Desde que Francisco se convirtió en papa, hace ya más de diez años, ha intentado renovar la imagen de la Iglesia católica para que no continúe perdiendo seguidores.
Por ello, ha tomado decisiones fundamentales, como darles un mayor rol a las mujeres dentro de la Iglesia, aunque, sin dudas, el paso más importante ha sido permitir que los sacerdotes bendigan a parejas del mismo sexo.
Las bendiciones LGBT fueron autorizadas el mes pasado por un documento del Vaticano llamado Fiducia supplicans (Fideicomiso de suplicación), aunque ha encontrado una resistencia significativa entre las autoridades católicas, particularmente de los obispos africanos.
Francisco considera que se ve "hipocresía" en las críticas a su decisión: "Nadie se escandaliza si doy mis bendiciones a un hombre de negocios que tal vez explota a la gente, y esto es un pecado muy grave. Pero se escandalizan si se las doy a un homosexual. Esto es hipocresía".
También dijo que "siempre" da la bienvenida a las personas LGBT y a los divorciados vueltos a casar al sacramento de la confesión.
"A nadie se le debe negar una bendición. A todos, a todos, a todos", agregó el pontífice, repitiendo un eslogan de tres palabras que utilizó en agosto durante un festival juvenil católico en Portugal.
El Papa, que dijo la famosa frase "¿Quién soy yo para juzgar?" cuando se le preguntó sobre la homosexualidad al comienzo de su papado, consideró que una de sus misiones era hacer que la Iglesia católica fuera más acogedora y menos crítica.
