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¿A dónde nos lleva la emisión?

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05 junio de 2020

Por Manuel Alvarado Ledesma Economista y Profesor de la UCEMA.

Quien no comprenda a la inflación como consecuencia en lugar de causa, no podrá entender la economía argentina. El meollo está en el valor del dinero que genera la inflación. Y ella, a la postre, se halla bajo tres determinantes. Uno es la cantidad de dinero, otro es su velocidad de circulación y el último es el volumen físico del comercio que se puede hacer con éste. Cada uno de éstos depende, a su vez, de una cantidad de factores subyacentes.

Hay distintos factores que inciden en la inflación, pero la causa fundamental, al final del día, se encuentra en el continuo exceso de oferta monetaria, por emisión monetaria y/o disminución de la demanda de dinero, durante un período de cierta extensión. Y la política monetaria tiene un rol protagónico en la lucha contra la inflación.

La demanda se refiere al deseo de la gente en retener dinero, en nuestro caso, pesos. Según sea ésta, será la velocidad de circulación de los pesos, la que a su vez se acelera cuando se incrementa la desconfianza en las instituciones y en el propio dinero. Se forma así un círculo vicioso.

Cuando el peso pierde valor, su demanda se reduce.

En nuestro país, la gente sólo lo quiere el para realizar transacciones prácticamente instantáneas. No sirve para ahorrar, ni tampoco como unidad de cuenta en forma inter-temporal. Esta es una realidad más que palpable. En la demanda del peso las expectativas juegan un papel central.

Y las expectativas surgen del comportamiento del BCRA. Las expectativas negativas surgen de la percepción de la gente sobre si éste llevará adelante una política monetaria irresponsable de emisión, para financiar el sector público. Los símbolos, los gestos y las señales resultan gravitantes. Ellos hacen a la formación de las expectativas de la gente de a pie, de los empresarios y de todos aquellos que toman decisiones económicas ligadas a la inversión, el gasto y el ahorro.

Cuando el público confía en que el BCRA actúe como un ente con independencia instrumental del Gobierno, con suficiente maniobrabilidad para llevar adelante su tarea, dentro de ciertos límites institucionales, el peso adquiere fortaleza. Tal independencia operacional y determinados límites a la emisión y al endeudamiento del Estado conforman una clara señal a favor del valor del peso; en tanto y en cuanto, la autoridad se mantenga dispuesta a detener la expansión del gasto. Pero la realidad argentina es muy diferente.

Hace mucho tiempo que nadie cree en el peso. El grave problema viene de muchos años. Y, se acentúa a partir de enero de 2010 cuando el Gobierno remueve la autoridad del BCRA. No es casual que ese año, la tasa de inflación, prácticamente, se haya duplicado en relación a la de los años previos. Y la gestión de Mauricio Macri no muestra para nada un cambio positivo.

El excesivo gasto del Gobierno ha provocado una emisión irresponsable y una baja demanda de pesos, durante décadas. Por ello, el ahorro privado se ha dirigido al exterior o a la compra de dólares. Hoy se presenta frente a nosotros un panorama ya visto en anteriores ocasiones. Obviamente, y quizás como nunca, el aumento del gasto esté justificado. De alguna manera, hay que amortiguar las durísimas consecuencias de esta terrible pandemia. Ahora, se nota claramente la irresponsabilidad demostrada a lo largo de varias décadas: no hay ninguna herramienta para contrarrestar la situación. Estamos sin crédito, sin ahorro y sin moneda fuerte.

Lamentablemente, el camino que transitamos lleva a una nueva devaluación. La brecha cambiaria está anunciándola. El riesgo no sólo está en un fuerte aumento en el nivel de precios sino, y sobre todo, en el mercado de cambios.

La economía está en una encrucijada. Una poderosa herramienta para comenzar un camino positivo es volver a la institucionalidad. Urge empezar con el BCRA.

 Las opiniones expresadas son personales y no necesariamente representan la opinión de la UCEMA.

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