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Expectativas y macroeconomía

Que fenómenos económicos tan importantes dependan trascendentalmente de la formación de expectativas de los individuos trae cierta inquietud

13 junio de 2017

 Por Pablo Mira Economista

A veces por la fuerza de la teoría, y otras veces por la fuerza de los hechos, los economistas debimos rendirnos a considerar a las expectativas como una variable fundamental en el desenlace de diversos fenómenos económicos. En virtud de que desconocemos el futuro, o al menos parte de él, toda decisión económica que influya el paso del tiempo requerirá definir algunas expectativas.

En una inversión productiva, por ejemplo, es evidente que debemos estimar qué demanda enfrentaremos, cuál es el precio que cobraremos por el producto a comercializar, el valor de los activos físicos de la firma en el futuro, el nivel esperado del tipo de cambio, etcétera. En el caso de una inversión financiera, es necesario pronosticar lo más precisamente posible su rendimiento. Es cierto que en algunas inversiones el rendimiento es conocido, como cuando uno coloca dinero en un plazo fijo. Pero esta es solo una ilusión de certeza, porque en realidad lo que importa es el rendimiento real del ahorro, y no el nominal. Así, debemos estar atentos a cuantos bienes podremos comprar al cancelar el plazo fijo para consumir este ahorro, lo que requiere estimar la tasa de inflación futura.

En macroeconomía, una variable determinante del consumo actual y futuro es, además del ingreso conocido, el ingreso por venir. Y en Argentina también es fundamental hacerse alguna idea de la evolución futura de nuestro ingreso en dólares, ya que una parte no trivial de nuestros gastos son en importaciones (lo que incluye los viajes al exterior), y sería bueno considerar cuántos dólares podremos comprar con nuestro salario o beneficio en pesos para poder seguir viajando, o para devolver un crédito en moneda extranjera.

Los que están a cargo de la política económica también tienen en cuenta las expectativas de los agentes económicos. El BCRA, por ejemplo, establece como prioritario tener una buena fuente de datos proveniente de los pronósticos privados, y por eso lleva adelante regularmente el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM).

Está claro entonces que las expectativas importan, ¿pero qué rol tienen en la dinámica económica? Un aspecto muy importante es el rol que tienen los pronósticos en la generación de crisis. Cada vez que los individuos fallan en sus expectativas, sus decisiones de inversión y de consumo no son coherentes, y la economía sufre. Cuando el entusiasmo cunde, como cuando suben muy rápido el precio de las acciones o de las propiedades, se producen burbujas especulativas que al explotar se traducen en crisis con dramáticas consecuencias. En Argentina, las crisis suelen expresarse mediante de equivocaciones en las expectativas sobre el tipo de cambio: lo que implica que ante una brusca devaluación que nos arroja de bruces a la realidad, nos encontramos con deudas impagables y un tendal de problemas sociales.

Que fenómenos económicos tan importantes dependan trascendentalmente de la formación de expectativas de los individuos trae cierta inquietud. Parecería que los problemas económicos resultan del capricho infundado de agentes que, al decidir descentralizada y equivocadamente, no logran coordinar sus decisiones (en este caso sus expectativas) entre sí. Y, si bien en ocasiones la cosa termina funcionando, lo cierto es que cada crisis suele tomar a los individuos por sorpresa, lo que sugiere que algún tipo de “error de pronóstico” debió haber tomado lugar. En la práctica, el público tiende a formar expectativas mediante atajos, es decir, usando reglas simples no siempre completamente lógicas o racionales, y por extraño que parezca, esta es una fuente relevante de desequilibrios que puede dar lugar a patologías macroeconómicas de diversa índole.

Pese a este estado de cosas, buena parte de la profesión eligió sortear estos inconvenientes de la realidad postulando simplemente que los agentes forman expectativas “racionalmente”, lo que entre otras cosas implica que lo hacen coordinadamente. En estos modelos las crisis no provienen de expectativas mal formuladas o frustradas por errores de previsión, sino de las decisiones equivocadas de la política económica o de shocks negativos de productividad.

Charles Manski, un economista estadounidense doctorado en MIT, dedicó muchos años a investigar y medir empíricamente cómo los individuos forman expectativas, y una de sus conclusiones más importantes es que asumir que éstas se establecen “racionalmente” es simplemente un abuso de la teoría. Manski favorece un enfoque más concreto en la medición acerca de cómo elaboramos pronósticos, y esto es lo que deberíamos hacer teniendo en cuenta la centralidad que ocupa este aspecto de la decisión en la organización y desarrollo de los fenómenos económicos.

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