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¿Por qué nos interesa presidir un BID con escasez de capital?

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18 agosto de 2020

Por Jorge Riaboi Diplomático y periodista

Si bien la lógica no es el mejor camino para entender nuestra realidad, resulta peligroso olvidar que ciertas batallas tienen gelatinoso fundamento y alto costo. El Gobierno, ciertas organizaciones de la sociedad civil y una corta fracción del periodismo parecen desconocer el conjunto de aristas de la sensible elección del Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), a la que se candidatea el doctor Gustavo Béliz, Secretario de Asuntos Estratégicos del Gabinete presidencial de Alberto Fernández (ver mi columna de la semana pasada y anteriores).

Hasta ahora la Casa Rosada no explicó los objetivos e intereses nacionales que justifican dar la lucha por ese cargo, ni la viabilidad que asigna al proyecto. Esa tarea no debería recaer únicamente en gente de gran talento y buena voluntad de la sociedad civil. Béliz no compite con su sombra. Figura en una terna, que podría devenir en cuarteto si se suma un inesperado y desconocido candidato peruano, que abarca a la expresidente de Costa Rica, Laura Chinchilla Miranda, y a Mauricio Claver-Carone, un petardista de Donald Trump ligado a la comunidad de origen cubano. En la previa abandonaron Alejandro Werner, Jefe del Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional y un candidato de Brasil, cuyas autoridades optaron por negociar con Washington la poderosa Vicepresidencia Ejecutiva de la entidad si Claver-Carone gana la nominación.

Esto último indica el motivo de los diversos y cambiantes enfoques que se advierten en el Mercosur y en un amplio pelotón de América Latina, en el que la candidatura argentina no es mayoritaria. Se trata de alineamiento político y éste surge de la expectativa de tener la vaca atada en el futuro “gobierno” del BID, ya que la dirigencia de Planalto apostó sin trepidar por “Brasil primero”. Y tanto Paraguay como Uruguay decidieron poner el cuerpo donde supusieron ver más sol y afinidad de ideas.

Algunos piensan que en Montevideo el Canciller podría sumarse a la noción de solicitar la postergación del acto electoral del BID hasta que se decida quién será el próximo Jefe de la Casa Blanca. Sin restar posibilidad a tal opción, el posponer el voto tampoco autoriza a pensar que la vuelta al tradicional escenario de seleccionar un candidato latinoamericano, pueda favorecer automática y específicamente al doctor Béliz.

En columnas anteriores sugerí la conveniencia de evaluar la iniciativa argentina con una mayor dosis de realpolitk. Ello conduciría a estimar cuántas fichas presidenciales es razonable apostar a una confrontación de esta envergadura y complejidad, al ser el nuestro un país que necesita todos los aliados que pueda conseguir para su compleja y multifacética renegociación de la deuda externa, así como para restablecer la actividad económico-social que sobrevendrá tras el Covid-19.

También vale la penar reflexionar sobre cuán cerca o lejos puede llegar una candidatura que avala un gobierno que, en éste contexto internacional y estadounidense, asume la posición minoritaria de tener un enfoque contemplativo con el régimen de Nicolás Maduro. O que confunde a propios y extraños acerca de cómo quiere encarar sus futuras relaciones con Beijing, sin percibir la diferencia que hay entre negociar con todos y privilegiar al bando equivocado. La Ley de Murphy dice que la bigamia suele estar prohibida, porque las leyes se hacen para proteger a quienes son incapaces de protegerse por sí solos. La Biblia y el sentido común sugieren que nadie puede servir a dos patrones al mismo tiempo. Lo ideal es hablar con todos y negociar con quien conviene, sin compromisos atados ni atávicos.

Hoy cultura general también supone estar al tanto de que gane o pierda las próximas elecciones Trump, los enfoques estadounidenses sobre política comercial y financiera no habrán de experimentar un replanteo copernicano. Existe la visión de que Joe Biden se propone reflejar, con estilo civilizado, tanto por la actual voluntad de la ciudadanía estadounidense, como la de su propio partido, las acciones que tiendan a evitar que China siga licuando sus compromisos con la OMC; generando nuevos o persistentes conflictos geoestratégicos y forjando una áspera grieta por la hegemonía tecnológica y el doble uso del conocimiento (con fines bélicos). Ello implica, por lo bajo, decirle adiós al acuerdo de comercio bilateral suscripto en enero por Trump.

Ante esos hechos resulta necesario que la punta Sur de América no siga cultivando el chip de que sólo el fortalecimiento de la agroindustria (donde empieza por preocupar la palabra “sólo”) es viable como fábrica de divisas. El BID (y el Banco Mundial) tendría que operar con un enfoque activo en las batallas que libra el resto del mundo por subir al carro de la inteligencia artificial, la robótica y las tecnologías 5G. Ello implica redefinir su papel financiero en el hoy atropellado desenganche y redespliegue de las cadenas de valor. Y otra forma de mirar al desarrollo sostenible.

En esta inquietante vorágine Peter Hakim, exPresidente del Centro de Reflexión conocido como El Diálogo Interamericano (The Interamerican Dialogue) sostuvo, hace muy pocos días, dos cosas. Primero, que no estima realista esperar la fácil suspensión de las elecciones del nuevo Presidente del BID, ya que Claver-Carone conoce y sabe explotar la eterna desunión de América Latina, la que en algún caso Juan Gabriel Totkatlian llama con acierto el “confusur”, para no estropear su propia candidatura a la presidencia del BID.

Sin embargo, Hakim no descarta que el consenso posterior a las elecciones presidenciales en Estados Unidos permita, con el eventual Gobierno de Biden, recolocar a un latinoamericano(a) en la titularidad del BID. Lo que nadie quiere es politizar el Banco, porque ello implicaría el acelerado ocaso de su existencia. En ese marco se encuadra un escenario propenso a volcarse por la candidatura de la señora Chinchilla (o de un ignoto cuarto candidato), quien no parece tener vasta experiencia directa en el manejo de los temas que forman el cuello de botella en la captación de capitales y la reformulación del desarrollo sostenible que asoma en los distintos rincones de nuestro hemisferio. Obviamente, el debate es sobre “lo que hay” y la moneda está en el aire.

El otro ángulo del proceso que choca con los cánones históricos del BID, es la ruptura del patrón curricular que prevaleció al designar a los cuatro presidentes que ocuparon el sillón más importante de la entidad. En todos los casos fueron personas con sólida experiencia ministerial en los campos de la economía, el desarrollo y la gestión financiera. Ninguno de los tres candidatos que compiten en la presente elección exhibe un amplio bagaje político y profesional sobre los asuntos que sería importante destrabar para dinamizar el papel del banco.

Béliz trabajó 15 años en el BID y recibe los insumos de muy buenos equipos de apoyo, pero rediseñar la política de préstamos y ampliación de capital de una gran entidad que está crónicamente corriendo de atrás sus necesidades de recursos, no es una tarea simple para quienes se verán forzados a terminar su entrenamiento en el ejercicio del puesto. Por lo pronto hay que llevarse bien con la gente que tiene resto para fondear la institución (de Europa no se puede esperar mucho) y preguntar cómo se ayuda mejor a que América Latina se ponga los pantalones largos del presente desarrollo sostenible.

México lo hizo a su manera cuando entendió los riesgos y ventajas de ser parte del NAFTA (USMCA o T-MEC en estos días), lo que a su actual Presidente no le impide ejercer un poco de oralidad progre antes y después de un entendimiento central y meloso con Trump. La clase política de ese país no juega con el mercado que absorbe el 80% de sus exportaciones y del que dependen las remesas financieras que envían los 38 millones de mexicanos que habitan al Norte del río Bravo.

Quienes siguen en detalle este proceso, saben que si hay Asamblea y votación el 12 septiembre, Claver-Carone tiene, por el momento, las mejores chances de resultar electo y Brasil de quedar al frente de la estratégica Vicepresidencia Ejecutiva de la entidad. Eso podría cambiar.

¿Y por qué saltó la térmica en este proceso electoral? El excanciller y Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza, lo explicó hace un par de semanas al recordar que cuando Chile obtuvo la sede de CEPAL asumió el compromiso de no pelear por la Secretaría General de la nueva organización. Y cuando el general Dwight Eisenhower respaldó la idea de crear el BID y brindar a Washington como sede principal del banco, asumió un compromiso similar. Los hechos indican que Chile cumplió su palabra y que Estados Unidos mantuvo la suya hasta la llegada de Trump, cuyo respeto por la legalidad, la cooperación y el diálogo regional se guarda con enorme cariño en la baulera de la Casa Blanca.

Quienes conocen a fondo estos datos, se preguntan por qué Argentina le interesa presidir un BID aquejado de una relativa pero crónica escasez de capital. Yo no tengo la respuesta y tampoco deseo compartir lo que dice mi olfato.

El viernes 14, el brillante vicerrector de la Universidad Torcuato Di Tella, Tokatlian, sintetizó el diagnóstico de lo que sucede en el BID actual y dio algunas razones para justificar un cambio estructural con el aporte y el enfoque de la candidatura argentina (ver La Nación de esa fecha), algo que hasta el momento no hizo Béliz. Esta paradoja me hace acordar al Gato con Botas.

La curiosidad por los enfoques del doctor Hakim también me llevó a mirar en detalle el perfil del “Diálogo Interamericano”. Ahí encontré que la única argentina que figura en el Consejo Directivo es la excanciller Susana Malcorra. En la nómina hay tres expresidentes como Fernando Henrique Cardoso (Brasil), Chinchilla (Costa Rica) y Ricardo Lagos (Chile). Además figura el lobista que acaba de contratar el Gobierno argentino, Tom Shannon, quien es parte del estudio de abogados Arnold & Porter. En el sitio de Internet de ese gigantesco buffet legal se presume, entre sus glorias, la de haberle ganado el juicio que le inició Électricité de France a nuestro Gobierno. Nadie mejor para contar porque lo perdimos.

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