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Las tres libertades básicas

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07 abril de 2020

Por Isaac Sacca  Gran Rabino de la Comunidad Sefardí de Buenos Aires (*)

Para incorporar el conocimiento que lleva a una vida exitosa con felicidad es necesario liberarse de tres elementos que bloquean su asimilación.

El primero es la estrechez mental, que nos impide escuchar ideas ajenas a las establecidas con anterioridad en nuestro caudal intelectual (el prejuicio). Quien no tiene la capacidad para retractarse de la mentira, porque se acostumbró a ella y fue educado con ella, por más que alguien quiera enseñarle lo correcto, nunca lo escuchará.

El segundo es el conjunto de las pasiones viciosas. Por su soberbia y egocentrismo, por su excesiva búsqueda de placer, la persona no puede tener la humildad para predisponerse a escuchar o a analizar una idea. “¿Quién es ese para venir a enseñarme algo?”, piensa el egocéntrico.

El tercero, es el problema de las emociones desequilibradas. Aun con amplitud mental y buenas cualidades, si la persona está deprimida no podrá encarar el alcance del conocimiento de manera adecuada.

El vicio intelectual, el moral y el emocional son los tres vicios que impiden a la persona acceder a una vida correcta.

El sacrificio del cordero de Pésaj (que debería realizarse si aún existiera el Templo de Jerusalén) representa la capacidad para romper los prejuicios y abrir la mente al análisis, al diálogo, al estudio y al descubrimiento, tal como hizo el primer patriarca, Abraham. Los hebreos creían que el cordero era un dios, pero al degollarlo y comerlo, consiguieron mitigar la creencia establecida desde hacía siglos en sus tradiciones, y se predispusieron a analizar otras ideas.

La masá (= matzá) representa las virtudes morales que se basan en la humildad, es decir, una concepción y un análisis verdadero del yo, que es la antítesis de lo leudado. Leudar representa la exageración, el sobre-dimensionamiento y la distorsión de la condición humana que hacen caer en la soberbia y el vicio.

El maror representa la capacidad para superar un momento difícil sin caer en crisis emocionales, recordando que hay momentos complejos en la vida que, por más duros que sean, luego pasan y la situación mejora. Por eso se comen hierbas amargas (maror), para recordar la amargura del sometimiento del faraón, y que pese a ello, la vida continuó y la opresión terminó.

Solo después de comer y hacer la ofrenda de Pésaj, masa y maror, los hebreos salieron a la libertad preparados para recibir la ley de Di-s, la Torá, y decidir si aceptarla o no, pero sin prejuicios ideológicos ni vicios morales y emocionales que les impidieran acceder a ella.

Así es como una idea correcta se establece. La verdad es “la verdad” cuando somos humanos de verdad, pensantes, virtuosos y emocionalmente equilibrados.

En este año que nos afecta el coronavirus a todos los humanos, sería muy atinado revindicar este mensaje para encarar una etapa de la humanidad que nos libere de nuestras miserias.

(*) Además, es Presidente y fundador de Menora, Organización Judía Mundial para la Juventud

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