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Europa: entre el congelamiento y el calor del estallido social

La inacción legislativa regional ha llevado a los distintos países a aprobar sus propias medidas ante la fuerte suba de los precios de la energía

Europa: entre el congelamiento y el calor del estallido social
Franco Marinone 08 noviembre de 2021

Mientras el invierno se acerca al Hemisferio Norte, Europa continúa su lucha contra la suba de precios de la energía, lo que pone en serio riesgo la recuperación económica pospandémica y la seguridad energética de los hogares del continente. Y es que, una serie de factores de mercado, geográficos, ambientales y políticos se han conjugado poniendo en jaque a toda la comunidad europea y sus gobiernos, afectando de forma directa a la economía de sus ciudadanos y, también, de forma indirecta a la economía de toda la región.  

Tal es la preocupación que el Consejo Europeo ha incluido de emergencia el asunto en las reuniones del 21 y 22 de octubre, para intentar buscar una salida a esta situación a través de medidas temporales y extraordinarias.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, tras las reuniones afirmó que “para incrementar nuestra independencia y resistencia, hemos acordado explorar cómo establecer una reserva estratégica de energía y las posibilidad de hacer compras conjuntas”. Mientras la Comisión Europea se enzarza en sus eternas discusiones, los distintos gobiernos de Europa buscan sus propias soluciones ante el miedo al descontento social.

Las causas de la suba

La comunidad europea se encuentra en plena transformación de su sistema energético, la famosa “transición verde”, proyectando convertirse en la primera  región climáticamente neutra en 2050, y alcanzando a lo largo del 2020 el hito de cubrir la mayor parte de la demanda energética (del territorio europeo) con fuentes renovables. A pesar de ello, su dependencia de los combustibles fósiles sigue siendo alta, y no ha podido evitar la escalada de precios en el sector, debido principalmente a la subida global de los precios del gas natural. 

Según el servicio holandés de transferencia de títulos, en Europa los precios del gas se han incrementado 360% entre enero y septiembre, pasando de 16 euros el megavatio/hora a 75. A su vez, el precio del carbón sigue disparado por los altos precios de los permisos a las emisiones de carbono, los cuales buscan reducir las emisiones de efecto invernadero en 55% para 2030.

Ahora bien, el principal problema que encuentra la Unión Europea en la suba de precios de la electricidad proviene de su cuerpo legislativo, y una transición energética inacabada. El mercado eléctrico de la región responde a una lógica de precios marginalista, es decir, el costo final de la electricidad es el precio marginal (el más alto) entre oferta y demanda. En la práctica esto supone que se paga el mismo precio por toda la energía adquirida, indiferentemente de cual sea su origen (renovables, carbón, nuclear, gas, petróleo).

Las energías renovables no suelen tener grandes variaciones de sus costos fijos y, en cambio, las de tecnología fósil sí que acarrean costes variables altos, lo que supone que las empresas establezcan precios finales altos para asegurarse un beneficio mínimo. 

Tim Gore, jefe del programa de Economía Circular y Baja en Carbono del Instituto de Política Ambiental Europea (IEEP), expresó que “se trata de un aumento de la demanda de energía a medida que salimos de las restricciones impuestas por la pandemia, combinado con una reducción de la oferta de gas en el mercado mundial” y añadió que “luego hay otros factores que agravan el problema, sobre todo en Europa. Hemos conseguido sacar el carbón de la red, y eso coincide con un periodo reciente en el que la energía eólica ha sido menor a causa de la meteorología". 

Estas palabras hacen visible el hecho de que cuando las energías renovables son capaces de cubrir la demanda energética, el precio de la misma es irrisoria, pero cuando es necesario acudir a la generada con combustibles fósiles, el precio se eleva en gran medida, más allá de la coyuntura en la que se encuentre la región. 

No menos importante es el hecho de la creciente demanda de gas por parte de Asia. Si bien el carbón copa el 40% de la producción energética en la región, sus recientes intentos de reducir las emisiones de carbono han provocado un incremento de la demanda de gas licuado por los países asiáticos. 

La consultora Wood Mackenzie pronostica que, si se cumplen las expectativas de reducción de las emisiones de efecto invernadero pactadas para las próximas décadas, Asia acaparará una cuarta parte de toda la producción mundial de gas. Sorprende el caso de China, que según la empresa rusa y mayor exportadora mundial de gas “Gazprom”, las exportaciones al país han subido 23.8% en el primer semestre de 2021. 

Noruega, el mayor exportador de gas natural tras Rusia y Qatar, también tuvo que limitar sus exportaciones por problemas de desabastecimiento energético tras algunos fenómenos meteorológicos que lastraron la producción proveniente de fuentes renovables. Todos estos factores sumados hacen que Europa tenga que enfrentarse a unas reservas de gas que rondan el 75% a tan solo unas pocas semanas del invierno, y una escalada de precios que no parece tener fin.

Parches nacionales

La inacción en materia legislativa en el seno de la Comunidad Europea ha llevado a los distintos países integrantes de la Unión Europea a aprobar sus propias medidas para reducir el impacto sobre el bolsillo de los consumidores.

En Francia el Gobierno de Emmanuel Macron, a pesar de su prédica liberal,  bloqueó el precio del gas hasta finales de 2022, y estableció un “cheque energético” de 100 euros a los ciudadanos con ingresos bajos que se sumaría a un ingreso también de 100 euros destinado a paliar la creciente inflación. Italia y España han optado por una bajada del IVA en el consumo de gas natural, que se suma a los bonos sociales eléctricos. Otras medidas recurrentes han sido las ayudas al transporte y subvenciones para el consumo de combustibles.

Medidas adoptadas o pendientes de aprobación para reducir el impacto de la suba de precios de la luz en Europa. Los países no recogidos en la lista (Alemania, Austria, Croacia, Dinamarca, Finlandia, Hungría, Eslovenia, Luxemburgo y Suecia) no han adoptado ninguna de las medidas que figuran en el cuadro. 

La situación sin duda es grave, llevando incluso al Gobierno austríaco a ponerse el disfraz de Nostradamus. La ministra de Defensa de Austria, Klaudia Tanner, alertaba sobre la posibilidad de un apagón masivo de la red eléctrica europea durante varios días o semanas, afirmando que “todas las redes eléctricas de los países europeos están interconectadas en la red eléctrica europea, de manera que, si hay un apagón, las luces podrían apagarse en toda Europa”. 

Más realista suena la propuesta de España, que propone desvincular la influencia del precio del gas sobre el precio final de la energía. El Gobierno español pretende que en situaciones excepcionales se permita a los Estados Miembros establecer el precio de la energía de acuerdo a sus situaciones específicas. Así, se acabaría con el sistema de precios marginalista, y aprovechándose de los avances de la transición ecológica, reduciría el precio final de la energía. La propuesta, en principio sencilla, pone en evidencia la lentitud de las instituciones europeas para la resolución de sus crisis, y la necesidad de una reforma del mecanismo de precios que rige en la UE. 

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