunfo será que el australiano derrocha confianza? Difícil saberlo, si bien casi todos los titulares de aquel partido saldrán a la cancha en el Ahmad Ali Stadium mañana. Atento Scaloni.
Argentina, por su lado, si bien tuvo un día menos de descanso que su rival, algo que Scaloni expresó de manera sutil en conferencia de prensa, sabe que viene reafirmando una identidad de juego colectiva y colaborativa en alza tras un debut en falso en fase de grupos y que cuenta con el mejor jugador del mundo, todos ingredientes positivos que potencian la confianza.
Del otro lado, ¿qué se puede esperar de Australia? ¿Un planteo mezquino, de equipo chico, cerrado?
Patricio Pérez, ex jugador de Vélez y compañero de Lionel Messi en la Sub-20 campeón mundial de Holanda 2005, fue dirigido por Graham Arnold años atrás en la liga australiana y en comunicación con El Economista dice: "Arnold no es ningún improvisado, es muy profesional y sabe de qué se trata. Ha sido campeón en Australia, ha dirigido a grandes jugadores como a Alessandro Del Piero y es muy fuerte mentalmente".
Información que seguramente Scaloni y su cuerpo técnico ya han amasado para facilitarle las cosas al plantel argentino, que se mostró imperturbable ante la frase rimbombante del DT rival. Respecto a la frase rimbombante de Arnold, Pérez, dirigido en Central Coast Mariners por el mismo, sostiene que "obviamente las palabras son de motivación" y "está aprovechando la situación también, ya que está en una posición privilegiada, asique habrá que estar atentos"
La suerte quiso que la balanza se inclinara por el rival menos esperado para octavos de final: por Australia y no por Dinamarca. El conjunto australiano, sin figuras pero con un estilo aguerrido, un contraataque feroz y un entrenador desafiante, se ha ganado el respeto de sus rivales y la Scaloneta deberá apelar a la receta con la que ha vuelto a enamorar a su gente: juego por abajo, el hambre de gloria de un plantel que todo lo quiere, y Messi listo para hacer Lío.
