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Vaca Muerta ante el dilema de explotación masiva o eterno potencial subutilizado

Para que alcance su potencial hay que permitir que florezcan empresas de servicios nacionales, propiciar la incorporación de I+D+i, promover el fortalecimiento del entramado de proveedores locales y premiar la eficiencia.

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17 julio de 2020

Por Daniel Glatstein y Julieta Salas

En mayo del 2011 se perforó el primer pozo de Vaca Muerta (VM). Desde entonces, la producción de petróleo en Argentina creció 8%. Entretanto, en EE.UU. la producción se elevó 116% y permitió que el entonces mayor importador de crudo del mundo se convirtiera en exportador neto. La cuenca de Permian, que se extiende en el suroeste norteamericano, es uno de los sitios clave en el desarrollo del shale estadounidense. Comparativamente, las posibilidades de VM entusiasman, sus reservas probadas -de acuerdo a la U.S. Energy Information Administration (EIA)- son superiores a las de Permian y la productividad se encuentra en valores similares, siendo que VM tiene aún un gran potencial de mejora. En la medida que se van perforando nuevos pozos, se conoce más su geología y se adaptan las técnicas de producción.

Entre 2011 y 2019, en VM se perforaron poco más de 1.500 pozos, cifra similar a la que se perfora en EE.UU. en un mes. A pesar de contar con VM, actualmente sólo en Permian se produce 5 veces el total de hidrocarburos de toda Argentina.

De acuerdo a estas observaciones, resulta evidente que hasta el momento, no hemos conseguido replicar el éxito que han tenido los no convencionales en EE.UU. Cabe entonces preguntarse por qué VM no logra desarrollar su potencial.

Los hidrocarburos son un commodity. Nuestro país, con menos del 1% de la producción y el consumo mundial, no incide en el precio. En consecuencia, el factor clave a la hora de hundir inversiones pasa por el nivel de costos. Los distintos yacimientos del mundo compiten para recibir inversiones y aquellos que logran un mejor punto de equilibrio son los más atractivos. Permian recibe más inversiones porque sus costos son más bajos. Luego, la pregunta es por qué producir en Argentina es más costoso que en EE.UU. Algunos factores son exógenos a la actividad, como el costo financiero, riesgo país, etcétera. Sin embargo, también vemos que hay grandes diferencias en los costos operativos, los cuales responden a otras causas. Para entender por qué los costos son mayores en VM que en Permian, hay que mirar hacia el norte y analizar las diferencias entre ambas estructuras productivas.

En EE.UU. se trabaja con la última tecnología disponible. Mes a mes, la EIA publica un informe de avance de la productividad por región. El sistema de producción se ha establecido de forma tal que las empresas que brindan servicios a las operadoras deben competir intensamente para obtener los contratos. El sistema de I+D+i está integrado al sistema productivo y orientado a estudiar nuevos métodos de producción, nuevas herramientas y equipos, procesos más eficientes. Esto permite que la productividad suba y las tarifas bajen.

Si una operadora en EE.UU. quiere estimular un pozo (fracking) en Permian, tiene una oferta de más de 50 empresas de servicios, con lo cual puede elegir de acuerdo a la relación costo-calidad más conveniente. Las grandes contratistas multinacionales compiten con gran variedad de pymes regionales y la tecnología se democratiza en la medida que crece la competencia. La ventaja está en posicionarse siempre en la frontera tecnológica.

Esto se ve reflejado en distintos indicadores de EE.UU. Mientras la producción de petróleo se duplicó entre 2011 y 2019, la cantidad de trabajadores del sector se redujo 13% (U.S. Labor Bureau) y el número de equipos de perforación cayó 46% (EIA). El fenómeno es explicado por un enorme salto de productividad que obedece a mejoras tecnológicas. En promedio, cada torre pasó de perforar 18.000 a 27.000 pies/mensuales en ese mismo período (EIA).

En contraposición, en Argentina el negocio está concentrado en un puñado de multinacionales que centralizan el know how e imponen tarifas que duplican a las de EE.UU. Importan equipos usados que son descartados en el norte, y nos mantienen bien lejos de la frontera tecnológica. De ese modo, se generan mayores costos operativos que elevan aún más el punto de equilibrio, reduciendo el atractivo de VM para los inversores.

Existe cierto consenso difundido que los vectores que contribuirían a elevar la competitividad de VM frente a Permian serían la mejora de la infraestructura, el crecimiento de la productividad laboral y la ampliación de la escala.

Por supuesto que una mayor escala reduciría los costos, pero mientras se dependa exclusivamente de un puñado de empresas, estaremos limitados tecnológicamente y sujetos a las tarifas resultantes de un mercado demasiado concentrado. Por otra parte, no es esperable que la escala suba si no hay un horizonte de competitividad.

Para lograr que VM alcance su potencial hay que permitir que florezcan empresas de servicios nacionales que compitan con las multinacionales, propiciar la incorporación de I+D+i, promover el fortalecimiento del entramado de proveedores industriales locales y generar un ambiente competitivo que premie la eficiencia.

No se trata de inventar la rueda, sino de replicar un modelo exitoso basado en la tecnología, el desarrollo industrial y la competencia

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