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Se derrumba el consumo

29 noviembre de 2018

PoMatías Carugati Economista Jefe M&F Consultora y Florencia Hernández Economista M&F Consultora

El gasto de los hogares se contrae fuerte. Después de un segundo trimestre de notoria desaceleración, la dinámica del consumo ingreso en terreno negativo. Si bien los datos del Indec (Cuentas Nacionales) llegan hasta junio, nuestro indicador coincidente, construido en base a 10 variables y que aproxima bastante bien los movimientos del indicador oficial, refleja una caída en términos interanuales (ver gráfico). El desempeño es lógico, teniendo en cuenta el retroceso de los ingresos reales, el encarecimiento del crédito y el notorio incremento de la incertidumbre. Todos los fundamentos tiran hacia abajo, golpeando al componente de mayor peso en la demanda agregada. Para el último tramo del año el panorama es “menos desalentador”, ya que los ingresos familiares se verán favorecidos por el aguinaldo, el bono de fin de año decretado por el gobierno y, en algunos casos, los aumentos salariales surgidos de las negociaciones paritarias. Las perspectivas para 2019 son un poco más positivas, ya que los determinantes del consumo deberían mejorar, aunque todo ello condicional a que no “pasen cosas”.

Consumo vs salario registrado privado (variación anual en %)

El consumo, rubro por rubro. Los más castigados fueron aquellos más sensibles a los movimientos cambiarios y a la financiación, como el gasto en servicios en el exterior (turismo, viajes y pasajes, que cerró con -54% anual en septiembre), la importación de bienes de consumo (-28%) o la venta de autos (-19% el total de 0 km y usados). Los rubros más ligados al mercado interno tampoco anduvieron mucho mejor. Las ventas reales en supermercados cayeron 7,9% anual en septiembre, mientras que la baja registrada tanto en autoservicios mayoristas como en shoppings fue de 15%. En todos los casos, el segmento más golpeado fue el de electrodomésticos, lo cual también se reflejó en los datos específicos del Indec (-11% anual real). La actividad comercial en general sufrió el cambio de tendencia (de +9% anual en febrero a -13% en septiembre), lo que también se verificó en los rubros de hotelería y gastronomía (de +6% a -4%).

Bolsillos flacos, consumo en baja. Todos los factores que inciden en las decisiones de compra se deterioraron en lo que va del 2018. El más relevante es la caída del poder adquisitivo familiar, combinación de ajustes de ingresos que no estuvieron ni cerca de compensar la aceleración inflacionaria. El encarecimiento del crédito complicó también la estrategia de suavizar el patrón de consumo. El fuerte aumento en el costo del crédito tuvo correlato en el stock de préstamos. En este contexto de debilitamiento macro y alta incertidumbre, no sorprende la caída en la confianza de los consumidores, lo cual retroalimenta la dinámica del gasto de los hogares.

El último tramo. Datos preliminares anticipan un octubre en rojo. Con excepción de la recaudación del IVA, el resto de los indicadores publicados y ligados al consumo mostraron caídas (venta de autos, bienes de consumo importados, servicios relacionados con gasto en el exterior, actividad comercial minorista). La erosión del poder adquisitivo continúa y, por ende, el bajón del consumo también. Acaso sobre fin de año la situación mejore de la mano del bono, que implica ingresos extra por 0,2-0,3% del PIB, el aguinaldo y los aumentos que consigan los sindicatos en las paritarias. Si no se registran nuevas tensiones cambiarias y termina de asentarse el proceso de estabilización, el descenso de la incertidumbre ayudaría a morigerar un cuadro complicado.

La recuperación del consumo recién llegaría el año próximo. Para lograr ese resultado hace falta retomar el proceso de desinflación y que las negociaciones salariales sean lo más generosas posible, de forma tal de oxigenar el bolsillo de los trabajadores. En el caso de jubilados y beneficiarios de planes sociales, los aumentos son automáticos. De ocurrir, estas condiciones serían acompañadas por un descenso en las tasas de interés y una mejora en las perspectivas. El Gobierno confía en que la dinámica de los precios se va a encauzar, diagnóstico compartido por la mayoría de los analistas. De todas formas, hay que resaltar los riesgos por los cuales ello podría no ocurrir. Siendo acaso el más relevante el riesgo político (excluyendo el externo, que por definición, es exógeno para las autoridades locales). Si las perspectivas electorales favorecen una opción “populista” por sobre otra más “racional”, las tensiones financieras resultantes podrían provocar una nueva corrección cambiaria, con implicancias negativas sobre la inflación y el propio nivel de actividad. Lo cual repercutiría, a su vez, sobre la situación política. En suma, habrá que “pasar el verano” para tener una idea más clara de cómo será el 2019.

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