Por Paolo Rizzo
Las elecciones legislativas alemanas del domingo marcarán el fin de una época. Después de 16 años ininterrumpidos de Gobierno, la canciller Angela Merkel no será candidata. Luego, una vez que se forme el nuevo Gobierno, dejará oficialmente su cargo. Merkel terminará así su mandato, que había empezado en 2005. Fue la primera canciller mujer de Alemania y se retirará como la líder alemana más longeva después de Helmut Kohl (1982-1998).
Durante su gestión ha visto pasar cuatro presidentes norteamericanos, cuatro argentinos, cinco primeros ministros ingleses y ocho italianos. Ha manejado cuatro grandes crisis internacionales: la crisis financiera, la de la eurozona, la de los migrantes y la pandemia. Ha resistido al avance de la derecha extrema en Alemania, a los partidos euroescépticos de toda Europa, al rencor de Donald Trump y a las amenazas rusas.
A pesar de todo deja su cargo con un porcentaje de aprobación de 61% en Alemania y aún más alto en Suecia (64%), Francia (67%), Dinamarca (75%) y España (78%). En Italia, es “solamente” del 54%. Es decir, que, al fin y al cabo, su trabajo ha sido valorado tanto por los países nórdicos como los países mediterráneos. Un resultado extraordinario, sobre todo considerando que la canciller ha guiado el continente en sus momentos más difíciles.
Su primera prueba de fuego como líder europea fue la crisis de la eurozona en 2012. El mercado miraba con preocupación al Gobierno griego. El diferencial con los bonos alemanes soltó hasta 1.500 puntos básicos y había temores de que la crisis contagiara otros países del euro. La troika, representada por el FMI, la UE y el Banco Central Europeo, se instauró en Atenas para gestionar la crisis. En este entonces el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, era el halcón del Gobierno e impuso un duro plan de ajuste fiscal, privatizaciones y reformas.
Cuando Merkel visitó el país en 2014 fue recibidas entre las protestas. Pero a pesar de la dureza del ajuste fiscal y las protestas, los griegos querían estar todavía adentro de la eurozona. Fue, en parte, mérito de Merkel salvar el Gobierno del default y quedarse en el euro. Y luego, a pesar de la inicial desconfianza, los griegos le reconocieron sus méritos. Cuando la canciller volvió a Atenas en 2019 el presidente socialista Alexis Tsipras, su antiguo rival, celebró la nueva relación de confianza entre Alemania y Grecia.
Mientras tanto en el verano boreal de 2015 había explotado la crisis migratoria y millones de sirios dejaban su país. Pocas semanas después, Merkel anunció la intención de abrirles las puertas de Alemania. Fue una decisión sin precedentes. En unos meses Alemania se convirtió en el quinto país en el mundo por número de refugiados ya que llegaron 1,2 millones de sirios. En el mismo periodo Francia acogía a 408.000, Italia 207.000, Reino Unido 133.000 y España 57.000. Es decir que Alemania fue el país más solidario de todos. Frente a las dudas de la sociedad y de parte de la política, Merkel solía responder “wir schaffen das”, es decir, “podemos lograrlo”. Y así fue.
Alemania acogió a los migrantes y, sobre todo, los integró. Aunque sea prematuro hacer un balance, se han realizados progresos significativos. En el segundo trimestre de 2018, el 88% de los hombres y el 77% de las mujeres refugiadas participaron en un programa lingüístico. Hoy, más del 75% de los refugiados vive en un departamento proprio, la mitad tiene un trabajo y los niños van a la escuela. El agradecimiento de los refugiados a la canciller es tan grande que, como reporta The New York Times, algunos niños han sido bautizado con el nombre “Angela Merkel”.
Luego, en el último año y medio, la canciller tuvo que enfrentar también la crisis pandémica. Hasta ahora, es el país que mejor ha manejado la crisis sanitaria y económica. Alemania ha logrado tener un numero fallecidos por millón de habitante (1.109) inferior al de Francia (1.730), Estados Unidos (2.037), Italia (2.160), España (1.837) y Argentina (2.512). Además, la caída del PIB en 2020 ha sido inferior a la media europea.
Pero el verdadero mérito de Merkel en la crisis pandémica ha sido el coraje de apostar a una solución europea para salir de la crisis. Su Gobierno, junto con Francia, se comprometió en mayo 2020 en apoyar la creación de un fondo europeo para la reactivación económica. Reconociendo la excepcionalidad de la crisis, los dos países proponían autorizar a la Comisión Europea a endeudarse en los mercados en nombre de la UE para financiar un ambicioso plan de reactivación económica. Fue un momento crucial. Ocho años después de la crisis griega, Merkel reconocía que había llegado el momento de emitir deuda común. Es decir, a dar un primer paso hacia una unión fiscal de sus países.
Otro legado de la canciller será la economía. A finales de 2021, el PIB alemán será 21% mayor en comparación al de 2005. En el mismo periodo, en Francia creció 14%, en España 10% y en Italia cayó 5%. Luego, gracias también a las reformas del precedente Gobierno socialista, el desempleo ha bajado del 11% al 4%. La deuda pública, a pesar de la crisis financiera de 2008 y la pandemia, queda alrededor del 70%, o sea el mismo nivel de 2005. En pocas palabras, su herencia económica será el crecimiento del PIB, los niveles de desempleos más bajos de la UE y, sobre todo, la solidez de las finanzas públicas.
Su popularidad, la compostura con la cual ha trabajado y los resultados logrados hacen de Merkel una verdadera líder europea. Quizás la más grande que Europa ha tenido desde la segunda guerra mundial. Sea cual sea su heredero, no le será fácil reemplazarla. Auf wiedersehen, kanzlerin.
