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La Argentina del futuro

El crecimiento per capita en los últimos 33 años fue de 1,2% anual

03 julio de 2017

 Por Dante Sica Director de ABECEB y ex secretario de Industria, Comercio y Minería de la Nación

Habrá que aceptar la idea de que la recuperación de la economía será suave. Las principales variables dan cuentade una tibia reanimación, que se siente poco en la calle y por ende, resulta un tanto decepcionante. No obstante, el objetivo de lograr un crecimiento sostenido, que se mantenga en el largo plazo y que ubique a la Argentina en el grupo de países normales, previsibles y atractivos es el más saludable. “El futuro no es lo que va a pasar, sino lo que vamos a hacer”, decía Borges. Y es a un futuro de desarrollo que debe apuntar la política económica de nuestro país.

El desafío no es sencillo. El crecimiento económico de Argentina en los últimos 33 años es desalentador: solo 2,2% anual, que se reduce a 1,2 % cuando se calcula en términos per capita. Su manifestación más alarmante es el desproporcionado aumento de la pobreza, la indigencia, la exclusión, el desempleo y la desigualdad que hoy nos obliga a admitir que trece millones de argentinos viven en una situación extrema.

Pero el premio de asumir el reto está en proporción. Si se logra estabilizar la macroeconomía será posible dejar atrás lo urgente para ocuparse de lo importante: promover políticas que apuntalen la competitividad sobre la base del incremento de la productividad y que permitan trazar metas de crecimiento consistentes y de largo plazo.

Por el momento, es clave para el Ejecutivo que los indicadores comiencen a ser buenas noticias y poder mostrar por fin, que la economía se ha encarrilado con vistas a las elecciones de octubre. No obstante, el desafío no sólo es mostrar los tan ansiados brotes verdes sino que se suma la tarea de sincronizar la reactivación y la continuidad del proceso de desinflación, dos procesos de difícil compatibilidad en el corto plazo.  La inflación, una de las variables más sensibles en temporada de elecciones, luego del aumento verificado entre febrero y abril, parece haber retomado su sendero declinante a partir de mayo, pero aún se ubica en niveles que superan las aspiraciones de las autoridades, con una inflación reacia a quebrar el 1,6% mensual  (núcleo o macro) y el 21% anualizado, un ritmo que exigirá la continuidad de una política monetaria restrictiva y, como se prevé en el mercado, un tipo de cambio sin grandes cambios en lo que resta del año (o, al menos, hasta las elecciones de octubre). Esto se traducirá en tasas de interés reales positivas (lo que dificulta la ansiada reactivación) y cierta merma en el nivel de competitividad.

En cuanto a la segunda de las cuestiones, las señales de recuperación comienzan a verse de manera. Si bien la economía ha empezado a mejorar (el PIB sin estacionalidad creció 1,1% en el primer trimestre versus el trimestre previo, un resultado mejor al que se esperaba), el nivel de actividad está apenas 0,3% por encima del de un año atrás. Así, la actividad llegará a octubre con tasas de expansión de algo más de 3% anual que se evidenciará más en la estadística que en el humor social.

Sin desconocer las urgencias que los tiempos políticos le exigen a los ciclos económicos, es  importante proyectar la mirada más allá de octubre, sobre todo en un país que aún tiene mucho trabajo por hacer. La clave para que la economía siga creciendo en forma sostenida pasará por seguir avanzando en la agenda de reformas estructurales pendiente que enlista como prioridades: obras fundamentales en infraestructura, mejora de la competitividad sistémica, reducción de la presión tributaria, acuerdo fiscal con las provincias, reforma laboral y previsional, desarrollo del sistema financiero y del mercado de capitales, entre otras iniciativas.

Para ello,el sistema político en su conjunto ?y no sólo el partido de gobierno? deberá contribuir a crear un clima adecuado para que Argentina vigorice su inversión y su empleo, que son las llaves para un proceso de desarrollo e inclusión social. Si eso no se logra, las condiciones resultantes van a ser críticas en los años venideros. No hay que ser un gurú de la economía o la política para hacer este pronóstico. Basta con revisar la performance que nuestro país ha exhibido en las últimas tres décadas. Y ese no es el futuro que queremos.

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