Tratando de no perder las formas, pero sin poder evitar dejar expuestas como nunca antes sus diferencias internas, el PRO entró en una nueva etapa de su existencia. Relativamente breve, aunque fructífera en términos electorales. La "vieja política" que venía a dejar atrás golpeó a su puerta.
En el universo de JxC la pregunta que muchos se hacen es si este conflicto pone en riesgo un triunfo en las elecciones generales que consideran seguro (lo que en alguna medida explica las peleas internas). Las respuesta es que no, porque en las elecciones se vota a favor o en contra de los gobiernos. Y si la sociedad quiere un cambio porque está insatisfecha con el rumbo del país votará por la oposición aunque no le gusten sus peleas internas.
Pero la repuesta sería diferente si la pregunta fuese sobre el impacto negativo que podrían tener los conflictos en la coalición gobernante sobre la gestión de gobierno. Por eso es un tema que debe resolverse antes de entrar a la Casa Rosada.
Por suerte para el PRO, hay primarias. Está claro que en el partido coexisten desde hace tiempo dos visiones en torno a la estrategia política que debe seguirse tanto en la campaña como en un eventual gobierno. Las diferencias están allí y no en las medidas económicas que deberían adoptarse en las que casi todos coinciden.
Macri, Bullrich, y ahora Vidal, expresan una línea, Rodríguez Larreta otra. Y están las primarias del 13 de agosto para dirimir sus diferencias con el voto de los ciudadanos. No hay mejor camino. El PRO las utilizó mejor que nadie porque le facilitaron la construcción de Cambiemos con la UCR y el CC y luego para afirmar el liderazgo de Larreta cuando derrotó a Michetti y obtuvo la nominación a jefe de Gobierno. Este mecanismo de selección de candidatos, una vez más, le será útil.
