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El mundo y el temor de que aparezcan más cisnes negros

Las apariciones de varios cisnes negros, como la pandemia del coronavirus y la guerra en Ucrania, han dejado todo en una constante incertidumbre

La pandemia y también la guerra en Ucrania fueron cisnes negros
La pandemia y también la guerra en Ucrania fueron cisnes negros
Damián Cichero 11 octubre de 2022

Como todos los años, el FMI ha publicado sus perspectivas económicas de cara a 2023 y, como se esperaba, son poco prometedoras. 

El FMI pronosticó que la economía global apenas crecerá 2,7% el año que viene, por debajo del 2,9% que había calculado en julio, mientras que este año será de un modesto 3,2%, lo que representa una importante desaceleración respecto al 6% de 2021.

Sin embargo, tal como lo adelantó el economista jefe del FMI, Pierre-Olivier Gourinchas, “lo peor está por venir, y para muchas personas 2023 se sentirá como una recesión (...) A medida que se acumulan nubes de tormenta, los formuladores de políticas deben mantener la mano firme”.

Por lo general, las proyecciones son bastante acertadas. Pero, tras varios años de tranquilidad, las apariciones de varios cisnes negros en el sistema internacional, como la pandemia del coronavirus y la guerra en Ucrania, han dejado todo en una constante incertidumbre.

Por ejemplo, a fines de 2019, antes de que estallara la pandemia, el FMI pronosticó que la economía crecería 3,3% en 2020, cifra que, obviamente, no estuvo ni cerca de concretarse. 

Por ello, de cara a 2023, será clave cómo se desarrollan algunas situaciones geopolíticas que, si se complejizan, podrían afectar aún más a la economía mundial.

La guerra en Ucrania

La guerra entre Rusia y Ucrania, que comenzó el 24 de febrero, va camino de ingresar en su octavo mes y, por el momento, la posibilidad de un alto el fuego parece muy lejana. 

Una prueba de esto último es que, recientemente, la Unión Europea extendió “por lo menos hasta marzo de 2024” la protección temporal otorgada a los refugiados, los cuales ya son más de 7,6 millones. 

Desde un principio, se creyó que apenas le demandaría algunas semanas a Rusia obtener un triunfo. Sin embargo, tanto gracias a la férrea resistencia ucraniana como a la ayuda occidental, el conflicto no solo continúa, sino que incluso le ha permitido al país agredido lanzar importantes contraofensivas.

Ante este panorama, hace un par de semanas, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, dijo que el mundo debería prepararse para que la guerra “dure por años (...) No debemos desfallecer en nuestro apoyo a Ucrania, incluso si los costos son altos en el aumento de los precios de la energía y los alimentos”.

Sin dudas, esto sería una pésima noticia para la economía mundial, que, cuando comenzaba a recuperarse de la pandemia, debió enfrentarse a una crisis energética y otra alimentaria sin precedentes, ya que Rusia y Ucrania son importantes productores en estos rubros. 

Respecto a esta última crisis, según más de 200 ONGs, actualmente un ser humano muere cada 4 segundos por hambre. Se estima que unas 882.000 personas sufren de “hambre catastrófica” y la cifra podría escalar hasta los 50 millones en los próximos años si no se toman las medidas necesarias. 

Por otra parte, el FMI comunicó que la crisis energética no será transitoria y que "el invierno (boreal) de 2022 será difícil, pero el de 2023 probablemente será peor". Por ejemplo, se estima que la crisis podría reducir la producción de automóviles en Europa en casi un 40%. 

Y, como si fuese poco, todo esto podría complejizarse si, finalmente, Vladimir Putin decide utilizar armas nucleares, una opción que parece cada vez más probable. 

Al ser un hecho sin precedentes desde los bombardeos norteamericanos de Hiroshima y Nagasaki, este tipo de ataque generaría, seguramente, pánico en los mercados y continuaría impulsando problemas como la inflación. 

La crisis por Taiwán

Hasta antes de que estallara el conflicto en Ucrania, una guerra tradicional en pleno Siglo XXI parecía casi improbable, por no decir imposible. Sin embargo, ahora no sería para nada extraño que algo similar ocurriese en el estrecho de Taiwán. 

Este año, el mundo estuvo a punto de presenciar el inicio de un conflicto hegemónico entre EE.UU. y China, como consecuencia del accionar de Washington: Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, visitó Taiwán, considerada una provincia rebelde por Pekín.

La visita de Pelosi, que se convirtió en la funcionaria estadounidense de más alto rango en pisar el archipiélago en este siglo, representó un claro desafío para la política de “una sola China”.

Incluso, desde Pekín amenazaron con derribar el avión de Pelosi si esta era escoltada por aviones de guerra estadounidenses porque, desde su punto de vista, eso hubiese representado una invasión. 

Teniendo en cuenta la importancia de Taiwán en la producción de semiconductores, un posible conflicto con China podría representar un importante problema para las cadenas de suministros. 

Por cierto, en plena guerra en Ucrania, y teniendo en cuenta la alianza entre Moscú y Pekín, el accionar de Washington no parece para nada razonable, aunque, en parte, va en línea con la histórica política demócrata de defender las democracias en todo el mundo. 

Por ello, no se deben descartar más tensiones entre los dos gigantes, como una profundización de su guerra comercial. Así, no sería de extrañar que EE.UU. incremente sus ataques económicos, como sucedió la semana pasada, cuando le impuso importantes restricciones a China para acceder a los chips fabricados con equipo estadounidense.

Esto podría golpear aún más la ya debilitada economía china, que enfrenta una importante crisis inmobiliaria y que, pese a que muchos países han declarado el fin de la pandemia del Covid-19, continúa manteniendo complejas restricciones sanitarias.

Justamente, desde el FMI advirtieron sobre la “desaceleración significativa en el sector inmobiliario, históricamente un motor de crecimiento para la economía de esa nación”.

Si se considera que dicho sector representa una quinta parte del PIB chino, una profundización en el conflicto con EE.UU. podría provocar que la caída de las ventas de inmuebles se profundice.

Esto no les permitiría a los desarrolladores terminar muchos de sus proyectos e incluso cumplir con los pagos de sus deudas, provocando una importante crisis de contagio en el sector bancario. 

Además, el FMI también advirtió sobre la nueva “Guerra Fría” a la que se enfrenta el mundo, con EE.UU. por un lado, y Rusia y China por el otro, lo que genera “el riesgo de perturbar el comercio y erosionar los pilares de los marcos de cooperación multilateral que tardaron décadas en construirse”.

Los rezagos de la pandemia

Como ya está más que claro, todos los problemas que la economía mundial enfrenta hoy en día son consecuencia de la pandemia del coronavirus, declarada en marzo de 2020.

Más de dos años después, muchos países ya han declarado su fin, como ocurrió este año en Estados Unidos, país que, desde la llegada de Joe Biden al poder, le ha dado mucha importancia al asunto. 

De todas formas, aunque la pandemia parece cosa de pasado, aún muchos problemas persisten, como la crisis de la cadena de suministros.

Hace una semana, Carlos Tavares, jefe de Stellantis, el cuarto mayor fabricante de vehículos a nivel mundial, dijo que la crisis continuará, como mínimo, hasta fines de 2023, lo que seguirá complicando el acceso a chips.

Pero este no es el único problema: aunque la aparición de las vacunas ha reducido significativamente el número de muertes causadas por el virus, todavía no son tan eficaces para evitar los contagios.

Por ello, los expertos no descartan que nuevas olas de coronavirus golpeen al mundo a medida que el invierno se aproxime en cada región, lo que podría desembocar en la implementación de cuarentenas, tal como ocurrió este año en China. 

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